La pandemia: ¿Qué hay después del diluvio?

Stella Calloni

Basta con mirar los rostros de los presidentes que representan al capitalismo salvaje en tiempos de la decadencia o escuchar sus “discursos”, para entender a algunos analistas que mencionaban cómo los imperios comienzan a suicidarse lentamente y se parecen a un monstruo que aún mantiene sus garras extendidas por diversos lugares del mundo, las que también se van contrayendo, debilitándose paulatinamente hasta el estertor final.

Pero allí no termina todo, porque se necesitan años para cambiar la piel de la serpiente del colonialismo, que nos recubre y nos encubre.

Seríamos ingenuos o excesivamente optimistas, si creyéramos que cuando hayamos superado este momento único en la historia -al menos de los últimos dos siglos– el día después de la pandemia el imperialismo caducará o desaparecerá automáticamente.

Lo que es evidente es la imposibilidad de continuar persistiendo en imponer un neoliberalismo a ultranza, cuyas consecuencias puso en evidencia la pandemia del Sars Covid 19 que asola al mundo, como un temible espejo astillado donde nadie quiere mirarse.

Si los países del llamado Tercer Mundo muestran las huellas dejadas por el depredador neoliberalismo, instrumento básico en este período capitalista, las naciones europeas, salvo raras excepciones, lo aplicaron a fondo y la pandemia puso en evidencia las gravísimas consecuencias del hechizo neoliberal, que además de la destrucción de lo que consideraban avances sociales o estado de bienestar, ahondó la dependencia de Estados Unidos hasta extremos coloniales y ayudó a profundizar las grietas en la Unión Europea, lo que será difícil reconstruir a corto plazo.

Precisamente con el resto que le queda al imperio -que por cierto es bastante, pero ya no tanto como para dominar al mundo entero, especialmente por la presencia en el escenario mundial de la milenaria China y Rusia- puede hacer un daño infinito a la humanidad, si por nuestro lado no estamos preparados, organizados, unidos y conscientes de que no podemos perder esa bisagra histórica que sucederá inevitablemente.

De hecho, presidentes como Donald Trump, en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil, la potencia de América Latina, Boris Johnson en Gran Bretaña, o el mismísimo Primer Ministro de Israel Benjamín Netanyahu, y otros que se les parecen han logrado el milagro del mayor desenmascaramiento espontáneo en la historia del capitalismo.

En el caso de Estados Unidos, y América Latina vivimos el retorno de la Doctrina Monroe (1823) en el siglo XXI, (que resucitaron otros presidentes antes de Trump) así como el Destino Manifiesto (1845), cuya síntesis fue tan bien expresada por el eterno consejero de los mandatarios de Estados Unidos Paul Wolfowitz, cuando en marzo de 1992 publicó junto con el Consejo Nacional de Seguridad estadunidense bajo el título “Washington debe dominar al mundo”.

Entre otros puntos advierte que la “política exterior americana (EEUU) debe ponerse como objetivo convencer a sus eventuales rivales de que no necesitan jugar un papel mayor. Nuestro estatuto de única súper potencia debe perpetuarse mediante un comportamiento constructivo y una fuerza militar suficiente para disuadir a no importa qué nación o grupo de naciones que desafíen la supremacía de Estados Unidos.

Estos deben tomar en cuenta los intereses de las naciones industriales avanzadas para desanimarlas por si quieren desafiar el liderazgo norteamericano o intentaran cuestionar el orden económico y político establecido “Debe mantenerse una potencia militar dominante para disuadir a eventuales rivales no vaya a ser que aspiraran a un mayor papel regional o global”.

“En definitiva que el orden internacional está garantizado por los Estados Unidos y estos deben colocarse en situación de poder actuar independientemente cuando una acción colectiva no pueda encargarse de ellos”.

“Debemos actuar para impedir el surgimiento de un sistema de seguridad exclusivamente europeo que pudiera desestabilizar a la OTAN”. En este caso se refieren también a los desafíos que existen en el Extremo Oriente ante los peligros de desestabilización que sobrevendrían con un crecimiento del papel “de nuestros aliados” en esas regiones”. (“El juego de la mentira: las grandes potencias, Yogoslavia la OTAN y las próximas guerras” Michel Colon 1999, Ediciones Hiru. España)

Este documento base, como centenares que lo sucedieron, sirvieron para los diseños de la llamada Guerra antiterrorista (sin precisar bien este término) infinita y sin fronteras destinada supuestamente a combatir el terrorismo, declarada por George W. Bush en 2001 después del atentado (nunca aclarado) contra las Torres Gemelas en septiembre de ese año.

Pero también es básico para entender la decisión estadounidense de lanzar la siniestra aventura de recolonizar América Latina en el siglo XXI, mediante un trazado geopolítico de guerra contrainsurgente donde jugará un papel especial la invasión de las Fundaciones dependientes de las fundaciones madres de Estados Unidos y especialmente las que están bajo control de la CIA, y sus Organizaciones No Gubernamentales (ONG) en todo el continente, encargadas del trabajo permanente de limar las bases de los gobiernos que “insurgieron” a lo largo de los primeros años del siglo XXI.

Los gobiernos de Estados Unidos, de ambos signos (republicanos y demócratas) fueron sorprendidos por este surgimiento de gobiernos, por primera vez elegidos por voto popular, después de Chile con el primer gobierno socialista también elegido por votos en 1970, derrocado por un sangriento golpe dirigido y financiado por Washington en 1973.

Fue a partir de ese momento que EEUU inició la siembra de dictaduras militares cuando ya tenían Paraguay y Brasil bajo su control desde 1954 y 19064 (respectivamente) en el Cono Sur,

Vale recordar que con esto intentaron nuevas estrategias después de la derrota en Vietnam en 1975 y a lo largo de lo que va del siglo XXI después de sus primeros intentos de someter a nuestra región con golpes “suaves” aunque siempre violentos, pero de otras características, que fracasaron en varios países como en Venezuela (2002), Bolivia (2008), Ecuador (2010) y logrando su objetivo en Haití (2004), Honduras, (2009) Paraguay (2012), Brasil (2016.)., Bolivia (2019).

En otras naciones lograron, a partir de una guerra mediática de características continental, de la infiltración de las estructuras judiciales y del parlamento, la instalación de algunos gobiernos propios vía electoral como sucedió en Argentina en 2015 que junto con Venezuela y Brasil constituían el triángulo básico de la integración regional que pretendía lograr la emancipación definitiva de nuestros países.

En ese cometido de recolonización continental Trump se obsesionó con Cuba, bajo la despiadada acción de sus asesores, un criminal de lesa humanidad, como Elliott Abrams, o el representante republicano Marcos Rubio que encabeza el grupo de sus colegas cubano americanos, protectores de los terroristas que actuaron y actúan contra el gobierno y el pueblo cubano produciendo muertes y daños considerables en la isla caribeña a la que hoy llaman “de la dignidad” por su capacidad de resistir un bloqueo por más de 60 años y profundizado ahora por el “equipo de la muerte” del presidente de EE.UU.

Pero también contra Nicaragua en Centroamérica y por supuesto Venezuela, que ha soportado desde aquel lejano 2002, un esquema de intentos de golpes permanentes, sin lograr su objetivo, a pesar del apoyo de la OEA para derrocar el gobierno de Nicolás Maduro que sucedió al gran líder de ese país, Hugo Chávez Frías a partir del 2013 y que se mantuvo por elecciones en todos los casos legales, constitucionales y transparentes.

El bloqueo, el saqueo de los fondos venezolanos en estados Unidos y en otros países del mundo (sus asociados) el desabastecimiento, la baja de petróleo el impedir la llegada de alimentos y medicamentos que constituye también un crimen de lesa humanidad contar el pueblo venezolano.

Este rápido recorrido es para ubicarnos en el momento que estaba viviendo América Latina cuando llegó la pandemia, algo así como el diluvio universal, momento en que el gobierno de Trump, desesperado ante los cambios sucedidos en países como Argentina a fines del 2015 y México fines de 2018 y las resistencias de lo que poco se habla en el resto, especialmente en Colombia, su verdadera base de acción donde tiene instaladas nueve bases militares o Perú otro de los países sembrados de bases, como Panamá, Honduras, avanzando también su proyecto de militarización regional hasta Chile y Argentina.

Hay resistencia en Centroamérica y el Caribe y ahora en Bolivia después del golpe de EEUU contra ese país que estaba a la cabeza del desarrollo y crecimiento social y económico propio, lo que es insostenible para Washington.

Trump no tuvo reparo alguno en duplicar su presencia militar en América Latina y enviar la Flota al Pacífico Sur y el Atlántico (Caribe) amenazando con invadir a Venezuela a principios de abril, cuando ya el corona virus avanzaba sin barreras por la criminal actitud del presidente norteamericano responsable de que en este final de abril haya casi 800 mil infectados y 55 mil muertos.

Lo más grave es que en uno de los portaviones el Theodore Roosevelt enviado demencialmente para intervenir en Venezuela, con más de cuatro mil tripulantes, estacionado en la isla Guam, Pacífico Sur los marines comenzaron a infectarse con el coronavirus.

Esto lo denunció el comandante capitán Brett Crosier, desesperado porque no le permitían descender a los infectados, por lo cual terminó enviando una carta que fue publicada por periódicos en EE.UU. Advertía que se requería una acción decisiva que era dejar bajar a tierra a la mayoría del personal para evitar un contagio mayor.

«No estamos en guerra. Los marinos no tienen que morir. Si no actuamos ahora, no estamos cuidando adecuadamente nuestro activo más confiable: nuestros marinos», escribió Crosier.

No sólo le costó la separación de su cargo, sino que la soberbia actitud de Tump y sus asesores, casi subleva a la marina, cuyo Ministro renunció finalmente. Ahora casi todos los tripulantes del Roosevelt están infectados, por lo que el gobierno decidió prohibir al Pentágono cualquier informe sobre soldados infectados y trascendió que esto está sucediendo en otras naves de la flota enviada para amenazar con invadir Venezuela.

Por otra parte, resulta evidente que el virus avanzó en cada uno de los países donde los gobiernos como el de Brasil han acompañado las decisiones de Trump y están llevando a miles de personas a la muerte. Este 26 de abril se presentó una denuncia ante la ONU contra Bolsonaro por genocidio al no tomar medidas frente al coronavirus que hasta esta fecha dejó cinco mil muertos y más de 60 mil infectados.

Mientras el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha pedido que se suspenda todo conflicto bélico, y después de continuar amenazando a Venezuela, ahora Trump lo ha hecho con Irán advirtiendo que si alguna nave iraní se acerca a los barcos estadounidenses, enviadas provocadoramente a esas regiones, EEUU hará “lo que debe hacer”.

A grandes rasgos estamos asistiendo al salto al vacío, al suicidio lento del imperio, sin señales de tomar otro rumbo ni Estados Unidos ni Israel, Gran Bretaña, donde se preanuncian importantes cambios políticos ni en Francia, cuando el gobierno afronta una severa resistencia popular.

La diferencia en el manejo de la pandemia que ha puesto al mundo patas arriba como lo advertía el ya fallecido escritor uruguayo Eduardo Galeano en el libro “Patas arriba: la Escuela del mundo al revés”.

En este mundo al revés, donde se cruzan análisis y opiniones importantes aún nadie puede predecir cómo será el reordenamiento mundial aunque se sabe que la crisis económica no tendrá parangones en la historia, Pero tampoco la crisis social, en condiciones nunca antes previstas. Todos los proyectos del imperio se derrumban. China se ha colocado en un punto muy alto en el tablero, la pequeña isla de Cuba, que está sometida a una campaña brutal, sigue demostrando su altísimo nivel en cuestiones de salud, de medicamentos, pero esencialmente de solidaridad a tal punto de que los más importantes países del mundo requieren su ayuda.

Aunque se largan campañas mediáticas y de todo tipo, estas se estrellan con una realidad que los medios en manos del poder hegemónico no pueden encubrir y aunque sus estrategias han zoombificado a una buena parte de nuestras sociedades, ya nada es lo mismo. Nadie escucha cuando la muerte muerde los talones y los desesperados buscan el amparo de los más estables, los más dignos, los que le dan la respuesta que buscan.

Las propias tecnologías de las que tanto se ufana el imperialismo, quedan enmohecidas porque no le san servido para prever los sucesos que están fuera del alcance, mientras los pueblos del mundo están mostrando sus siempre creativas estrategias de insumisos, al ir reencontrando en, pequeñas acciones de resistencia al ser humano que habían olvidado en su alienación capitalista, donde el hombre no cuenta y no se permite aceptarse como tal.

La falta de respuesta de un sistema que resultaba siempre triunfador en sus políticas de dominación, de saqueo, de muerte, de despojo de la humanidad, los ha dejado desnudos. Lo que todos sabemos es que nada será lo mismo, pero también que sobre el dolor de este momento trágico, donde se han producido verdaderas “masacres “especialmente de ancianos. Una admiradora de Trump levantó un cartel donde proponía “sacrificar al débil, salvar la economía” y no fue el único con un contenido similar.

Esto nos muestra el verdadero rostro de un enemigo de grandes pies hundidos hoy por hoy en el lodo. Está en nosotros la posibilidad de encender las llamas en momentos en que las armas más poderosas no sirven para nada ante un invisible virus que sólo se puede ver con la última serie de microscopios y que como los dijimos antes nos ha dejado desnudos y a la intemperie.

Está en nosotros acostumbrados a una eterna resistencia nunca tan necesaria como en estos momentos, deshacer los hechizos brutales del capitalismo, apagar el imperio o al menos comenzar a hacerlo recurriendo a toda la capacidad de imaginación que también hemos visto resurgir en estos tiempos, como ha resurgido nuestras memoria histórica, la creatividad, nuestra memoria cultural y hemos comenzado a identificarnos, a tocarnos sin tocarnos, a llorar juntos a nuestros muertos, pero también a reinventar la vida que es en todos los casos un camino de liberación.

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