Danay Galleti Hernández | Sputnik
La última revolución armada de América Latina y el Caribe triunfó el 19 de julio de 1979 en Nicaragua, en una región caracterizada por la persecución y asesinatos a opositores de regímenes dictatoriales. ¿Qué significó este proceso en el área? Sputnik conversó con expertos sobre el tema.
La Revolución Sandinista representó un renacer y despertar social, tras la derrota del régimen sanguinario y represivo de Anastasio Somoza Debayle y su Guardia Nacional, opina el nicaragüense Oscar Borge, abogado, máster en Democracia y Gobierno por la Universidad Autónoma de Madrid y máster en Derecho de las TIC por la Carlos III de Madrid.
«Pese al acoso, los crímenes y la violencia, el pueblo nunca estuvo del todo muerto. Siempre existió un impulso vital para la conquista de la verdadera liberación y frente a la ignominia. En aquel entonces, nadie escapaba de la demencia del dictador (Somoza), de su concepción de un poder patrimonial según la cual el país era suyo», relató a Sputnik.
A finales de la década de 1970, el territorio centroamericano carecía de escuelas, carreteras, centros sanitarios y profesionales universitarios, pues la mayoría de los jóvenes conformaban las guerrillas enfrentadas al somocismo. A ello se suma la permanente instigación, conspiración y al boicot económico, militar y político promovidos desde Estados Unidos.
Borge, también diplomático en las embajadas de su país en Honduras (2007-2012) y actualmente en España, recordó cómo, ante la negativa de respaldo en el Congreso estadounidense, el expresidente Ronald Reagan (1981-1989) y la CIA emplearon la venta de armas y drogas como medios alternativos para financiar a la Contra antisandinista.
«Nací en 1981. Mis memorias sobre aquella etapa están más bien relacionadas con el sobrevuelo del avión SR-71 Blackbird, conocido como Pájaro negro. Hacía temblar Managua, como una muestra de terrorismo psicológico y una permanente amenaza bélica. Era enviado por EEUU desde Palmerola, en Honduras, hacia Panamá «, refirió.
El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), fundado en 1961, construyó una «identidad revolucionaria», defendida incluso durante los Gobiernos neoliberales (1990-2006), y pese a la expoliación de sus gobernantes en esos años, se mantuvo libre de violencia interna y delincuencia, «fenómenos que afectan hoy tristemente a las naciones del área».
Reconstrucción de Nicaragua
La familia de Jorge Capelán, analista político uruguayo residente en Managua, tuvo siempre vínculos con los movimientos de izquierda de su país de origen. De ahí que, junto con su madre, maestra y revolucionaria, y su hermano, quien ya había recibido un primer aviso de los militares de la dictadura uruguaya (1973-1985), emigraron hacia Venezuela.
Fue en ese país, uno de las pocos de Latinoamérica con aires de libertad, donde recibieron la noticia del triunfo nicaragüense, victoria que a su juicio representaba esperanza para todos los exiliados de los regímenes tiránicos de la región y las víctimas de la Operación Cóndor, campaña de represión política y terrorismo de Estado respaldada por Washington.
«Llegamos a Nicaragua a finales de octubre de 1979, en un bus desde San José de Costa Rica. Ya desde la frontera percibimos los efectos de los cruentos combates del Frente Sur. En la aduana, solo les bastó abrir mi mochila llena de libros de Lenin, Marx, el Che, Galeano y otros autores para dejarnos pasar con una sonrisa de oreja a oreja», refirió a Sputnik.
De Managua pasaron a León, la primera ciudad liberada y catalogada como la Capital de la Revolución. «La guerra había pasado hacía apenas tres meses y aún no se había restaurado el alumbrado público. Las casas del centro parecían un colador, estaban llenas de agujeros de bala. Todavía la guerra estaba fresca».
En las casas, comentó, el debate aludía a los combates pasados, desapariciones, muertes, regresos y encuentros emotivos. «El pueblo entero estaba revolucionado, nadie pensaba en horarios o costos, todo era para todos».
A los pocos días de su arribo, Capelán ya estaba involucrado con la Juventud Sandinista, organización adscrita al FSLN desde su fundación el 23 de agosto de 1979 y conformada entonces por muchachos de su edad, con el pelo largo, los uniformes militares y las armas de guerra.
De aquella época evoca especialmente un enorme retrato del médico argentino-cubano Ernesto Che Guevara, una pintura de dos metros que sería rifada en una fiesta para la recaudación de los fondos necesarios de la campaña alfabetizadora. «El idealismo que teníamos era total y la presencia de internacionalistas, cuantiosa».
En esos meses, constituyeron las bases de lo que en 1980 sería la gran Cruzada Nacional de Alfabetización, destinada a más de la mitad de la sociedad que, según un censo, no sabía leer ni escribir; sumado a la conformación de varios talleres político-pedagógicos para los jefes de escuadras de esa contienda.
«Recuerdo a un muchacho venezolano de Mérida que apareció unos días antes del comienzo de la campaña y fue ubicado como brigadista en una comarca cercana a León. A las pocas semanas lo encontró su mamá, que había viajado a Nicaragua, y se lo llevó de los pelos: ‘¿Qué ha venido a hacer aquí chico? ¿A buscar que te maten? ‘, le dijo», contó Capelán.
Muchas revoluciones en una
«Siempre una revolución genuina tiene a muchas revoluciones dentro de ella», comentó a Sputnik Frank Matus, economista, abogado, notario público y máster en Administración Pública, Políticas Públicas y Desarrollo Local, y significó que la victoria de 1979 no puede solo circunscribirse a un periodo.
En este sentido, el también militante del FSLN detalló las diferentes etapas históricas de ese proceso: lucha clandestina, periodo insurreccional, triunfo, la conquista del poder en la década de 1980 y la oposición a los gobiernos neoliberales entre la década de 1990 y primeros años del siglo XXI, y el retorno al Gobierno en 2006.
Los primeros 10 años de Gobierno (2007-2017) Matus los nombra como la etapa de la paz y desde 2018, el país experimentó shocks que afectaron el funcionamiento interno como el intento fallido de golpe de Estado, un punto de inflexión porque nos tocó «defender de múltiples formas el proyecto» y constituyó un espacio de aprendizaje.
La pandemia de COVID-19, el paso de los huracanes Eta e Iota en 2020 y otras problemáticas obstaculizaron «el hacer revolución», unido a las campañas de tergiversación mediática y las sanciones unilaterales contra funcionarios e instituciones. No obstante, disminuyó la pobreza, aumentó la cobertura eléctrica y de agua potable y la constitución de carreteras.
Esos logros, apuntó, dan continuidad a los alcanzados en la década de 1980 como la cruzada alfabetizadora y la reforma agraria. «Seguimos como una oposición digna a las políticas hegemónicas imperialistas y los principios de esclavitud que nos intentan imponer desde la Casa Blanca».
Según Matus, Nicaragua mantiene una vocación y modelo cristiano, socialista y de izquierda, recogido en la «doctrina sandinista», uno de los legados del profesor y político Carlos Fonseca, con raíces además en el marxismo, el americanismo y la filosofía del buen vivir y un modelo de economía solidaria, familiar, creativa y cooperativa.
«En mi opinión los grandes logros tras la conquista del poder son: la emergencia de un proyecto enfocado en el ser humano, no en lo material o el capital; comparte principios y paradigmas como el desarrollo sostenible y de las fuerzas productivas y el incremento del presupuesto destinado a educación, salud e infraestructura comercial y vial», aseveró.
Por su parte, Johnny Hodgson, diputado del FSLN en la Costa Caribe, afirmó que esa zona antes del triunfo de 1979 no estaba considerada en los planes de desarrollo del país. Desde que el FSLN llegó al Ejecutivo la región fue tomada en cuenta y actualmente son visibles las transformaciones sociales.
«Hoy nos definimos como una sociedad de naturaleza multiétnica, peculiaridad recogida en la Constitución de la República y expresada en la composición de la Asamblea Nacional y en todos los poderes del estado, e involucrada en la defensa de la multiculturalidad y la lucha contra la pobreza, uno de nuestros mayores enemigos», expresó a Sputnik.