Si juntamos las veces que se reproduce la noticia en los medios de comunicación afines a Estados Unidos en América Latina y el mundo, nos daremos cuenta que superan en mucho a los escasos participantes que llegan cada miércoles a protestar frente al Consejo Supremo Electoral (CSE) en Metrocentro.
Dicha protesta aquí no tiene ningún eco y aparte de la respuesta policial ante los intentos de desatar la violencia, lo único que han conseguido es irritar a los propietarios de módulos en el centro comercial Metrocentro, que cada miércoles ven mermadas sus ganancias.
Para las agencias de prensa internacionales, diarios, televisoras, radios y periodistas de la corporación de medios en la órbita de influencia norteamericana, los opositores de Nicaragua han “subido el tono de la protesta” debido a que llegaron diez más que en las fechas anteriores, tras recibir las ONG financiadas por la USAID la orden de enviar a sus afiliados.
Una peligrosa aventura
Lo que buscan los opositores, más que derribar a un sólido Consejo Supremo Electoral, es crear las condiciones para un “golpe suave”, “revolución de colores”, “primavera árabe” o como quieran llamarle, a fin de escalar la “guerra no convencional” que les fue encomendada por sus patrones gringos.
Estamos seguros de que la mayoría de los que asisten los miércoles al CSE, ni siquiera saben que han sido lanzados a una peligrosa aventura.
La Guerra No Convencional (GNC) es, como suena, lo contrario a la guerra convencional (GC). La primera tiene un carácter altamente conspirativo y busca reducir la capacidad de lucha de sus rivales mediante la aplicación de los métodos del politólogo norteamericano Gene Sharp, para botar gobiernos.
Los dirigentes del MRS, el PLI y ONG opositoras como la CPDH, CENIDH, IEEPP, Hagamos Democracia, Movimiento por Nicaragua, Coordinadora Civil y otros, están claros de lo que hacen y de los intereses políticos y económicos que los mueven, no así la mayoría de sus partidarios.
Buscan forzar “chispa” de violencia
Cuando elementos contratados ex profeso para agredir a los agentes del orden se lanzan al ataque, intentan allanar el camino a una respuesta violenta de los policías que permita, en el mejor de sus cálculos, una réplica masiva de la población que ilusoriamente han hecho creer a sus patrocinadores que los sigue.
Consideran que un momento de esos que buscan crear, será capaz de instaurar el caos para desatar los elementos necesarios a fin de sembrar el miedo y la desbandada de las autoridades constituidas y las organizaciones populares organizadas en torno al gobierno sandinista.
Los impulsores de la GNC buscan sembrar la creencia de que la paz y la seguridad no son posibles sin un determinado compromiso o concesión hacia ellos. Intentan instalar en las conciencias de la gente el miedo, la inseguridad, la depresión, la desesperanza y la desintegración moral a punta de ataques y descalificación a todo lo que se hace.
Son desplazados del poder
Y como en el caso de Nicaragua provienen de gente desplazada del poder, es común encontrar a pequeños grupos compuestos por gente de derecha, de centro, otros que dicen ser de izquierda, de ultraizquierda y ultraderecha (cuyos objetivos son los mismos en la práctica), resentidos y oportunistas a la caza de una oportunidad para sacar buenos dividendos.
Vemos empujando el carro de la guerra no convencional a políticos agrupados en minipartidos; partidos grandes pero divididos; ONG diversas con gente que perteneció a grupos políticos; hay medios de comunicación y periodistas que vivieron días de gloria económica durante los gobiernos neoliberales y que añoran volver por sus fueros. Sindicalistas de diversos gremios que también buscan revivir su glorioso pasado reciente en el que amasaron fortunas gracias a sus padrinos en el poder.
También impulsan el “golpe blando” ex miembros y ex dirigentes del FSLN que fracasaron al intentar hacer tienda aparte con el MRS. Son quizás los más beligerantes por aquello de que no soportan el triunfo de sus antiguos camaradas a quienes apuñalaron por la espalda allá por 1995.
Dieron por acabado al FSLN
Fue la época aquella en que la mayoría de la gente de clase media que había apoyado el proceso revolucionario en los años 80, buscó un acomodamiento en los gobiernos neoliberales, persuadidos de que el sandinismo había terminado para siempre, tal y como incluso lo proclamaron.
En el zafarrancho de la guerra no convencional están enfrascados incluso ex militares que no aceptaron el haber sido incluidos en las depuraciones que se dieron, y que hoy asumen roles en partidos políticos y ONG opositoras, enfrentando y denigrando a sus ex compañeros de armas.
Vemos hasta a ex miembros de la Dirección Nacional del FSLN indicando que el régimen somocista era mejor que el actual gobierno sandinista, solo por el hecho de que no lograron tomarse el poder cuanto intentaron desaparecer al partido rojinegro desde sus curules en la Asamblea Nacional.
Se mueve por ahí un ex vicepresidente que lideró la intentona por tumbar al comandante Daniel Ortega de la dirigencia sandinista y que ahora vive de la renta de sus libros, de la lisonja y del glamour que le da sentirse parte del “jet set” internacional de la literatura.
Al final son guerras cruentas
Son parte de los actores de esta “guerra no convencional”, que como la mayoría de las aplicadas en otras naciones, terminan por convertirse en guerras reales con tiros, muertos y todo lo demás, cuando fracasan los métodos que los gobiernos en la mira ya conocen.
Cinco personas sandinistas murieron en un ataque alevoso el 19 de julio del año pasado, cuando dos buses que los transportaban hacia el norte del país fueron rafagueados. Un hecho doloroso que apenas mereció tímidos rechazos públicos y mucho regocijo interno de la gente antes mencionada.
Ahora, tras el incidente doloroso en que murieron dos niños y una joven mujer en La Jagüitas, se han volcado en toda una campaña que busca la renuncia de mandos policiales, y en la que han criminalizado a jóvenes agentes policiales que intentaban atrapar –con métodos quizás errados-, a una célula del narcotráfico.
Total falta de escrúpulos
La falta de escrúpulos es tal ante la tragedia, que este jueves salió el dirigente de la CPDH, Marcos Carmona, diciendo que el blanco de los policías era él, que todos los días pasa por el lugar donde se produjo el operativo fatal.
Pero no es una acusación espontánea. Forma parte de la estrategia de la “guerra no convencional” que impulsan. Veremos hasta dónde los deja llegar el pueblo sandinista.