Un día como hoy, hace 70 años, fue creada la Alianza Atlántica, una organización que tuvo como meta contrarrestar a la Unión Soviética. Tres décadas después de la disolución del país comunista, el bloque sigue existiendo y continúa expandiéndose.
Ambición por el dominio mundial
La Organización del Tratado del Atlántico Norte surgió en una época turbulenta cuando el mundo era bipolar, es decir, estaba dividido entre dos ideologías. Solo han pasado cuatro años desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, pero los antiguos aliados ya tenían enormes discrepancias.
Europa se quedó separada en dos partes, la parte liberada por EEUU, Reino Unido y Francia, y la parte liberada por la Unión Soviética. Cada ganador tenía planes para los territorios que se encontraban bajo su control y nadie quería echarse atrás.
Esto intensificó el surgimiento de la situación de conflicto entre dos bandos que luego pasó a llamarse la Guerra Fría. La OTAN fue la primera alianza que se formó y desde el principio estuvo orientada en contra de la Unión Soviética.
«En realidad la OTAN se construye sobre un conjunto de mentiras. La primera es la mentira fundacional de que reaccionaban a una supuesta expansión del comunismo soviético. Nunca fue así: la Unión Soviética nunca tuvo ninguna pretensión de expandirse por vías militares», declaró en un comentario el analista internacional José Antonio Egido.
Seis años después, en mayo de 1955, fue creado un bloque militar socialista, el llamado Pacto de Varsovia.
Después, los países miembros del pacto se convirtieron en el principal adversario de la Alianza Atlántica y la situación se quedó así hasta 1991, cuando se hizo claro que el bloque socialista había dejado de existir. A pesar de que la principal ‘amenaza’ había desaparecido, la OTAN prosiguió e incluso empezó a expandirse por los territorios del antiguo Pacto de Varsovia.
En aquel momento determinante, algunos altos cargos de los países occidentales prometieron al entonces líder de la URSS, Mijaíl Gorbachov, que el bloque no se expandiría hacia el este, mientras el propio mandatario soviético subrayó que la ampliación de la OTAN hacia Europa del Este era inaceptable.
No obstante, pese a todas las aseveraciones, la Alianza Atlántica no mantuvo su palabra. Hoy en día en Europa del Este hay muchos países, en su mayoría antiguos miembros del Pacto de Varsovia, que son miembros de la alianza o aspiran a ingresar en ella. Las promesas resultaron ser vacías.
«La segunda gran mentira en la que se sustenta la OTAN es que su ámbito de actuación no ha sido el Atlántico Norte, sino todo el mundo. Se trataba de asegurar la hegemonía occidental en el conjunto del mundo», proclamó Egido.
Con las manos desatadas
Antes de la disolución del bloque socialista los países miembros de la OTAN no se atrevían a lanzar una operación militar o intervenir directamente en un conflicto armado. Una de las primeras operaciones protagonizadas por la OTAN fue la guerra de Bosnia, un conflicto armado que surgió como resultado de la disolución de la Yugoslavia socialista.
A ella le siguió la operación contra Yugoslavia —la unión entre Serbia y Montenegro— que tuvo como meta apoyar a los separatistas kosovares. Los bombardeos que duraron entre marzo y junio de 1999 estaban dirigidos contra el potencial militar de Yugoslavia, pero en realidad se cobraron las vidas de muchos civiles inocentes.
La OTAN actuó sin la autorización de las Naciones Unidas y calificó su propia operación de intervención humanitaria. De hecho, la organización ayudó a los albaneses de Kosovo a convertirse en los verdaderos dueños de esta zona. Los kosovares cometieron numerosos actos de violencia y todo esto culminó con el éxodo masivo de la población serbia de la región.
Para defender a sus hermanos serbios y sus propios intereses, Rusia envió a sus soldados de Bosnia al aeropuerto del centro administrativo de Kosovo, Pristina, donde por primera vez desde la disolución de la URSS, Rusia y la OTAN se encontraron cara a cara.
Quizá en aquella situación los miembros de la Alianza Atlántica se dieron cuenta que Rusia representaba una ‘amenaza’ para ellos: el país euroasiático se negaba a obedecer.
Luego, cuando Vladímir Putin llegó al poder, las relaciones empezaron a empeorar paulatinamente porque Rusia tomó un rumbo más independiente encaminado a la protección de sus intereses nacionales.
«Creo que Rusia descubrió a finales de los años 90 que el mundo occidental militarmente dirigido por la OTAN no buscaba razones ideológicas. No quería destruir el socialismo soviético, sino que lo que buscaba era destruir la propia Federación de Rusia para apropiarse de las inmensas riquezas y su capacidad industrial», manifestó Egido.
El apogeo de la crisis de confianza llegó en 2014. El punto crítico fue el conflicto en Ucrania. Entonces Kiev decidió dar la espalda a Moscú y tomó el camino a la integración a la UE y la OTAN. Rusia reaccionó y ayudó a Crimea a celebrar un referéndum para separarse de Ucrania e ingresar a Rusia como nueva parte del país.
«Rusia descubrió que estaba en un peligro existencial. Cualquier concesión sistemática a las potencias occidentales iba a suponer la desaparición de Rusia como un Estado unido, la privación de sus recursos naturales, por no decir la destrucción de su propia población. Sin embargo, el mundo ha observado el renacimiento de Rusia y eso está muy bien para el equilibrio del mundo», agregó el entrevistado.
Llamada a la puerta del vecino
Pero hoy la OTAN pone su mirada no solo en Europa, sino también en América Latina. En Colombia todo comenzó en 2013 cuando el Gobierno de Juan Manuel Santos firmó un acuerdo de cooperación con el bloque con la meta de convertirse en un miembro asociado.
Al mismo tiempo, en aquella época el entonces ministro de Defensa de Colombia, Juan Carlos Pinzón, aclaró que no se trataba de la presencia de tropas extranjeras en Colombia. La OTAN, por su parte, explicó que el país no cumplía con el criterio geográfico.
«Sin duda ya es algo histórico que el bloque necesita el apoyo de otros Gobiernos de otros continentes para expandir sus redes y sus influencias. En el caso de América del Sur hay algunos gobiernos que tienen una larga tradición de cooperación militar muy disciplinada con respecto al mundo occidental», declaró el experto y puso como ejemplo Colombia.
En mayo de 2018, Colombia se convirtió en el ‘socio global’ de la OTAN. Según explicó el propio Santos, Colombia es el único país «con este privilegio».
Hay un país latinoamericano que tiene lazos estrechos con Estados Unidos —el país líder del bloque— es Argentina. Buenos Aires fue nombrado ‘aliado importante extra-OTAN’ por el presidente Bill Clinton en 1998.
Esto quiere decir que Buenos Aires para Washington es un aliado casi igual de importante que los miembros de la OTAN. El único problema es que a diferencia de Colombia, Argentina no tiene que ver directamente con la alianza.
Otro país que en la actualidad busca establecer relaciones cercanas con la Alianza Atlántica es Brasil. El presidente del país, Jair Bolsonaro, afirmó el pasado 21 de marzo que su homólogo norteamericano, Donald Trump, pretende proponer la modificación de los estatutos de la organización militar para posibilitar el ingreso de Brasil en ella.
«Creo que hay un esquema de no integrarlos [a estos países] en las estructuras militares regulares de la OTAN, pero sí imponer unas directivas militares tácticas y estratégicas muy estrechas. Me parece que es el esquema que más le conviene al Estado Mayor de la OTAN en relación a los Gobiernos prooccidentales de América Latina y el Caribe», concluyó Egido.