Jeremy Cerna | Berlín, Alemania
El dios del microcosmo exigió a sus adeptos construirle un templo en donde oficiar, de forma solemne, su misa, su ceremonia de fuego y sangre: La liturgia del fuego. En ese ínfimo mundo, llamado El microcosmo del odio, las almas corruptas hierven en perversiones mentales y gozan con el sufrimiento ajeno. Los habitantes de ese insignificante lugar no trabajan y nunca han trabajado, a lo largo de los siglos han vivido de lo que sus antecesores (conquistadores, oligarcas, burgueses, filibusteros, etc.) construyeron sobre cadáveres y vejámenes.
Así que como buenos abyectos (seres despreciables) se han apropiado de todo cuanto pueden, hasta de la fe misma de los otros mundos y de esa manera poderle cumplir los caprichos más excéntricos y despreciables a su dios, en este caso construirle su catedral.
Por obra y desgracia, todo cuanto estos seres saben hacer y decir es delinquir, mentir, violar, quemar, torturar, asesinar y para ello se escudan en sus capellanes (sacerdotes, párrocos, monseñores y cardenales), cuidadosamente seleccionados entre lo más vil y servil del universo, para ocultar sus atrocidades por debajo de sus sotanas lujuriosas.
Como a su dios le urgía su templo y no tenían mucho tiempo para construirlo, antes de iniciar su asedio a la harmonía constituida, decidieron nublar las almas de los creyentes de otras religiones y usurpar otro templo para su dios. Es así, que para darle un toque de ligereza a su obra decidieron remozar un templo ya erigido, no con piedra, sino con papel maché, pero uno indecente, inhumano.
Por consiguiente, cual fascistas en búsqueda de fórmulas de exterminio, pusieron toda su fuerza en envenenar las almas con su terrorismo psicológico (Mitología alterna de la muerte). Sus papeles con informaciones falsas secaban las mentes de sus lectores, sus noticias cercenaban los oídos de sus víctimas, sus videos y sus redes pseudo sociales confundían el intelecto de todo cuanto se exponía a sus inmisericordes actos de manipulación.
Como buenos carroñeros, fueron capacitados para comerse a sí mismos y a sus vástagos: Tomaron sus papeles desinformativos (prensa, diarios, semanarios, panfletos, etc.) y los mezclaron, dentro de barriles de desperdicios sólidos, con sangre de inocentes e incautos, sus mismos seguidores. Tenían la mezcla perfecta para la fabricación de su papel maché.
Encima de la fachada de la usurpada catedral fueron repellando cada centímetro de la piedra con su depravado papel maché para dar la impresión de que era una nueva obra y que todo cuanto allí pasaba era la labor del “creador del universo”.
Eso les permitió en las entrañas del monstruo crear engendros cada vez más rapaces (Los acólitos del terror), capacitados para atrapar seres inocentes, torturándolos, quemándolos y luego comiéndose sus carnes en cada uno de sus rituales (actos que combinan invocaciones al dios del microcosmo y sus plegarias políticas desfasadas por ser ajenas al humanismo y a la convivencia armónica de los espíritus). Al término de su obra, su dios se sentía complacido, alucinando con su catedral de sangre. El veneno del odio había calado hondo en la sociedad y según ellos era irreversible, cantaban horrores.
La lluvia cae en invierno como verdades inequívocas
En sus mentes achicadas por el odio no contaron con la sabiduría de la naturaleza y fue ella misma como aluvión de verdades, cansada de tanta desfachatez y manipulación, que decidió pronunciarse. Aviso en son de paz y de guerra, que era hora de retomar el control. En cada rincón se escuchó al trueno dando aviso. Tuvieron tiempo de correr y solo las cabezas despreciables lo hicieron, dejando atrás a sus acólitos y seguidores manipulados. La lluvia no espero más, era el tiempo preciso, como preciso es el Verdadero Creador.
El agua cayó y abatió todo la vileza tras su paso. La catedral de papel maché se vio descubierta, su recubrimiento se hizo pedazos, desprendiéndose trozos de papel con coágulos de sangre. Solo quedó la piedra, sin recubrimiento alguno.
Allí se podía ver su verdadero rostro que no distaba de todo lo que habían hecho a lo largo de los tiempos. Sus asesinos confesos, confesados y absueltos por sus capellanes del terror se refugiaban entre las paredes de la catedral como sobras nauseabundas en un fétido intestino.
En todo momento, los engendros del demonio trataban de salir de su claustro para aterrorizar, pero siempre encontraban al viento, a la tierra y al agua como escudo, alma y moral, capaz de apaciguar al fuego.
Era preciso, y así lo fue y lo es, que todo volviera a la harmonía, a la paz. Así que los otros tres elementos (viento, tierra y agua) sellaron un pacto, pacto de amor y de equilibrio para no permitir que se les arrebatará el sueño, nunca más. La catedral de papel maché se ahogaba en su propio vómito y gritaba hacia el norte, se urgía de ignominias (actos deshonestos). Su hegemonía y su cama de cristales rotos estaban desapareciendo, abriendo paso al sur de la esperanza.
La luz de la verdad como precepto del amor
En el intento de golpe de estado en Nicaragua entre abril a julio del 2018, la jerarquía católica jugó un rol importante, convirtiendo las iglesias en puestos de mando para los terrorista-golpistas, almacenando armas y municiones. Algunos sacerdotes y jerarcas católicos comandaron de forma material e intelectual los diferentes actos que cometían los grupos armados de la oposición que intentaban derrocar al legítimo gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional.
De igual manera, estos sacerdotes, obispos y monseñores, sobreseyeron, religiosamente, de toda culpabilidad a los terroristas agrupados en “Movimiento Estudiantil 19 de Abril o M19” y el MRS. Hasta la actualidad, sectores de la iglesia católica nicaragüense intentan calentar las calles para generar caos y culpar de esta manera al gobierno.
Ellos siguen aceptando en sus instalaciones a personas armadas, con ningún sentido del humanismo y la razón, dispuestas a matar, torturar, etc. Las iglesias y sobre todo la catedral de Managua han sido convertidas en nido de delincuentes, agazapados por los dirigentes político-religiosos de la iglesia católica.
El gobierno de Nicaragua personado por sus líderes revolucionarios, Compañera Rosario Murillo y el Comandante Daniel Ortega, a través de la institución policial (Policía Nacional de Nicaragua) han protegido y protegerán en todo momento al pueblo de Nicaragua ante las amenazas constantes de los grupos delincuenciales que se refugian en las instalaciones de las iglesias y la catedral de Managua.
El llamado del gobierno ha sido hacia la paz y la reconciliación, a deponer la violencia y el odio, sustituyéndolo por el amor.
La síntesis perfecta del llamado al amor, la paz, la reconciliación por parte del FSLN ha sido la ley de amnistía, poniendo por encima de los interés individuales los colectivos del pueblo de Nicaragua. Esta ley no proporciona impunidad, puesto que el principio de no repetición garantiza que ante una nueva amenaza de estos grupos fascistas la ley será aplicada sin excepcionalidad.
El Frente Sandinista de Liberación Nacional es una fuerza política, social, cultural, guerrillera, moral y revolucionaria, subordinando en todo momento sus intereses a los intereses de la patria.
Por consiguiente, su Militancia Revolucionaria va a estar siempre a la altura de las circunstancias, sabiendo leer e interpretar los mensajes de su dirigencia. Nuestra fortaleza siempre ha sido nuestra unidad, nuestra disciplina y nuestra confianza absoluta en las decisiones de nuestro liderazgo.
No cabe duda de que la madurez revolucionaria, como militantes, la estamos alcanzando en la medida que defendemos la paz a cuesta de nuestros sentimientos y juicios personales, sabiendo responder con amor al odio, pero siempre manteniéndonos vigilantes e informados.