Los “quehaceres” de la nueva derecha en América Latina

 

Ximena Roncal Vattuone | Correo del Alba

El resurgimiento de las llamadas “nuevas derechas” o ultraderechas es un fenómeno que se viene registrando con mucha fuerza en los tiempos actuales, situación que genera preocupaciones en las distintas esferas de la sociedad. Los avances de estos movimientos regresivos están quebrantando las conquistas democráticas y de los pueblos, principalmente a lo largo de la segunda década del siglo XXI en América Latina.

Los movimientos de derecha se han encaminado a movilizar a las clases medias y medias altas, apoyándose en supuestos de la diferencia y la exclusión, del racismo, individualismo y de la competencia constante que deshumaniza las relaciones sociales. Filosofía impregnada en todos los espacios, no solo de México, sino en prácticamente toda la Región, constituyéndose en una fuerte amenaza para avanzar en la construcción de mundos más humanos, democráticos y con justicia social.

De acuerdo con Aranda, la caracterización de las derechas puede realizarse tanto en un plano ontológico como práctico. En lo que respecta al plano ontológico, las derechas se caracterizan por defender las comunidades heteropatriarcales, promover el statu quo racial y de clase, resultado de la explotación capitalista; la normalización de la violencia estructural y física como mecanismo de control y dominación, y como condición inherente a la especie humana.

De igual forma plantean una mirada biologicista de la vida en un sistema económico competitivo y depredador, reaccionan contra los feminismos y el lenguaje inclusivo, así como hacia las políticas de género, negando la existencia de diversas subjetividades y sensibilidades. La derecha propaga como armas políticas pánicos basados en el racismo, la xenofobia, el odio al socialismo y/o comunismo, es decir, la construcción de los “enemigos existenciales”.

Asimismo, de acuerdo con el autor, en el segundo nivel tendríamos que las derechas son el “resultado de las confrontaciones entre representaciones parciales en un mundo político complejo y con una historicidad determinada”. Hoy en día este mundo es el de la hegemonía neoliberal en sus múltiples reconfiguraciones.

Es el mundo donde se enaltece el mercado, el emprendedurismo y el individualismo extremo, principales motores de la economía. Es el mundo de la despolitización, ya que convierten a la política en una simple gestión técnica de la economía y con ello eliminan el avance de la participación política colectiva. En este plano encontramos derechas liberales y racionales o conservadoras y xenófobas que conviven entre el desacuerdo, pero se sostienen al compartir ideologías propias de un proyecto político que instrumentaliza la vida.

Las derechas no solo tienen como principios las categorías y jerarquías que promueven el sistema de dominación del capital, sino que además actúan en complicidad con el sistema imperialista mundial, ya sea en la explotación de clase y/o en la opresión de género, dimensiones inherentes y constitutivas a este sistema, en cuyas prácticas se reproducen los intereses minoritarios de los grandes conglomerados transnacionales.

Ramón Grosfoguel señala que la emergencia de las derechas aparece en momentos de crisis del sistema capitalista y operan como “bomberos del capitalismo”, ya que apagan el fuego a través de discursos racistas que ponen el acento en grupos inferiorizados racialmente como responsables de las crisis, para desviar la atención del descontento, no contra del capital, sino en contra de otros sectores desfavorecidos. Igualmente, las derechas capitalizan y movilizan el descontento y frustración social hacia salidas antiprogresistas.

En América Latina y el Caribe no se puede perder de vista la presencia de la hegemonía norteamericana, la cual, pese a su decadencia, continúa expandiendo sus tentáculos del lawfare y de control geopolítico hacia la Región. Los Estados Unidos ya no dominan el mundo como antes, están cediendo los mercados africanos, que se distancian de los imperialismos occidentales para alinearse con Rusia y China; también han perdido la batalla comercial en Asia. Con el propósito de recuperar el espacio que está perdiendo frente a China y otros poderes emergentes, la ofensiva norteamericana hacia América Latina se ha intensificado.

Las reacciones violentas de las derechas son cada vez más radicales, por un lado se han abierto caminos por la vía electoral: el ultraderechista Jair Bolsonaro en Brasil y/o Nayib Bukele en El Salvador; lo mismo ocurre en Argentina con la aparición de Milei, líder fascista que tiene un particular estilo de hacer política, y quien “conscientemente” se propone el despojo de las poblaciones eliminando la distribución del ingreso, permitiendo el saqueo, poniendo todo en manos del mercado y del capital financiero.

También está el presidente Daniel Noboa, representante de la extrema derecha ecuatoriana, quien ha propuesto una modificación constitucional para permitir el establecimiento de instalaciones militares extranjeras (norteamericanas) en territorio nacional.

Por otro lado, han exacerbado los niveles de desestabilización hacia gobiernos democráticos electos, a través del neogolpismo y aparentes procesos constitucionales, prometiendo restaurar el orden, en una clara pretensión de reforzar el sistema neoliberal y sus desigualdades, cuya racionalidad ha creado las condiciones para su consolidación.

En síntesis, la realidad latinoamericana y caribeña se encuentra seriamente amenazada por la utilización de mecanismos democráticos de ultraderecha que desmantelan la democracia, así como por la estructuración de poderes mediáticos y manipulación de la información, entre otros, que posibilitan el avance de las ultraderechas.