Para opositores a la vía interoceánica por Nicaragua, su construcción sería algo como el apocalipsis para los ecosistemas, que supuestamente tendrá un destino trágico, diferente de lo sucedido con el Canal de Panamá, construido y operado por….los Estados Unidos.
Después del anuncio de la confirmación de la disposición de los inversionistas chinos para construir el Canal de Nicaragua, en junio del año pasado, con un presupuesto estimado de 50 mil millones de dólares, era casi inevitable que el aparato ambientalista e indigenista internacional se lanzara contra el proyecto, cuyos beneficios para el país podrían ser incalculables. La agresión más reciente provino de un grupo de científicos norteamericanos, que se dijeron “aprehensivos” con los impactos sociales y ambientales del proyecto.
Uno de los líderes de este grupo de críticos es el ingeniero ambiental de la Universidad de Rice (Texas, Pedro Álvarez, quien afirmó que el trazado del canal por el lago Cocibolca (llamado también Lago de Nicaragua), considerado la principal reserva de agua dulce de América Central, traerá impactos como el desplazamiento de poblaciones indígenas y daños a ecosistemas frágiles, sin hablar de las omnipresentes “especies en extinción”.
Álvarez y 20 colegas de otras 17 instituciones de los EUA, América Central y del Sur, se reunieron en noviembre pasado en un seminario multidisciplinario en Managua, patrocinado por el gobierno norteamericano con el único propósito de debatir en torno al nuevo canal. Titulado, “científicos plantean sospechas sobre el ritmo acelerado del canal transoceánico de Nicaragua”, el documento se publicó en la primera semana de este mes en la revista Enviroment, Science and Technology, de la Sociedad Americana de Química.
El texto reproduce la tradicional cantaleta del ambientalismo contra los grandes proyectos de infraestructura, al afirmar que “el mayor desafío ambiental es construir y operar el canal sin impactos catastróficos para su sensible ecosistema(…) Se pueden provocar significativos impactos por filtraciones incidentales o accidentales de los más de 5100 embarcaciones que atravesarán el canal cada año; especies invasoras traídas por barcos transoceánicos, que amenazan extinguir peces y plantas acuáticas(…); y el dragado frecuente, afectando la vida marina mediante alteraciones en la turbiedad e hipoxia, desencadenadas por la supresión de nutrientes y materia orgánica, que atienden a una relativamente alta demanda bioquímica de oxígeno” (Phys.org 4 de marzo de 2015″.
En resumen, para los autores, la construcción del canal sería algo como el apocalipsis para los ecosistemas de Nicaragua -que, supuestamente, tendrá un destino trágico, diferente de lo sucedido con el Canal de Panamá, construido y operado por….los Estados Unidos.
El proyecto del canal está siendo ejecutado por una compañía china, en sociedad con el gobierno nicaragüense. La preparación para el canal comenzó con la construcción de carreteras y el transporte de equipo pesado y provisiones para la región, en previsión para que el proyecto sea finalizado en 2019.
Al lado de Álvarez, el vice-rector y director del Centro de Biología Molecular de la Universidad de América Central, en Managua, Jorge Alberto Huete Pérez, también se prestó al papel de atacar el proyecto, afirmando que el dragado necesario para construir el canal afectará la cantidad de oxígeno en los ríos, acabando con su biodiversidad. Huete Pérez dijo también que el proyecto comprometerá el “lucrativo ecoturismo” del país.
Sin restar importancia a la importancia del ecoturismo como actividad económica, tal observación es sui generis, ya que el PIB de Nicaragua no llega a 20 mil millones de dólares (posición 123 a nivel mundial), valor inferior a la mitad de toda la inversión que se hará. Esto solamente indica la desgracia de la observación hecha por el científico de Nicaragua. Además de esto, en un comentario publicado en enero en la revista Science (lo que da una idea de la capacidad de movilización del aparato ambientalista contra los proyectos de desarrollo nacional), Alvarez, Huete Pérez y Axel Meyer -biólogo de la Universidad de Konstanz, Alemania- anticipaban los ataques al proyecto. Afirmaron: “Es deber de los científicos, abogados de derechos humanos, organizaciones no gubernamentales y de protección a la vida salvaje compartir conocimiento, vocalizar preocupaciones, concertar orientaciones y demandar un mayor papel de la ciencia en la elaboración y construcción de este proyecto masivo”.
Los autores del artículo mencionado anteriormente todavía piden que la comunidad científica internacional ayude a “analizar los planes del diseño del canal y de sus sub-proyectos para la seguridad, responsabilidad social y sustentabilidad; haciendo recomendaciones para proteger los recursos hídricos de la región y su biodiversidad; y hacer declaraciones exigiendo al gobierno de Nicaragua que suspenda la construcción (del canal) hasta que se puedan hacer estudios avalados por especialistas. (…) Esto es materia de gran urgencia e importancia, es una oportunidad de ejercer un liderato científico, sensibilizar y contribuir para evitar una posible catástrofe ambiental”. Quizá lo que teman, es una mayor presencia china en la región.
Otra evidencia clara de que el aparato ambientalista es fiel a la letanía consagrada en otros países para bloquear los grandes proyectos de infraestructura, es que los autores afirman también que “Nicaragua está entre los países más vulnerables a los cambios climático”. Esta es un frase repetida hasta el cansancio en países sujetos de ataque por las presiones ambientalistas, siempre con la finalidad de promover un sentimiento de temor ante una inminente catástrofe desencadenada por la acción humana, cuando en realidad está acción se orienta hacia el progreso económico y social de su propio pueblo.
Los autores dicen conocer la esperanza de que el canal pueda crear empleos y reconocen que Nicaragua sufre con la extrema pobreza, pero afirman estar “preocupados” con el hecho de que el proyecto no atienda todas las expectativas generadas. Los científicos justifican su “escepticismo” en relación al proyecto, afirmando que el gobierno de Nicaragua “no publicó un plan detallado de negocios para el canal”.
Al final afirman. “Nicaragua debe preparar y publicar una evaluación económica detallada, que incluya no solamente un análisis del costo-beneficio, sino que también considere las externalidades asociadas con el desarrollo económico nacional, impactos ambientales, igualdad social, derechos humanos y cuestiones legales y de seguridad nacional”.
A pesar de tener buenas calificaciones académicas, estos “doctos” científicos no pasan de ser meros portavoces del oscurantismo y de los intereses estratégicos anglo-americanos, que pretenden mantener sus reales en América Central, “protegiéndola” de la creciente influencia de potencias como Rusia y China. De todo este discurso pseudoambiental, la verdadera motivación de estas voces es la única advertencia que debe tomar en cuenta el gobierno y la sociedad de Nicaragua.