La Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha apresurado a «aclarar» las afirmaciones de uno de sus altos responsables, que un día antes había provocado la perplejidad del mundo científico al calificar de «muy raros» los casos de transmisión del Covid-19 por parte de personas asintomáticas. Este nuevo episodio se suma a la ya difícil situación de la agencia internacional, acusada por Donald Trump de falta de transparencia y una mala administración de la pandemia del coronavirus.
«Utilicé la expresión ‘muy raros’ refiriéndome a los resultados de un reducido número de estudios que se ocupan de la transmisión del Covid-19 por parte de personas asintomáticas», explicó ayer María Van Kerkhove, responsable de la célula de enfermedades emergentes y zoonosis de la OMS. «Fue un malentendido afirmar que las transmisiones asintomáticas son globalmente muy raras», agregó.
El día antes, en respuesta a la pregunta de un periodista durante una conferencia de prensa virtual desde la sede de la organización en Ginebra, la epidemióloga había declarado: «Tratamos de recibir la mayor cantidad de información de los países miembros para responder realmente a esa cuestión. Pero parece raro que una persona asintomática transmita» la enfermedad.
Esa misma noche, Maria Van Kerkhove, había aportado a través de Twitter precisiones sobre sus declaraciones: «Los estudios completos realizados en personas asintomáticas son muy difíciles de realizar. Pero las pruebas disponibles a partir de testeos provenientes de los Estados miembros (de la OMS) sugieren que las personas contaminadas y asintomáticas son mucho menos susceptibles de transmitir el virus que aquellas que presentan síntomas», escribió.
Sus propósitos, ampliamente repetidos por las redes sociales, provocaron una viva reacción de la comunidad científica.
«Contrariamente al anuncio de la OMS, es imposible afirmar científicamente que los portadores asintomáticos del SARS-CoV-2 son poco contaminantes», afirmó en Twitter el profesor Gilbert Deray, especialista en el célebre hospital parisino de la Pitié-Salpetrière.
El profesor Liam Smeeth de la London School of Hygiene and Tropical Medicine se declaró «sorprendido».
«Existen algunas incógnitas. Pero las infecciones asintomáticas podrían representar entre 30% y 50% de los casos. Hasta ahora, los mejores estudios científicos sugieren que hasta la mitad de los casos resultaron infectados por personas asintomáticas o pré-asintomáticas», indicó en un comunicado.
Según los expertos, si la teoría sugerida por Van Kerkhove resultara cierta, las implicaciones en términos de gestión de la pandemia serían «enormes». En un informe publicado en 1° de abril, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) advertía sobre «la potencial transmisión asintomática» como justificación para imponer la distanciación social.
«Los resultados sugieren que, para controlar la pandemia, es posible que no baste con que las personas con síntomas limiten el contacto con los demás, porque los asintomáticos también pueden transmitir la infección», afirmaba el estudio del CDC.
Ante el revuelo desatado, Van Kerkhove aseguró ayer que sus declaraciones no significaban «en ningún caso, una posición oficial de la OMS». Lo mismo afirmó su colega Mike Ryan, director del departamento de Programas de Emergencia de la organización: «Los propósitos vertidos en conferencia de prensa no estuvieron destinados a sugerir que existe una política nueva o diferente en la institución», dijo. «Todavía hay cantidad de incógnitas sobre el virus y sobre la dinámica de su transmisión», precisó.
Este es, en todo caso, un nuevo y lamentable episodio en la larga serie de tropiezos que protagonizó la OMS desde que comenzó la pandemia. Al punto, que muchos comienzan a preguntarse si la agencia de Naciones Unidas logrará sobrevivir al virus.
En abril, Donald Trump anunció su decisión de suspender la contribución financiera de Estados Unidos a esa organización, responsable de coordinar los esfuerzos mundiales en tiempos de pandemia. El presidente norteamericano culpó a la OMS de una «terrible» gestión de la crisis y la acusó de complacencia -incluso de complicidad- con China, que habría tardado más de lo debido en anunciar al planeta la aparición del virus.
Las críticas a esa decisión no se hicieron esperar. Más allá de las sospechas de colusión política, el retiro de esa financiación en plena crisis apareció como un auténtico despropósito, que privará a numerosos países sin recursos de una preciosa ayuda.
Para coordinar los esfuerzos que requiere la salud mundial, el presupuesto bianual de la OMS asciende a 6000 millones de dólares. En comparación, el CDC norteamericano cuenta con un presupuesto de 11.000 millones de dólares por año. Estados Unidos financia la OMS con 550 millones de dólares por año, la suma más importante acordada por uno de los 194 países miembros de la organización.
La contribución de los Estados comprende sumas fijas y voluntarias. Las primeras son establecidas en función de los ingresos y la población de cada país. Las contribuciones voluntarias están libradas a la discreción de los Estados, que pueden así financiar proyectos acordes a sus prioridades.
«El problema es que las contribuciones fijas han declinado significativamente en los últimos años, representando actualmente menos de un cuarto de la financiación de la organización. Esa escasez de medios fragiliza las capacidades de la OMS, incluso en tiempos de crisis. Por ejemplo, cuando se trata de asistencia técnica o asesoramiento a los países», explica Carine Milcent, economista y especialista en sistemas de salud.
Por otra parte, si bien la organización cuenta con un amplio mandato que debería permitirle responder correctamente a una globalización que aumenta los riesgos sanitarios, carece de los medios necesarios para forzar la ejecución de esas normas, que reposan en gran parte sobre la voluntad de los Estados.
«La OMS solo puede intervenir para evaluar in situ el nivel de riesgo que representa una epidemia para la salud pública internacional cuando un país la autoriza. Es por eso que tuvo que transmitir una solicitud a China para que ‘la invite’ a investigar sobre el origen del virus», precisa Milcent para quien, en todo caso, «nada de esto exime a la OMC de rendir cuentas».
A su juicio, para sobrevivir, «la organización debe ser transparente en su gestión y demostrar una total ausencia de conflicto de intereses»