La CIA, cuando de guerra cultural se trata

En la actualidad, la CIA sigue interfiriendo y financiando algunos de los programas de televisión más populares. 

Una de las primeras series de televisión creadas en la década de 1970 con un objetivo directo de guerra cultural en Europa, fue Music in the Twenties, la que, según la CIA, debía ser promotora y epítome del sueño americano en el Viejo Continente. 

Otro ejemplo fue la serie Dallas, salida a la luz en 1980. En el artículo How Dallas won the Cold War, publicado por Nick Gillespie y Matt Welch, en Razón Magazine, los autores afirman: «Esta caricatura de la libre empresa y del estilo de vida de los ejecutivos norteamericanos demostró ser irresistible… no fue una serie televisiva más, sino una fuerza cultural que cambiaba una atmósfera, que ayudaba a definir la década de 1980, en la que el capitalismo, a pesar de sus fallas morales, parecía ser un sistema con swing». 

La popularidad inicial de Dallas en países como Polonia, la RDA y Checoslovaquia, tuvo mucho que ver con el aumento del presupuesto a los realizadores. La CIA canalizó millones de dólares para financiarla, cuantiosos recursos se emplearon para garantizar la visibilidad de la serie en los países socialistas de Europa del Este. 

La guerra cultural no deja nunca fisuras. Durante la inauguración en Moscú de la American National Exhibition, el 24 de julio de 1959, presidida por Nikita Jruschov y Richard Nixon, se produjo un debate sobre las supuestas bondades del capitalismo y su alegada superioridad. 

El show, bautizado como Kitchen-debate, tuvo lugar en medio de la cocina de una casa prefabricada, construida expresamente para la ocasión por All State Properties, para mostrar a los soviéticos «la casa que todo norteamericano puede tener». 

El diseño correspondió a los famosos arquitectos diseñadores de las House of Future, Alison y Peter Smithson; los muebles y demás objetos fueron aportados por Macy´s y los electrodomésticos por General Electric. Dentro de la cocina ideal una modelo rubia, esbelta, sonriente, trajinaba diligente ante la vista de los observadores, manipulando con destreza todo el equipamiento electrónico de última generación. El efecto de esta puesta en escena fue devastador. 

Una visión idealizada de la vida cultural en el capitalismo fue marcando el imaginario de muchos, especialmente de los jóvenes. 

En la actualidad, la CIA sigue interfiriendo y financiando algunos de los programas de televisión más populares. 

No quiere decir que todo lo que se produce para la TV en EE. UU. esté orientado a ese único fin, pero la mayor parte de la programación televisiva actual corre a cargo de las mayores empresas mediáticas, interesadas en los contratos con la CIA. 

Hacer creer que la Agencia es una organización moral que mata y tortura con el corazón encogido de angustia, que no hace otra cosa que proteger a EE. UU., de sus múltiples y malvados enemigos, es el objetivo central. 

La interacción entre los medios de noticias, la industria del entretenimiento y los servicios especiales es en realidad una gran alianza productora de información, que no deja espacios vacíos; la narrativa fabricada llega siempre por alguna vía o por todas las vías. 

Miles de series de televisión condicionan al público para que mantengan una buena opinión sobre el modo de vida estadounidense, los servicios especiales y el Pentágono. 

Los enemigos cambian según los intereses de Washington: de terroristas iraquíes y afganos, a venezolanos, cubanos, chinos y rusos; la CIA protege la «estabilidad del país». 

No es de extrañar que pronto tengamos en pantalla una serie sobre ataques con armas sónicas, misteriosos globos espías chinos y bases secretas de espionaje en Cuba. 

 

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