Pepe Escobar | La Haine
La indivisibilidad de la seguridad, tal como la conciben Rusia y China, equivale a la aplicación de facto de la Carta de la ONU. El resultado sería la paz mundial y, por consiguiente, la muerte de la OTAN. Cada vez más países asiáticos están saliendo de la órbita de Occidente para entrar a la de los BRICS. Una semana antes de la cumbre absolutamente crucial de los BRICS en Kazán, del 22 al 24 de octubre, la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) celebró una cumbre en Islamabad.
Esta convergencia es importante en más de un sentido. En la cumbre de Pakistán participó el Consejo de Jefes de Gobierno de los Estados miembros de la OCS. De ella salió un comunicado conjunto en el que se subrayaba la necesidad de aplicar las decisiones tomadas en la cumbre anual de la OCS celebrada el pasado julio en Astana: allí es donde se reunieron realmente los jefes de Estado, incluido el nuevo miembro de pleno derecho de la OCS, Irán.
China, tras la presidencia rotatoria de la OCS de su estrecho aliado Pakistán –ahora bajo una administración dudosa totalmente respaldada por los matones militares que mantienen en la cárcel al ultrapopular ex primer ministro Imran Khan-, ha asumido oficialmente la presidencia de la OCS de 2024 a 2025. Y el nombre del juego, como era de esperar, son los negocios.
El lema de la presidencia china es, cómo no, ‘acción’. Así que Pekín no ha tardado en empezar a promover una mayor y más rápida sinergia entre la Iniciativa del Cinturón y la Ruta (BRI) y la Unión Económica Euroasiática (UEEA), cuya potencia predominante es Rusia.
La asociación estratégica Rusia-China avanza rápidamente hacia los corredores económicos transeurasiáticos. Y eso nos lleva a un par de subtramas clave de conectividad que ocuparon un lugar destacado en la cumbre de Islamabad.
Cabalgando por la estepa
Empecemos por la fascinante Ruta de la Estepa, que es una idea mongola que se está cristalizando como corredor económico mejorado. Mongolia es un observador en la OCS, no un miembro de pleno derecho: las razones son bastante complejas. Aun así, el primer ministro ruso, Mijail Mishustin, alabó la Ruta de la Estepa ante sus interlocutores de la OCS.
A los mongoles se les ocurrió en 2014 la idea de una Taliin Zam (‘Carretera de la Estepa’ en mongol), que contiene nada menos que “Cinco Grandes Pasajes”: un laberinto de infraestructuras de transporte y energía que se construirán con inversiones que ascenderán al menos a 50.000 millones de dólares.
Entre ellas se incluyen una autopista transnacional de 997 km de longitud que unirá Rusia y China; 1.100 km de infraestructura ferroviaria electrificada; la ampliación de la vía férrea transmongola, ya en funcionamiento, desde Sukhbaatar, en el norte, hasta Zamyn-Uud, en el sur; y, por supuesto, oleoductos y gasoductos que unirán Altanbulag, en el norte, con Zamyn-Uud.
El primer ministro mongol, Oyun-Erdene Luvsannamsrai, se mostró tan entusiasmado como Mishustin, anunciando que Mongolia ya ha finalizado 33 proyectos de la Ruta de la Estepa. Estos proyectos coinciden perfectamente con el Corredor Transeuroasiático de Rusia, un laberinto de conectividad que incluye el Ferrocarril Transiberiano, el Ferrocarril Transmanchuriano, el Ferrocarril Transmongoliano y la Línea Principal Baikal Amur (BAM).
Ya en julio, en la cumbre de la OCS, Putin y el presidente mongol Ukhnaagiin Khurelsukh pasaron bastante tiempo discutiendo los puntos estratégicos más sutiles de la logística euroasiática. Después, Putin visitó Mongolia a principios de septiembre con motivo del 85 aniversario de la victoria conjunta soviético-mongola sobre los japoneses en el río Khalkhin Gol. Putin fue recibido como una estrella de rock.
Todo ello tiene un perfecto sentido estratégico. La frontera entre Rusia y Mongolia tiene 3.485 km de longitud. La URSS y la República Popular de Mongolia establecieron relaciones diplomáticas hace más de un siglo, en 1921. Han colaborado en proyectos clave como el gasoducto transmongol, otra conexión más entre Rusia y China; la modernización de la empresa conjunta del ferrocarril de Ulán Bator; el suministro de combustible ruso al nuevo aeropuerto internacional de Chinggis Khaan; y la construcción de una central nuclear por Rosatom.
Mongolia alberga una proverbial riqueza de recursos naturales, desde minerales de tierras raras (las reservas pueden alcanzar la asombrosa cifra de 31 millones de toneladas) hasta uranio (reservas prospectivas de 1,3 millones de toneladas).
Aunque aplique lo que se denomina el enfoque del Tercer Vecino, Mongolia necesita mantener un cuidadoso acto de equilibrio, ya que está en el radar sin parar de EEUU y la UE, y el Occidente colectivo presiona para que se coopere menos en Eurasia con Rusia-China.
Naturalmente, Rusia tiene una gran ventaja estratégica sobre Occidente, ya que Moscú no sólo trata a Mongolia como un socio igualitario, sino que puede satisfacer las necesidades de su vecino en materia de seguridad energética. Lo que lo hace aún más tentador es que Pekín considera que la Ruta de la Estepa es ‘altamente coherente’ con la BRI, con el proverbial entusiasmo que ensalza la sinergia y la “cooperación beneficiosa para todos” entre ambos proyectos.
No se trata de una alianza militar
Como complemento al impulso de la Ruta de la Estepa, el primer ministro chino Li Qiang viajó a Pakistán no sólo para asistir a la cumbre de la OCS, sino con una prioridad en materia de conectividad: avanzar en la siguiente fase del Corredor Económico China-Pakistán (CPEC), de 65.000 millones de dólares, sin duda el proyecto emblemático de la BRI.
Li y su homólogo paquistaní Sharif inauguraron por fin, contra todo pronóstico, el Aeropuerto Internacional de Gwadar, estratégicamente crucial y financiado por China, en el suroeste de Baluchistán. Asolado además por las incursiones intermitentes de la guerrilla separatista baluchi, financiada por la CIA.
El CPEC es un proyecto de desarrollo de infraestructuras multinivel extremadamente ambicioso que abarca varios nodos, empezando por la frontera entre China y Pakistán en el paso de Khunjerab, bajando por la carretera -mejorada- del Karakórum y descendiendo hacia el sur a través de Baluchistán hasta el mar Arábigo.
En el futuro, el CPEC podría incluir un gasoducto desde Gwadar hacia el norte hasta Xinjiang, lo que aliviaría aún más la dependencia de China de la energía transportada a través del estrecho de Malaca, que podría ser bloqueado por el Hegemón en un abrir y cerrar de ojos. La cumbre de la OCS previa a los BRICS, celebrada en Pakistán, reiteró una vez más la sinergia de varios aspectos relativos a ambos organismos multilaterales.
Los Estados miembros de la OCS -desde los centroasiáticos hasta India y Pakistán- comprenden mayoritariamente el razonamiento ruso cuando se trata de la inevitabilidad de la Operación Militar Especial (OME). La postura china, oficialmente, es una maravilla de equilibrio y suave ambigüedad; aunque Pekín subraye el apoyo al principio de soberanía nacional, no ha condenado a Rusia; y al mismo tiempo nunca ha culpado directamente a la OTAN de la guerra de facto.
La conectividad geoeconómica es muy prioritaria para las principales potencias de la OCS y los socios estratégicos Rusia-China. Desde principios de la década de 2000, la OCS ha pasado de la lucha antiterrorista a la cooperación geoeconómica. Una vez más, en Islamabad quedó claro que la OCS no se convertirá en una alianza militar con un molde anti-OTAN.
Lo que más importa ahora a todos los miembros, aparte de la cooperación geoeconómica, es combatir la guerra del terror de Occidente, que se disparará con el inminente y humillante fracaso del Proyecto Ucrania.
Un mecanismo que podría consolidar aún más la OCS y allanar el camino para una fusión con los BRICS más adelante en el -pedregoso- camino, es el concepto chino de Iniciativa de Seguridad Global, que casualmente encaja con el concepto ruso presentado a -y rechazado por- EEUU en diciembre de 2021, sólo dos meses antes de la inevitabilidad de la OME.
China propone “defender el principio de seguridad indivisible”, así como “construir una arquitectura de seguridad equilibrada, eficaz y sostenible” y oponerse firmemente a “la construcción de la seguridad nacional sobre la base de la inseguridad de otros países”. Eso es algo que suscriben todos los miembros de la OCS, por no hablar de los BRICS.
En pocas palabras, la indivisibilidad de la seguridad, tal como la conciben Rusia y China, equivale a la aplicación de facto de la Carta de la ONU. El resultado sería la paz a nivel mundial y, por consiguiente, la muerte de la OTAN.
Aunque la indivisibilidad de la seguridad todavía no puede adoptarse en toda Eurasia -ya que el Hegemón despliega una guerra del terror en varios frentes para socavar la emergencia de un mundo multinodal–, la conectividad transfronteriza beneficiosa para todos sigue en marcha, desde la Ruta de la Estepa hasta los corredores de la Nueva Ruta de la Seda.