Juventud Rebelde
No hay cosa que disguste más que la doble moral, esa, la de «haz lo que yo digo, no lo que yo hago». Existe en cualquier lugar y la practica cualquier persona, como esas que se rasgan las vestiduras, afirmando que el resto de las personas deben hacer lo que se les dice, mientras ellas hacen lo que mejor les parezca.
La doble moral no tiene límites, no tiene fronteras, está en los jueces corruptos, en los políticos demagogos, en los comerciantes ladrones que les roban a sus clientes en las pesas, en fin, como dicen los españoles, en cualquier lugar se cuecen habas.
Pero de todos los casos de la práctica de la doble moral, uno de los peores es el de países que se dan golpes de pecho afirmando que son ellos los verdaderos defensores de la democracia y de los derechos humanos, declarando que solo ellos están en el camino correcto y que son faro de libertad y democracia.
Afirman esa tontería, que de hecho no es más que una hipócrita mentira que lleva en sí misma un desprecio generalizado para el resto de los países que los rodean. Las grandes naciones del llamado mundo occidental siempre han creído ser el ombligo del mundo. Desde la época del imperio romano hasta la fecha, esa creencia ha sido la que ha dominado el pensamiento, tanto político, como social y cultural de las naciones llamadas del primer mundo.
Si hay una región en el planeta que ha padecido los constantes ataques de la práctica de la doble moral, ha sido y es América Latina, en especial los gobiernos progresistas que han podido llegar al poder. La Revolución Cubana es uno de los mejores ejemplos, pues desde el mismo triunfo revolucionario, la campaña en su contra no se hizo esperar.
El Gobierno de Estados Unidos marcó en aquellos primeros años el rumbo a seguir y la mayoría de los países del primer mundo inmediatamente lo siguieron, con el pretexto de que en Cuba se estaban realizando cambios sociales y económicos.
Hay que recordar que la política agresiva contra el gobierno revolucionario de Cuba comenzó mucho antes de que la isla se alineara con el campo socialista. Esa fuerte, criminal y absurda política contra Cuba y su pueblo la sigue aun manteniendo el país más poderoso del mundo, casi 60 años después del triunfo revolucionario.
Pero por supuesto, Cuba no fue la primera ni la última que ha recibido tan miserable trato; Guatemala en los años 50, Chile años más tarde, Paraguay, Honduras, Brasil, Argentina, Bolivia, Nicaragua y desde hace casi 20 años, por supuesto, Venezuela. Con este país la han cogido en grande, lo atacan día y noche, día tras día, año tras año.
A Venezuela la atacan desde la Unión Europea, desde América Latina y por supuesto, desde donde más la critican y la demonizan es desde Washington, donde también se le aplican sanciones e incluso, desde donde se habla hasta de planes de intervenciones militares. En agosto hicieron un atentado en Caracas contra el mando civil y militar del gobierno venezolano, incluyendo al Presidente, aún estoy esperando que algunos de los que tanto hablan de antiterrorismo se pronuncien en contra del hecho violento.
El país que más elecciones ha realizado en las últimas dos décadas es acusado constantemente de ser dictatorial, el país que ha invertido millones y millones de dólares para ayudar a los más necesitados de la sociedad, es acusado de llevar a la indigencia a su pueblo.
Que Maduro es un dictador lo mismo lo proclama un Gobierno como el de Brasil, que nació de un abusivo golpe de Estado parlamentario, que en Lima, donde el Presidente tuvo que renunciar por corrupto, o en Washington, lugar en que el Presidente actual llegó al poder con dos millones de votos menos que su rival.
Si salen revoltosos a protestar quemando gente o edificios en las calles de Caracas o Managua y el gobierno los reprime, entonces hay que condenar a los gobernantes y acusarlos de dictatoriales, pero si lo mismo ocurre en las calles de París, Seattle, Berlín o Madrid, dicen que la policía tuvo que usar la necesaria fuerza para imponer el orden. Y ahí está la doble moral en acción, haz lo que yo digo, no lo que yo hago.