Francisco
Arias Fernández | Granma
Entre amenazas e insultos, arrogancia imperial sin precedentes, promociones a cargos claves de multimillonarios o «fieles donantes», ineptos «incondicionales», mafiosos miamenses, desechables de corta duración y halagado por aliados extranjeros pronazis, entre la mentira y la verdad tanto en el espacio real como en el virtual, pasan los días previos al show global de «juramentación» de Donald Trump como nuevo presidente de Estados Unidos.
El 20 de enero de 2025 ha creado expectativas en todo el mundo sobre las mentiras y las verdades del contenido del discurso o de la narrativa hegemónica de Trump antes, durante y después de las elecciones de noviembre del pasado año; lleno de promesas, augurios de venganza, euforia anticomunista, antinmigrantes, racista, expansionista sin límites ante aliados, enemigos, socios, adversarios, ingenuos o nuevos títeres.
Decenas de miles de afirmaciones falsas o engañosas se le han contabilizado al presidente electo de Estados Unidos a lo largo de su etapa de gobierno, en la guerra por recuperar la Casa Blanca y en las últimas conferencias de prensa, cuando se le ha comparado con los mandatarios más expansionistas y colonialistas en la historia de Estados Unidos, o con el mismísimo Adolfo Hitler.
The Washington Post documentó 30,573 falsedades durante su mandato; un promedio de aproximadamente 21 por día.
Sin espacio para escrúpulos ni ética, solo para propósitos geoestratégicos, viejos planes hegemónicos que quedaron en el tintero de halcones ultraconservadores y conspiradores del stablishment, con un «ejército» de aliados de la peor especie, Trump amenaza con anexarse a Groenlandia y el Canal de Panamá, sin descartar el uso de la fuerza, mientras insinúa que Canadá y México, partes del Tratado de Libre Comercio, deberían ser miembros de la Unión, mientras convierte en un asunto interno de EE. UU. o del Congreso cambiar el nombre del Golfo de México, en franco desprecio por la independencia, la soberanía de los Estados y el derecho internacional.
Primero utiliza la mentira, las falsas amenazas o las conspiraciones para crear estados de necesidad que sus seguidores se crean, al menos por un instante, y lo apoyen; para luego ofrecer negociar por la fuerza, la coerción, el dinero o el chantaje, el empleo del ejército, del legislativo, de la comunidad de inteligencia o la Fiscalía, en su propósito de ser el gran dictador a lo interno de Estados Unidos, y el gendarme global, a lo nazi.
El que hizo campañas a costa de que acabaría con todas las guerras, promete ahora un infierno para el Medio Oriente si no devuelven a rehenes israelíes, como si el genocidio del pueblo palestino no fuese más que un nuevo holocausto. Al mismo tiempo, no descarta el uso de sus tropas para recuperar por la fuerza a Groenlandia si Dinamarca no se la vende o si Panamá se niega a entregarle el control del Canal.
The New York Times no ha podido soslayar el momento de inquietud e incertidumbre que vive el país y el mundo a las puertas del retorno de Trump. El periodista David E. Sanger, que ha cubierto el quehacer de los presidentes de EE. UU. durante los últimos 40 años, ha afirmado que «estaba de vuelta: la caótica presidencia del monólogo interior».
Añadió que resaltan «las teorías conspirativas, los datos inventados, las quejas encendidas, todo ello a pesar de que ha protagonizado una de las remontadas políticas más notables de la historia. Las vagas referencias a “personas” que nunca nombra. La plana declaración de que la seguridad nacional estadounidense estaba amenazada ahora, sin definir cómo ha cambiado el entorno estratégico de modo que pudiera impulsarlo a violar la soberanía de naciones independientes.
«Pero también había varias diferencias en esta versión de Trump que son fáciles de pasar por alto en un hombre que puede ir, en un instante, de los fracasos de la fontanería estadounidense a la necesidad de revivir el espíritu de conquista de territorios del presidente William McKinley», comentó el columnista estadounidense.
Una administración fascista, con aliados predilectos de esa etiqueta en Europa y América, está a punto de desafiar al mundo entero con sus ansias de dominio total, al estilo de la Alemania de Hitler, sin otro freno que la voluntad de los gobiernos y pueblos decididos a defender su independencia, su soberanía y su integridad territorial.