La esclavitud: ¿Un tema del pasado?

Ana Laura Palomino García

Para el Índice Global de Esclavitud (GSI, por su sigla en inglés), que publica anualmente la organización de ayuda Walk Free Foundation en Australia, este flagelo se define como una «situación de explotación a la que una persona no puede negarse debido a amenazas, violencia, coerción, abuso de poder o engaño».

Quizá este 23 de agosto, Día Internacional del Recuerdo de la Trata de Esclavos y de su Abolición, nos parezca una fecha ajena, un fragmento de pasado que perteneció a nuestros ancestros. Quizá nos conmovimos al ver el multipremiado filme estadounidense Doce años de esclavitud y lloramos ante las injusticias y aberraciones cometidas en contra de sus protagonistas.

Sin embargo, ahí no puede terminar la preocupación hacia quienes sufrieron la explotación del hombre por el hombre, sin pensar que no solo constituyó uno de los peores flagelos de la historia de la humanidad, sino que también persiste en la actualidad bajo otras fórmulas y nombres.

En ocasión de la fecha, la Comunidad de Estados del Caribe (Caricom) reclamó justicia reparadora para sus países miembros, tras siglos de esclavitud y racismo perpetrados por varios estados excolonizadores de Europa y América del Norte.

De acuerdo con el sitio oficial de la Unesco, se decidió nombrar este onomástico como homenaje a la insurrección, en 1791, de las personas sometidas a la esclavitud en Saint-Domingue, la parte occidental de la isla de La Española.

Esta revuelta, según la misma fuente, «fue una reivindicación universal de libertad, que fue más allá de cualquier límite de tiempo y espacio y apeló a toda la humanidad, sin distinción de origen ni de religión, y sigue resonando hoy con la misma fuerza».

En la actualidad, aunque no persisten las mismas formas de opresión de antaño, prevalece lo que se conoce como «esclavitud moderna», la cual, según refiere la BBC, afecta a más de 45 millones de personas en el mundo.

Para el Índice Global de Esclavitud (GSI, por su sigla en inglés), que publica anualmente la organización de ayuda Walk Free Foundation en Australia, este flagelo se define como una «situación de explotación a la que una persona no puede negarse debido a amenazas, violencia, coerción, abuso de poder o engaño».

El GSI recuerda, además, tristes evidencias de esta explotación que ha sido protagonizada por niños pescadores del Lago Volta (Ghana), fabricantes de ladrillos de Pahasaur (India), o las 403,000 personas que sufren esclavitud en Estados Unidos, el país más desarrollado del mundo.

Por otro lado, Efe enumera los países que encabezan la lista de la esclavitud moderna: Eritrea, Burundi, la República Centroafricana, Afganistán, Mauritania, Sudán del Sur, Pakistán y Camboya.

Asimismo, los bienes de consumo con más riesgo de haber sido producidos en situaciones de opresión son: ordenadores y móviles, ropa, pescado, cacao y caña de azúcar, los cuales inundan el mercado internacional y son ostentados en el mundo desarrollado y tecnológico sin tener en cuenta cuál es su procedencia.

La agencia española explica además cómo mujeres y niñas son extremadamente vulnerables en este contexto de esclavitud moderna, constituyendo el 71 % de las víctimas.

La misma fuente detalla que también representan el 99 % de quienes sufren trabajo forzoso en la industria del comercio sexual, y llegan hasta el 84 % las que son obligadas a casarse.

Sobre este tema, la Unicef estima que aproximadamente 650 millones de niñas y mujeres en todo el mundo se han casado antes de cumplir los 18 años de edad.

Entonces, ante estas evidencias, ¿será la esclavitud un tema del pasado? Queda demasiado por hacer. Las precarias situaciones económicas que sustentan este tipo de explotación ante la mirada de gobiernos indolentes, reafirman que el mundo laboral reclama igual una transformación urgente, a fin de que la fecha sea, verdaderamente, un día para el recuerdo.

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