Stephen Sefton
* Aun en las pocas ocasiones en que Estados Unidos sufrió una derrota contundente en el sistema de Naciones Unidas, sus gobiernos han ignorado las decisiones de la Asamblea General. El caso de la sentencia a favor de Nicaragua de la Corte Internacional de Justicia es quizás el ejemplo más claro de la efectiva impunidad de USA por sus crímenes contra el mundo mayoritario.
Desde su fundación en 1945, la manipulación y abuso del sistema de las Naciones Unidas por Estados Unidos y sus aliados, de una manera antidemocrática, han sido características permanentes de la operación de la organización.
Por ejemplo, la representación de China como miembro fundador de la ONU y miembro del Consejo de Seguridad, fue otorgado a la llamada “República de China” de las fuerzas Kuomintang, y fue sostenido aun después de su derrota y expulsión de la China continental en 1949 por las y los combatientes revolucionarios del Partido Comunista de China.
Así que, un gobierno aliado de Estados Unidos, de unos siete millones de población, en 1950, fue permitido a usurpar la representación del gobierno legítimo del país más poblado del mundo de unos quinientos cincuenta millones de personas (en 1950).
Fue hasta el 15 de noviembre 1971, que el gobierno de Estados Unidos, bajo el presidente Nixon, aceptó reconocer a la República Popular China como el legítimo gobierno de China. Lo hizo solamente para explotar de manera cínica el contexto del enfriamiento en aquel entonces de las relaciones entre la Unión Soviética y China, por discrepancias de tipo ideológico.
Es importante recordar que los 30 años después de la Segunda Guerra Mundial, constituyeron el momento histórico del extendido proceso de la descolonización, lo cual permitió la creación de docenas de nuevas naciones independientes, principalmente en África y Asia.
Entre las primeras acciones de las Naciones Unidas bajo la hegemonía occidental, está la injusta imposición colonial de la partición de Palestina, para crear el estado de Israel en base a un proceso viciado por su indebido sesgo a favor de las y los dirigentes israelíes sionistas.
Fue el inicio del largo genocidio y limpieza étnica en cámara lenta de la población Palestina por las fuerzas sionistas, y la consolidación del estado de Israel como el país centinela occidental para amedrentar e intimidar a los países árabes del Medio Oriente y amenazar a la República Islámica de Irán.
Con una muy reducida Asamblea General, Estados Unidos y sus aliados imperialistas de Europa y de los países del Pacífico como Japón, Australia y Nueva Zelandia, aprovecharon la primera década de la ONU para promover su política extranjera.
En 1950, Estados Unidos y sus aliados aprovecharon su control de la Asamblea General y la ausencia de la Unión Soviética en el Consejo de Seguridad, cuando había solamente 60 países miembros de la ONU, para imponer la guerra en Corea.
El ejército de Corea del Sur, entrenado y armado por Estados Unidos, después de acumular sus fuerzas y sostener un período de fuertes provocaciones, atacó a la República Democrática de Corea en el norte de la península coreana. Pero Estados Unidos y sus aliados acusaron falsamente a la República Democrática de Corea de la agresión inicial, igual como en el caso de la guerra de la OTAN contra Rusia por medio del ejército de Ucrania al comienzo de 2022.
En base a esta acusación falsa, bajo la espuria autoridad de las Naciones Unidas y sin permitir la participación en la decisión por la Unión Soviética, se montó una enorme operación ofensiva para conquistar la República Democrática de Corea del Norte. Los intensos bombardeos estadounidenses destruyeron todas las ciudades de Corea del Norte.
Solo la heroica y masiva intervención de la República Popular China y la aviación militar soviética impidió la destrucción total del país y su población. Se forzó una tregua que ha durado hasta la fecha, después de setenta años, en base al reconocimiento del paralelo 38 que sirve como frontera entre las dos Coreas, la República del Sur y la República Democrática del Norte.
Y siguen las provocaciones de Estados Unidos y sus aliados regionales contra la República Democrática de Corea. Hasta el fin de la década de los años 1950s, solo la Unión Soviética y los países del Pacto de Varsovia podrían servir de contrapeso a la influencia imperialista del Occidente.
La independencia de países asiáticos como Indonesia, Vietnam, Camboya y Laos, o de África como Libia, Túnez, Argelia, Ghana, Nigeria, Mali, Tanzania y el Congo, provocó una vigorosa reacción de parte de los antiguos poderes coloniales. Francia e Inglaterra resistieron duramente el proceso de descolonización.
Francia libró dos costosas y sangrientas guerras en Vietnam y Argelia antes de aceptar su derrota en aquellos países. Luego, en los años siguientes, Estados Unidos y sus aliados promovieron golpes de estado en países como Indonesia contra el presidente Sukarno, en Ghana contra el presidente Nkrumah y en el Congo contra el primer ministro Patrice Lumumba, con un actuar altamente cuestionable de parte de la ONU.
Estos golpes no fueron solamente para asegurar su control de las fabulosas riquezas naturales de aquellos países, sino también para afianzar la subordinación diplomática de sus gobiernos en foros internacionales como la ONU. En Indonesia, aprovecharon el golpe de estado de 1965 para promover la masacre de más de un millón de opositores comunistas.
Aun en las pocas ocasiones en que Estados Unidos sufriera una derrota contundente en el sistema de la ONU, sus gobiernos han ignorado las decisiones de la Asamblea General y han usado su veto en el Consejo de Seguridad. El caso de la sentencia a favor de Nicaragua de la Corte Internacional de Justicia es quizás el ejemplo más claro de la efectiva impunidad de Estados Unidos por sus crímenes contra el mundo mayoritario. Pero cada año las votaciones en apoyo a Cuba contra el genocida bloqueo estadounidense resaltan la misma realidad.
Con la disolución de la Unión Soviética en 1991, en efecto Estados Unidos y sus aliados llegaron a dominar por completo las operaciones de las Naciones Unidas en prácticamente todos sus aspectos. Procedieron a cooptar las diferentes entidades de la ONU, especialmente en el campo de los derechos humanos. En los años 1990s promovieron el uso de Tribunales Especiales para intentar consolidar su control en las regiones de interés estratégico.
Por ejemplo, para promover la influencia occidental en la región del Congo, rico en minerales de todo tipo, montaron el espurio tribunal sobre Rwanda para afianzar el protagonismo regional del gobierno de ese país y su presidente Kagame. En Europa, para completar el aislamiento de Serbia entre sus países vecinos, se montó el Tribunal Internacional Criminal sobre el antiguo Yugoslavia para detener, enjuiciar y destruir el presidente serbio Slobodan Milosevic y sus colegas.
En el Líbano montaron un Tribunal Especial sobre el asesinato del destacado político de derecha Rafik Hariri, para poder intervenir en la política interna de aquel país y debilitar el movimiento Hezbollah, fuerte aliado regional de la República Islámica de Irán. Estos tribunales espurios abusaron las normas convencionales de la justicia para poder asegurar resultados falsos favorables para la política occidental en las respectivas regiones.
También, de manera paulatina, los poderes occidentales han ido cooptando instituciones como la Agencia Internacional de la Energía Atómica, la Organización para la Prohibición de la Armas Químicas y más especialmente la Oficina del Alto Comisionado de los Derechos Humanos y la Alta Comisión para Refugiados.
Son pocas las instituciones principales de la ONU que han resistido la embestida ideológica de los poderes occidentales, que han aprovechado la ubicación de las instituciones respectivas de la ONU en Estados Unidos y en Europa para afianzar su influencia y control. La gran mayoría de las instituciones principales de la ONU se encuentran en Nueva York, Estados Unidos o en Ginebra, Suiza y otros países occidentales.
Desde las invasiones de Iraq y Afganistán al inicio de este siglo y el subsiguiente fracaso de sus operaciones militares, Estados Unidos y sus aliados han variado sus tácticas. Para desestabilizar los gobiernos y pueblos que les resisten, Estados Unidos y sus aliados han optado por usar países y movimientos peones como fue el caso en la destrucción de Libia y el monstruoso asedio al gobierno y pueblo de Siria que ha durado más de 12 años.
En estos casos se han aprovechado las debilidades del sistema de la ONU para cubrir sus intervenciones con una apariencia de falsa legitimidad, en el caso de Libia por la infame Resolución 1973, deliberadamente aprovechado por Francia, Reino Unido y Estados Unidos para montar operaciones militares ofensivas en clara violación del sentido de la Resolución de proteger a la población civil.
En algunos casos también se ha usado a la ONU como institución para intervenir directamente en países de interés estratégico a Estados Unidos y sus aliados. En Costa Marfil, en África Oeste, en 2011, el jefe de la misión de la ONU en el país intervino descaradamente para cancelar una sentencia de la Corte Suprema del país sobre las elecciones del 2010 que fue a favor del partido de gobierno. La ONU impuso el movimiento opositor dominado por peones del poder colonial, Francia, como ganador de las elecciones.
En el conflicto armado que resultó, las fuerzas militares de Francia, supuestamente en función de ayudar a la misión de la ONU, apoyaron a las fuerzas armadas opositoras a derrocar al legítimo gobierno de Laurent Gbagbo. El presidente Gbagbo fue arrestado y llevado a juicio ante la Corte Internacional Penal en Holanda, donde sus fiscales nunca pudieron ofrecer pruebas hasta que, finalmente, después de 10 años de farsa judicial, la Corte tenía que liberarlo.
Quizás el caso más trágico del abuso de la ONU con fines neocoloniales ha sido la destrucción de Haití, donde las fuerzas de la ONU han jugado un papel vergonzoso, involucradas en masacres de civiles y de haber provocado una gravísima epidemia de cólera que mató a miles de haitianos.
La administración de la ONU en Haití se ha mostrado completamente incapaz de organizar elecciones libres y justas o de superar la influencia de las criminales élites que controlan el país bajo la tutela de las autoridades de Canadá y Estados Unidos y del antiguo poder colonial Francia. Haití demuestra la completa corrupción de los ideales de la ONU por la abusiva manipulación de sus mecanismos de parte de los poderes imperiales.
Un eje más reciente del intervencionismo de parte de la ONU ha sido la explotación del tema de la corrupción para intervenir en la política interna de países como Guatemala. La semana pasada llegó a Honduras una delegación para aconsejar a las autoridades del país y al gobierno de la presidenta Xiomara Castro para establecer una comisión contra la corrupción.
Dado la historia de las Naciones Unidas, es difícil creer que este tipo de misión no es meramente una manera más de seguir el patrón del intervencionismo neocolonial, con el fin de promover los intereses regionales de los grandes poderes occidentales que han controlado las Naciones Unidas desde su fundación.