Elson Concepción Pérez | Granma
Iván Duque, todavía presidente de Colombia, fue una «carta» importante para quienes organizaron la Cumbre de las Américas, recién concluida en Los Ángeles, California.
Con su presencia, el mandatario estadounidense Joe Biden «mataba dos pájaros de un tiro»: en primer lugar, sería, quizá, la única voz de la región de las Américas que apoyaría la exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Además, era el encargado –no sé si por vocación o cumpliendo órdenes de los anfitriones– de arremeter con las ya vencidas calumnias sobre la «dictadura de Maduro», la falta de «democracia» y otras injurias, al peor estilo de a quien solo le quedan días en la presidencia colombiana.
Un viaje a Estados Unidos y una foto con Biden, bien que merecían cualquier servicio a los anfitriones, y lo más apegado al pensamiento imperial era desbarrar contra los gobiernos que resultan incómodos para las administraciones estadounidenses.
Cuando la inmensa mayoría de quienes acudieron al show mediático con nombre de Cumbre de las Américas, no se alineó con la manera excluyente en que se organizó la cita, Iván Duque defendió el aislamiento de los gobernantes, a los que llamó «autócratas» de dictaduras en Venezuela, Nicaragua y Cuba.
¡Qué pena! caer tan al fondo del abismo, cuando él y su administración no constituyen ejemplo ni bueno ni regular en un país de los más inestables, donde líderes sociales, sindicalistas, campesinos y exguerrilleros que apostaron por dejar las armas son asesinados a diario, y el más importante Acuerdo de Paz –como lo calificó la ONU– entre el Gobierno y la guerrilla, ha sido lanzado a la basura durante su gobierno, como continuidad del uribismo, que tanto daño ha hecho a la nación sudamericana.
Un catastrófico «aporte» a sus conceptos sobre lo que sucede en la región, lo mostró cuando llamó a que «no caigamos en las falsas narrativas, porque nuestra región no se divide entre izquierda y derecha, ni entre progresistas y conservadores, sino entre demócratas y autócratas».
Y si le faltaba algo para hundirse todavía más profundo en su descrédito, fue capaz de defender a la OEA, la institución que, cuando menos, recibió varios «conteos de protección», al alzarse las voces de mandatarios y otros funcionarios que advirtieron que era una institución obsoleta que debía ser eliminada o replanteada.
Pues Duque salió en auxilio de la OEA y felicitó a su secretario general, Luis Almagro, por su defensa de la Carta Iberoamericana, según reportes de AFP.
Si algo me recuerda esta posición del Presidente colombiano es a la de los últimos días en la presidencia de Ecuador de Lenín Moreno. Su viaje a Miami, su visita a quienes lo auparon desde la Casa Blanca y el Departamento de Estado.
Hoy Moreno no es de interés para ningún medio, y su estancia al frente del gobierno, solo ha dejado como rastro una problemática social cuya expresión mayor la tuvo durante la etapa pico de la pandemia de la COVID-19.
En el caso de Iván Duque, no podemos olvidar cada masacre que se produce en su país, el uso del territorio colombiano para preparar y enviar mercenarios a realizar ataques terroristas en la vecina Venezuela, y el haber ignorado un Acuerdo de Paz que, de cumplirse, hubiese evitado la muerte de miles de los hijos de ese país.
Su presencia en la Cumbre de Biden, en Los Ángeles, puede considerarse como una «esperada despedida», para acercarse más a quienes lo alientan desde Estados Unidos.