Los Derechos Humanos en la visión de los vencedores

Santiago Molina*

Las ONG, llamadas a resguardar el respeto de los Derechos Humanos en Nicaragua, representaron un lastimoso papel al ser guardianas de los derechos de la oposición golpista y de los intereses del imperio.

Hay fotos de algunos miembros de estas ONG en franca camaradería con cubanos-americanos del más grueso pelaje ultraderechista. Otra persona -miembro también de estas organizaciones donde la politiquería importa más que el sustrato humano- fue premiada por su trayectoria anti-sandinista en un salón de la embajada americana.

Antes de la asonada del 18 de abril, ya actuaban como verdaderos frentes de ataque contra la institucionalidad del gobierno sandinista: abogados del Mal, defendían a cualquier delincuente con tal de socavar la estabilidad del gobierno legítimo.

En este sentido, se convirtieron en dispositivos, no para proteger al ser humano por el cual fueron creadas en su origen, sino que develaron su verdadero rostro de ser fichas estratégicas de un tablero global, que desde oscuros arcanos les aseguran en dólares su existencia.

Tal fenómeno injerencista no ha escapado al análisis del filósofo italiano Giorgio Agamben, quien señala: “Democracia y derechos humanos son usados según los intereses en juego de corporaciones supranacionales con ilimitado poder y libertad, que actúan arbitrariamente en contra de Estados nacionales”.

La lista abultada de muertos (según ellas sumaron, ¡alrededor de unos cuatrocientos muertos!), refleja que su labor burocrática se reduce a manipular cifras a su antojo y no a la búsqueda de una verdad que identificara el contexto real en que pereciera cada víctima.

Bajo la mirada complaciente de estas ONG se violaron los derechos más fundamentales, pues los sandinistas no tuvieron el mismo tratamiento que los llamados miembros de la “oposición pacífica”: la tortura, el secuestro y hasta la muerte en la hoguera formaron parte de una aniquilación programada.

En las redes sociales se convocaba al crimen, el verso de Rimbaud se digitalizó: “he aquí la hora de los Asesinos”. Los sandinistas sufrieron durante tres meses su reducción biológica al ser expuestos a la violencia radical. Michel Foucault denomina este uso excesivo del poder como Biopolítica, que en breves líneas puede resumirse: “un poder generalizado sobre la vida, que significa tener un poder generalizado sobre la muerte”.

En la barbarie de los tranques, la vida fue pisoteada y desacralizada sin conciencia alguna, en ellos se hizo clara la experiencia del “mal absoluto”, y las ONG, que dicen representar la dignidad humana, confabuladas ideológicamente con las fuerzas de extrema derecha, fueron cómplices de tantos y tantos sufrimientos.

Las llamadas organizaciones de los Derechos Humanos en Nicaragua (no dejo de pensar en la fotito con la cubana-americana Ileana Ros-Lehtinen, sonriente con los “collabos” nicaragüenses, escribo “collabos” siguiendo el sentido que los franceses daban a todos aquellos que colaboraban con una potencia extranjera durante la Segunda Guerra Mundial), no han podido ocultar sus preferencias políticas, por lo tanto, han evadido la responsabilidad de tomar en serio el dolor de las familias nicaragüenses.

Walter Benjamin, filósofo, escribe en su Tesis sobre el concepto de Historia, que existen dos visiones de la realidad: la de los vencedores y la de los vencidos. La primera, es la que asumen las ONG de los Derechos Humanos en Nicaragua, pues al no conceder justicia a las víctimas del golpe fallido, suspenden sus derechos: los 23 policías asesinados han sido tratados como vidas que no merecen ser tomadas en cuenta. En la visión de los vencedores el estado de injusticia es la regla permanente.

El hoy canonizado Monseñor Oscar Arnulfo Romero fue víctima de esta visión de los vencedores. Benjamin llama a destruir este continuum injusto que las clases dominantes desean perpetuar.

La solución es romper la regla haciendo justicia a las víctimas castigando a los culpables, para que el dispositivo de la biopolítica deje de funcionar. Por qué ahora las ONG de DDHH defienden a los verdugos del pueblo llamándolos “prisioneros políticos”. Una poetisa hasta escribió poemas a las “prisioneras”, qué manera de malgastar tiempo y tinta con tal de inflar con versitos el ego que ya no da para más.

En síntesis, la desigualdad en la visión de los vencedores ha sido demasiado evidente, no es lo mismo ser un sandinista que ser un miembro de lo que ellos llaman “sociedad civil”.

Bismarck Martínez siendo torturado.

Nunca se han referido al secuestro de Bismarck de Jesús Martínez Sánchez, pero sí los verdugos pueden ahora ser considerados “héroes políticos”. Son incapaces de resolver la problemática que dio existencia a los derechos humanos, en lugar de proteger al otro de cualquier violencia que lo deshumanice, irresponsablemente han inclinado la balanza hacia políticas identitarias peligrosas.

La Historia guarda de ellas amargos recuerdos: genocidios que han dejado hondas heridas a la Humanidad. Políticas identitarias que defienden a los denominados “medios de expresión independientes”, pero callaron en cuanto al incendio de la Nueva Radio Ya.

Medios que han sido, y lo siguen siendo, detonantes de violencia. Su discurso cotidiano es dirigido a negar el progreso en avanzada del país antes del 18 de abril: niegan programas de desarrollo que el gobierno sandinista ha cumplido como el revisionismo histórico niega las cámaras de gas.

Sobre la negación obsesiva de lo real, se diría que estos medios -por todos los simulacros que han consumado- aún permanecen inmersos en el “estado postorgiástico” donde el poder mortífero de los mensajes falsos, asesina el verdadero sentido de las libertades. La “humanidad” es producir igualdad, es la única digna del hombre, es la única que crea verdaderos derechos humanos y entonces diremos que los derechos humanos son una especie de derecho infinito.

El derecho infinito del trabajador común, el derecho infinito del excluido de la sociedad, el derecho infinito de aquel que está siempre al margen, el derecho de aquel al que se le dice que toda igualdad es imposible. Ahí está la verdadera fuente de los derechos humanos, que son finalmente los derechos infinitos de los desheredados, para quienes debemos, tantas veces como podamos, producir la mayor cantidad de igualdad posible.

*El 19 Digital.

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