Piccole Note
Aunque el enfrentamiento en Ucrania sigue siendo incierto, lo cierto es que entre los ganadores seguros de esta guerra estará Polonia. El reciente viaje del primer ministro polaco Mateusz Morawiecki a Washington, ha relanzado definitivamente esta perspectiva geopolítica de trascendencia mundial, porque el peso de la Gran Polonia será considerable en el futuro.
The Guardian escribió al respecto: «Todos los principales partidos polacos apoyan a Ucrania, pero también esperan que, aunque el arco de la historia sea largo, acabe inclinándose hacia un nuevo orden geopolítico. Quieren que Ucrania emerja de esta guerra como una estrella emergente, derroque la centenaria orientación occidental de Europa y convierta a Polonia en la «vencedora no declarada» del conflicto.
Las cambiantes interpretaciones de la integridad territorial
Esta deslumbrante perspectiva se haría realidad tras el final de la guerra con la anexión de Ucrania –lo que quedara de ella– a Polonia.
Además, cortesía de Zelensky, que en su visita a Varsovia a principios de abril declaró esto en términos inequívocos, afirmando que «no habrá más fronteras» entre las dos naciones, (acreditando así en su persona el poder de hacer lo que quiera con el país del que sólo debería ser presidente).
Una evolución realmente sorprendente para una guerra en la que Occidente ha salido en defensa de la integridad territorial de Ucrania, porque el respeto de esa integridad formaría parte de las «reglas» del mundo que se pretende preservar. Esta integridad, amenazada por Rusia, se preservará mediante la dilución de Ucrania en la Gran Polonia. Una esquizofrenia flagrante.
Si tal perspectiva tiene algún fundamento, no se debe tanto a los objetivos expansionistas polacos o a las decisiones arbitrarias de Zelensky, sino a los patrocinadores internacionales de tal proyecto, que son los mismos círculos que están alimentando esta guerra por poderes contra Rusia, a saber, los círculos anglosajones hiper-atlantistas.
En Foreign Policy, por ejemplo, se elogia profusamente esta perspectiva, que vuelve a proponer la edad de oro de la Gran Polonia en clave moderna, la del Imperio Jagellónico establecido a finales del siglo XIV –tras la fusión con Lituania por matrimonio– que perduró, entre alternancias de fortuna, hasta el siglo XVI, extendiendo su dominio sobre Bielorrusia, Ucrania, Letonia, Estonia, Chequia, así como partes de Prusia, Hungría y Rusia.
Y es precisamente a este periodo al que debemos el acalorado conflicto entre Polonia y Rusia, pues los rusos eran tan hostiles a la dominación polaca que el día de la liberación de Moscú del opresor se sigue celebrando como fiesta nacional (que, además, coincide con la festividad de Nuestra Señora de Kazán, patrona de Rusia, en parte porque a su intercesión se atribuyó la liberación).
La nación más poderosa de Europa
El atávico antagonismo Moscú-Varsovia convierte a la Gran Polonia en un baluarte ideal para contener a Rusia y romper temporalmente las relaciones entre Moscú y Europa Occidental, como desean los neoconservadores.
Pero, como explica The Guardian en el pasaje anterior, también tenía el propósito de redimensionar el papel geopolítico de Europa Occidental. De hecho, como explica Foreign Policy, el Imperio Jagellónico no nació principalmente para enfrentarse a enemigos orientales, sino para hacer frente a la «amenaza de los Caballeros Teutónicos».
Resulta instructiva la continuación del artículo de Foreign Policy, en la que, tras destacar las dificultades de Ucrania para entrar en la OTAN y en la UE, explica: «Imaginemos en cambio que, al final de la guerra, Polonia y Ucrania forman un Estado federal o confederal común, fusionando sus respectivas políticas exterior y de defensa e incorporando a Ucrania a la UE y a la OTAN casi instantáneamente.
«La Unión Polaco-Ucraniana se convertiría en el segundo país más grande de la UE y probablemente resultaría ser la mayor potencia militar del continente, garantizando un contrapeso más que adecuado al tándem franco-alemán, algo de lo que carece la UE tras el Brexit» [en beneficio de Londres, cabría añadir].
Baluarte antirruso
«Para Estados Unidos y Europa Occidental, la unión sería una forma permanente de proteger el flanco oriental de Europa de la agresión rusa. En lugar de un país alborotado y un tanto caótico de 43 millones de habitantes que merodea en tierra de nadie, Europa Occidental estaría protegida de Rusia por un país formidable con una conciencia muy clara de la amenaza rusa.»
«Sin una Ucrania independiente, no puede haber una Polonia independiente», ha declarado públicamente Jozef Pilsudski, que dirigió Polonia entre las dos grandes guerras, abogando por una federación de Europa Oriental dirigida por polacos que incluiría Lituania, Bielorrusia y Ucrania, básicamente una reedición de la Commonwealth medieval» [polaco-lituana].
La Gran Polonia: el monstruo geopolítico que se avecina
«Esto no es una fantasía. Al principio de la guerra, Polonia aprobó una ley que permitía a los refugiados ucranianos obtener documentos de identidad polacos, lo que les daba acceso a una serie de prestaciones sociales y sanitarias reservadas a los ciudadanos polacos».
«El gobierno ucraniano ha prometido devolver la cortesía extendiendo a los polacos que viven en Ucrania un estatus legal negado a otros ciudadanos extranjeros. Con más de 3 millones de ucranianos viviendo en Polonia […], los lazos culturales, sociales y personales entre las dos naciones se estrechan cada día.»
El monstruo geopolítico
Tal fusión/anexión entraña muchas dificultades, pero Foreign Policy cita la unificación alemana posterior a 1989 como ejemplo virtuoso. Se puede hacer «cuando hay voluntad política», concluye. Y la voluntad política existe: Estados Unidos y Gran Bretaña podrán contar con Varsovia para proteger sus intereses en el continente europeo y frente a Moscú.
Si se tiene en cuenta el armamento de la OTAN vertido en Ucrania y Polonia, la convergencia del movimiento neonazi ucraniano con los impulsos nacionalistas polacos, el acalorado antagonismo de ambos países hacia Rusia, incandescente por el conflicto actual, y sus mal disimulados objetivos sobre Bielorrusia, todo ello convierte a esta criatura geopolítica, nacida de la ingeniería política anglosajona, en un monstruo geopolítico atascado en la Europa continental. La realización del sueño neoconservador corre así el riesgo de convertirse en una pesadilla para el resto de los países europeos (y no sólo).
Para terminar, cabe mencionar que esta perspectiva no es de ahora. Desde hace algún tiempo, la OTAN, en colaboración con los políticos locales, trabaja en el proyecto Intermarium, es decir, la unión de los países de Europa Central y Oriental, desde el Báltico hasta el Mar Negro y el Adriático, en función antirrusa; al igual que desde hace algún tiempo existen rumores sobre la fusión ucraniano-polaca. Pero nos ha parecido útil dejar constancia de la aceleración que se está produciendo.