Patricio Montesinos
La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), un mecanismo autóctono intergubernamental de diálogo y concertación política, tiene hoy ante sí el reto de hacerle frente a los agravios de la Organización de Estados Americanos (OEA), un viejo instrumento de dominación de Washington.
Bolivia, la nación que asumió hace pocas horas la presidencia pro-tempore de la Celac, tendrá durante 2019 la ardua tarea de revitalizar ese bloque integrador que agrupa a los 33 países de la Patria Grande, y que declaró Zona de Paz a la región que se extiende desde el sur del Río Bravo hasta la Patagonia.
El desafío no será fácil de enfrentar para el gobierno progresista del mandatario Evo Morales, dada la tormenta derechista que azota por estos tiempos a Nuestra América, y el accionar cada vez más agresivo e injerencista de la OEA y su secretario general, Luis Almagro, un agente público de los servicios especiales de la Casa Blanca y el Pentágono.
Para nadie es un secreto que Almagro fue el encomendado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) para derrumbar todas las organizaciones integradoras que nacieron en la Patria Grande a finales del pasado siglo e inicios de esta centuria, entre ellas el Mercado Común del Sur (Mercosur), la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), y la Celac.
Por supuesto que lo está pretendiendo hacer también, pero sin éxito, con la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), atacando continuamente a Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Cuba, al igual que a otros países caribeños.
Recordemos que la OEA, o el Ministerio de Colonias yanqui, como bien fue bautizada por la Revolución cubana, estuvo prácticamente sepultada, pero su cadáver ha sido desenterrado por Washington con mucho dinero para atizar la división y recuperar su dominio en la región.
Hoy la Patria Grande no solo sigue siendo la zona más desigual del mundo, sino también vive convulsionada por el actuar de la OEA y los regímenes reaccionarios que han asumido el poder en varias naciones, además de estar en peligro de conflictos y hasta invasiones militares alentadas por Estados Unidos.
Está más que demostrado que el arcaico Ministerio de Colonias yanqui solo ha servido durante su larga y espantosa historia para sojuzgar a la América nuestra, instaurar dictaduras militares sangrientas, exacerbar contradicciones entre naciones hermanas, y claro, dividir, todo ello en beneficio de los intereses hegemónicos de Washington.
Precisamente es en ese propósito en el que sigue empeñada en estos momentos la OEA y Almagro, quien se arrodilla a los pies del imperio para ser reelecto Secretario General y proseguir abultando sus bolsillos.
Ante ese escenario, la Celac es en la actualidad el único mecanismo capaz de, a través del diálogo y la concertación, frenar la agresividad de quienes ponen en peligro la unidad, la paz y la estabilidad en Nuestra América.
Bolivia y su presidente, con el apoyo de gobiernos dignos de la región, pueden lograr ese objetivo porque les sobra autoridad moral y prestigio para ello.