La cruzada religiosa del Comando Sur contra Venezuela

Como se sabe, el Pentágono nunca deja de trabajar. Sus labores en América Latina y el Caribe están a cargo del Comando Sur (en inglés, SouthCom), que tiene como objetivo resguardar los intereses militares de los Estados Unidos en la región.

Estos se ven reflejados en el documento que presentó el almirante Craig S. Faller (Posture Statement 2019), comandante del Comando Sur, ante el Comité de Servicios Armados del Senado estadounidense el 7 de febrero. Allí se encuentra descrito un balance de sus acciones en la región, sus roles y desafíos en este año.

La política del Comando Sur se inserta en el Hemisferio Occidental, como una pata de los planes estratégicos trazados por el Pentágono para los años venideros de la Administración Trump.

En la Estrategia de Seguridad Nacional firmada por Donald Trump, publicada en 2017, documento axial que refleja el presente y prospectiva de los Estados Unidos como potencia militar y económica, dice que «China y Rusia quieren dar forma a un mundo antitético a los valores e intereses de los Estados Unidos».

Esa afirmación es clave puesto que acepta a las dos potencias euroasiáticas como las principales “amenazas existenciales” de la ya decaída hegemonía estadounidense, y según el documento que presentó el Comando Sur, ambas se encuentran muy presentes en el Hemisferio Occidental, sobre todo en América Latina y el Caribe, donde ve peligrar la influencia de Washington.

Ampliación del campo de batalla

Según el Comando Sur, el Hemisferio Occidental vuelve a ser un gran campo de batalla de la coyuntura global entre actores transnacionales y estatales, con una triada emergente (Rusia, China, Irán) que apoya a la «troika de la tiranía», según John Bolton: Cuba, Nicaragua y Venezuela.

En vista de las amenazas de esta «troika de la tiranía» a lo que supone la influencia estadounidense, el Comando Sur ha reforzado lazos militares y de «cooperación» con Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Perú en América Latina; El Salvador, Panamá, Honduras, Guatemala en Centroamérica; Trinidad y Tobago y Jamaica en el Caribe.

Por cierto, son todos países que recientemente votaron a favor de la intervención en la Organización de Estados Americanos (OEA), claramente coordinado por el secretario general Luis Almagro.

Volviendo a la ampliación del campo de batalla en territorio americano, la «troika de la tiranía» debe ser neutralizada para la supuesta prosperidad y desarrollo del resto de países que se ven perjudicados por la influencia euroasiática.

La nomenclatura usada por Bolton no aparece en el documento, sin embargo, la presencia de ese concepto queda inmanente en todo el texto, pues da por hecho la criminalización de los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela, como males a extirpar.

Las implicaciones militares en todos los ámbitos de la política, la economía y los intereses estratégicos de los países en donde está mejor insertado el gobierno de la Casa Blanca, son más que evidentes en el discurso que promueve el Comando Sur.

En su informe, apela a la expresión moral del establishment estadounidense (“nosotros somos los buenos, los otros son los malos”), e insiste en llamar a Rusia, China, Irán, Cuba, Nicaragua y Venezuela los «actores malignos», como si se tratara de una extensión proverbial de la Doctrina Monroe.

De hecho, esta visión filosófica es el centro de toda la política estadounidense con relación al «patio trasero», como suele llamar Washington a la mayoría del continente. Es una doctrina de subordinación y subsumisión del resto de la nación continental a los intereses de los Estados Unidos.

Mientras su presencia en el cuerno de África, el Máshrek y el Magreb intentaba cambiar el curso del mapa geopolítico mediante del plan «Gran Medio Oriente» del Pentágono, en América Latina y el Caribe se vieron inmersos en una conmoción generalizada cuyo punto de inflexión fue el surgimiento del chavismo como corriente histórica e incluso continental.

La influencia de Venezuela en la región amenazaba el consenso de Washington, y por ello desde el Norte, sobre todo luego de los esfuerzos perdidos en aquellas regiones (se espera un pronto retiro de tropas norteamericanas de Siria), los planes de redibujar el mapa del Hemisferio Occidental han tomado una aceleración a escala regional.

El balance del Comando Sur muestra un panorama de las influencias de China y Rusia sobre el continente, donde las inversiones y acuerdos euroasiáticos han tomado una delantera importante y han formado, sobre todo en Venezuela, un cuadro de relaciones internacionales más ampliado a la tónica implantada por los Estados Unidos.

Sin embargo, en pocos años los poderes estatales en Argentina, Brasil y Ecuador cambiaron el rumbo del integracionismo latinocaribeño a la integración panamericana neocolonial. La balanza se empezó a inclinar regionalmente a la dominación estadounidense en detrimento de Celac, ALBA y Petrocaribe.

La presencia del Comando Sur, como lo deja notar en su Posture Statement 2019, es tan íntima a las relaciones políticas de la Casa Blanca que ya no se diferencia la diplomacia del manual estratégico militar. Un elemento que traza todo el documento presentado al Senado, y que ha resultado favorable a los planes del Pentágono para el continente.

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