La vida marital de la pareja Jaime Chamorro e Hilda Argeñal va más allá del plano amoroso para convertirse en una extraña relación bastante filial, muy parecida a la de una madre con su hijo debido a las constantes correcciones y críticas en el comportamiento, así como de apariencia que la “imponente Argeñala” hace de forma pública y privada al director de La Prensa.
Los señalamientos, que parecen más burlas que regaños, que hace la doña Hilda a su esposo no importando el lugar que estén, van desde la forma de vestir, peinar, la forma de pararse, de amarrarse los zapatos, sumir la panza, incluso, el colmo es que hasta le ordena tomar “de esas pastillas” porque ya desde hace varios días no lo siente muy cariñoso.
“Componete la faja”, “el forro del pantalón se ve”, “peinate bien las cejas”, “amarrate bien los zapatos”, “levantá la cabeza y ponete recto”, “regresa temprano”, “no te echés mucha colonia”, son otras muchas indicaciones que de forma sarcástica hace la “mandona Argeñala” al sumiso cónyuge, quien de forma inmediata y sin rezongar obedece.
Esta es solo una muestra de las letanías que doña Hilda le reza a don Jaime:
JUANA III:
Componete la faja, no ves que el forro del pantalón se te ve todo.
Peinate bien, parece que ni te pasaste la mano por la cabeza.
Peinate las cejas para arriba y componete la camisa.
¡Que van a decir que el Presidente de La Prensa ande en ese desastre!
¡El pantalón lo llevas delado, que no ves que la cosa es al otro lado!
Levantá la cabeza, meté la barriga y ponete recto, ni siquiera te amarrsate bien los zapatos.
Regresa temprano, no te eches tanta colonia, vos sabes bien como andan las secretarias detrás de los hombres.
Y a propósito, Hoy tomate una de esas pastillas, QUE HACE COMO DOS DÍAS QUE NO TE VEO MUY CARIÑOSO!