José Negrón Valera | Sputnik
(1ª Parte)
La próxima gran guerra ya está aquí. Puesta frente a sus ojos aunque no logre verla. Se extiende desde las fronteras de las agresiones comerciales que EEUU ha desatado contra China y llega hasta las fronteras nebulosas de las legiones de televidentes que creen conocer todo sobre el comunismo solo porque han visto un maratón televisivo en Netflix.
Es una guerra incruenta, sí, pero de devastadoras consecuencias para toda la humanidad. Una guerra de la que acaban de hablar en Suiza un selecto grupo de magnates, y donde usted está participando como víctima-soldado-espectador a partes iguales.
Doctrina y campo de batalla
El club Bilderberg culmina su reunión anual. Rodeado del secretismo acostumbrado, solo contamos con su frugal página web para hacernos una idea de los tópicos que han servido de eje para el intercambio de ideas entre los hombres más ricos e influyentes del planeta.
Uno de los asuntos abordados fue la ‘Armamentización de las redes sociales’, es decir, la utilización de las tecnologías de la información y comunicación como herramienta para el desarrollo de una bien planificada, sistemática, incruenta y soterrada guerra, que vamos a bautizar como ‘imaginacional’.
Uno de los invitados fue Peter Singer, escritor del libro ‘LikeWar’ y politólogo ligado a tanques de pensamiento como la Fundación para la Nueva América, así como al Departamento de Defensa de EEUU.
En una entrevista previa hecha por la Universidad de Pensilvania, Singer consideraba al respecto de las redes sociales, que estas se han «convertido en un nuevo espacio de batalla (…) donde una gran variedad de actores con objetivos del mundo real muy diferentes terminan utilizando las mismas tácticas».
Ya se trate de un reclutador del ISIS, un político en carrera por un cargo en el Senado o las Kardashian, todos, según Singer, poseen el mismo deseo: atraer la atención e influenciar a su audiencia.
«Somos los objetivos de estas guerras, ya sea una guerra de mercadeo o una guerra del mundo real. Nosotros somos aquellos cuyos ‘clics’ deciden qué lado gana», concluye Singer.
Esta ‘Armamentización de las Redes Sociales’ no es una idea nueva y tiene su correlato en el mundo de los estudios de la guerra.
Los coroneles chinos de la Fuerza Aérea del Ejército Popular de Aviación China, Qiao Liang y Wang Xiangsui, publicaron en 1999 su libro ‘Guerra Irrestricta’, donde planteaban que, a partir de ese momento, los conflictos trascenderían todos los límites y fronteras, y además todo estaría permitido.
«Este tipo de guerra significa que todos los medios estarán listos, que la información será omnipresente, y ‘el campo de batalla estará en todas partes’. Significa que todo, las armas y la tecnología, se pueden superponer a voluntad, significa que todos los límites mienten entre los dos mundos de guerra y no guerra, de militares y no militares, será totalmente destruido, y también significa que muchos de los principios actuales de combate serán modificados, e incluso que las reglas de la guerra pueden necesitar ser reescritas», concluyen Qiao y Wang.
La doctrina irrestricta de los coroneles chinos, incluye la llamada guerra cultural como parte de este nuevo entramado de conflicto cuya misión es «controlar o influenciar los puntos de vista culturales de la nación adversaria».
El intelectual venezolano, Luis Britto García, lo explica en los siguientes términos. «A los arsenales de la guerra psicológica han añadido (…) la guerra cultural. Con operaciones de penetración, de investigación motivacional, de propaganda y de educación, los aparatos políticos y económicos han asumido la tarea de operar en el cuerpo viviente de la cultura. Sus cañones son los medios de comunicación de masas, sus proyectiles las ideologías. La guerra se libra por la mente de la humanidad», concluye.
Esta ‘mente’ no es si no otra etiqueta, para lo que el filósofo Cornelius Castoriadis llamó el imaginario colectivo, es decir, «el conjunto de ideas e imágenes que sirven de relevo y de apoyo a las otras formas ideológicas de las sociedades tales como los mitos políticos fundadores de las instituciones de poder».
No existe sistema político, económico y social que no esté precedido por una particular forma de ver el mundo. Si logras influir en esta cosmovisión, cambiarás la forma en que viven los seres humanos. Ese podría ser un buen resumen.
No es poca cosa que en Bilderberg hayan tomado un tiempo importante para debatir el poder de las redes sociales digitales en la manipulación, constitución y modelaje de esta mente colectiva.
El creador del ‘concepto de contención al comunismo’, el diplomático George Kennan, consideraba que el fin último de la guerra política era ganar la «guerra de ideas, que no está asociada con las hostilidades».
El periodista cubano, Elier Ramírez Cañedo, afina la puntería al recordar que no solo se trata de Kennan, sino de toda una corriente de pensamiento dentro del imperialismo occidental, quienes comparten el mismo punto de vista.
El propio Zbigniew Brzezinski, referente ideológico para la construcción de la hegemonía global de EEUU, consideraba en su libro ‘El Gran Tablero Mundial’ que «la dominación cultural ha sido una faceta infravalorada del poder global estadounidense».
Brzezinski —refiere Ramírez Cañedo— reflexionaba sobre el modo de vida y la cultura estadounidense, y cómo este sirve para influir en los modos de vida de otros pueblos, con especial énfasis en la juventud.
Pero lo que no admite Brzezinski, y que sí tienen muy claro en Bilderberg, es que el atractivo global (y la consecuente adopción) de dichos valores, es producto de la monopolización de las redes por las que transitan y se diseminan a nivel mundial dichos contenidos.
Redes de influencia
El sociólogo español, Manuel Castells, afirmaba que en nuestros días la dimensión real del poder se encontraba en su capacidad de «modelar la mente construyendo significados a través de la creación de imágenes».
Castells nos recuerda que esta creación de imágenes tiene lugar en la sociedad actual a través de los medios de comunicación de masas, que son «la forma de comunicación decisiva».
Si entendemos, tal y como explica el investigador español, que ya para el 2006 «Disney, Time Warner, NBC Universal, Fax Studios (NewsCorp) y Viacom representaban el 79% de la producción cinematográfica y el 55% de la distribución mundial», tendremos una idea bastante aproximada de cuáles son las ideas que terminarán siendo predominantes en una sociedad.
¿No es preocupante esta concentración de las imágenes/ideas que surgen y se distribuyen a escala global? Miles de millones de personas, considerando que creen saber algo sobre un hecho histórico porque lo ven en alguna plataforma de streaming, o porque lo leyeron en Wikipedia o porque se hizo una película al respecto.
Confunden la realidad con la versión de la verdad que les brindan las productoras, directores y grandes corporaciones mediáticas.
Cuando en Bilderberg discuten sobre la influencia de las redes sociales en el modelaje de los imaginarios sociales, no podemos si no pensar en Edward Bernays, el creador de la denominada ‘ingeniería del consentimiento’, quien describía su orientación en los siguientes términos:
«La manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizados de las masas es un elemento importante en la sociedad democrática. Aquellos que manipulan este mecanismo invisible de la sociedad constituyen un gobierno invisible, que es el verdadero poder gobernante de nuestro país. Somos gobernados, nuestras mentes son moldeadas, nuestros gustos formados, nuestras ideas sugeridas, en gran medida por los hombres que nunca hemos oído hablar. Este es un resultado lógico de la forma en que está organizada nuestra sociedad democrática» (1928: 9).
Solo así logramos entender cómo fue posible la operación que llevó a cada vez más gente a nivel global, a olvidar que fue la Unión Soviética la que derrotó a los nazis en la Segunda Guerra Mundial, y a asignarle un papel preponderante y decisivo a EEUU en dicha victoria.
«Un nuevo régimen de percepción socialmente regulado».
El antropólogo francés Marc Augé considera que vivimos una «invasión de imágenes». Dicho fenómeno viene a constituirse en un «nuevo régimen de ficción que afecta la vida social, la contamina, la penetra hasta el punto de hacernos dudar de ella de su realidad, de su sentido».
«(…) todos nosotros tenemos la sensación de estar colonizados, pero sin saber precisamente por quién, el enemigo no es fácilmente identificable y nosotros aventuramos la hipótesis de que esa sensación está hoy presente en todas partes, en toda la tierra…», asegura Augé en su libro ‘La guerra de los sueños’.
Esta invasión está siendo acelerada por las nuevas tecnologías de información, que están produciendo una nueva clase, un nuevo tipo de ritmo, de cambio sutil en la forma en que nos relacionamos con las imágenes del mundo.
Uno de estos cambios, aunque no el único, es el síndrome de pensamiento acelerado, identificado por el psicólogo brasileño Augusto Cury.
El «exceso de información y la intoxicación digital hacen que el gatillo de la memoria dispare muchísimo y que abra un número espeluznante de ventanas (del archivo de recuerdos) sin anclarse en ninguna, por lo que el individuo pierde el foco y la concentración», define Cury.
Las consecuencias, por supuesto, no pueden ser alentadoras. Para Cury, la «intoxicación informativa» produce en los individuos mayor conflictividad como producto de un «umbral bajo para la frustración», que los convierte en seres intolerantes a los imprevistos, irritables, tensos, ansiosos y con poca disposición a pensar o debatir ideas.
En Bilderberg tienen muy claro estos efectos y que además la conjunción de entramado tecnológico/mediático y la monopolización de empresas de difusión y creación de contenidos generan un nuevo tipo de colonización del imaginario a escala global que está modificando nuestras formas de ver/percibir/sentir la realidad.
Y aunque no es nada nuevo la guerra cultural, lo es la aceleración, omnipresencia e instantaneidad con que ahora se produce, cortesía de las tecnologías y las redes sociales digitales. He allí, donde todo se enlaza con el interés de Bilderberg, en boicotear a toda costa que China controle la tecnología 5G.
Así como en su momento, durante la carrera espacial, Estados Unidos apeló a cualquier recurso para hacerse ver como la nación victoriosa, en estos momentos los mueve la misma urgencia.
Saben las consecuencias de quedar rezagados. No solo se trata de economía o dominio militar. Se trata de poder controlar el flujo que modela la mente colectiva. Iremos hasta fondo en la próxima entrega.