Fabrizio Casari
Hugo Rodríguez es un diplomático estadounidense. Como tal, tiene una visión extraña de la diplomacia, creyendo que se basa en el principio absoluto que ve a los embajadores estadounidenses en el papel de procónsules del imperio. No son huéspedes de los gobiernos, sino que los dirigen, no respetan los asuntos internos, sino que los subvierten.
Durante su comparecencia ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de EE.UU., que da el visto bueno a los nombramientos de embajadores, el Sr. Rodríguez consideró que debía cuadrar urbi et orbi los informes de la oposición golpista.
Con una premisa obsesiva, si se le confirmaba como embajador de los Estados Unidos en Managua, éste se encargaría, por orden, de: expulsar a Nicaragua del CAFTA, buscar más medidas punitivas para aislar a Nicaragua de la comunidad internacional, devolver al gobierno al golpismo, etc.
Nicaragua, haciendo gala de buenos modales y eficacia, ha puesto al Sr. Rodríguez y al Senado estadounidense en situación de no perder el tiempo: el Sr. Rodríguez no será embajador, Nicaragua ya ha rechazado su nombramiento. Adelante, el que sigue.
La soberanía no se discute. Se aplica.