Joel Alejandero Sánchez Sandino*
El 11 de septiembre de 1973, un grupo de militares fascistas liderados por Pinochet y financiado y apoyado por Estados Unidos, derrocó a un gobierno legítimo y asesinó a decenas de miles.
Desde el inicio del gobierno de Allende la derecha atacó con escuadrones de la muerte (guarimberos para hablar en términos modernos), montaron actos de violencia contra el pueblo, particularmente contra los militantes de izquierda. Desde 1970 hasta el golpe de estado la burguesía, se encargó, junto con la presión y el mandato gringo, de encausar una serie de medidas para destruir la economía y provocar una crisis que desestabilizara al gobierno.
La medida final, en vista de la incapacidad de provocar que las bases de apoyo a Allende lo abandonaran, fue tomar el poder por la fuerza de manera criminal. La OEA durante los siguientes años no hizo nada contra esa dictadura, como tampoco lo hizo contra la argentina, uruguaya, ni contra Somoza. Antes tampoco hizo nada contra el golpe e invasión en Guatemala.
Esta pequeña nota histórica es para mostrarles el paralelismo histórico con lo que ocurre hoy. Detrás del intento de golpe en Venezuela está la más rancia burguesía, utilizando métodos similares que han ido construyendo desde que Chávez asumió y su objetivo es el pueblo venezolano, no sólo el gobierno.
Estados Unidos, igual que con Allende, abiertamente apoya un golpe de estado, con discurso muy parecido al usado en esos tiempos (porque si algo que hay que reconocer a los gringos, es su constancia discursiva, no ha cambiado nada desde hace 70 años).
La OEA se comporta exactamente igual que en ese entonces: permisiva con los gobiernos criminales como el de Colombia, Honduras, Ecuador o Brasil y rancio opositor contra la izquierda.
Más de un análisis demuestra la responsabilidad de los empresarios y Estados Unidos en la crisis económica de ese país.
Con Nicaragua es similar. Las cámaras de comercio están muy implicadas en el intento de golpe. Apellidos como Chamorro son directamente responsables de financiar actividades desestabilizadoras. Estados Unidos mueve cadenas para impulsar un proceso de crisis económica y social que socave el apoyo popular. Se fueron directo a las actividades violentas con la misma estructura que en Chile o Venezuela: cazar a los militantes.
La información sobre la participación gringa
El golpe de Chile está ampliamente documentado en sus propios archivos. Para Venezuela y Nicaragua ni siquiera se sonrojan en confirmar los financiamientos y medidas para derrocar a los gobiernos.
Como en 1973, el discursillo de los golpistas es el mismo: una versión tergiversada de democracia, la libertad desvirtuada de forma grosera y que, en todos los casos, solo es para una sola clase social que no soporta que obreros, indígenas o campesinos asuman el poder que les pertenece.
Detrás de ellos, para el trabajo sucio, un grupo de personas lumpen, desclasadas o directamente relacionadas con el crimen organizado. Y una máscara lavada pero vacía: grupos específicamente instruidos para apropiarse de símbolos (en Nicaragua los estudiantes).
Es ridículo como un tipo de buen apellido y que nunca ha salido de su perímetro de comodidad, se arroga el derecho de llamarse pueblo, pero la burguesía antes era la única ciudadana, así que la apropiación no es nueva.
La historia de América es la misma: un gobierno popular triunfa y se trata de desaparecerlo y arrasar con quienes lo llevaron al poder: el pueblo real. Los actores son los mismos: burguesía y sus lacayos y Estados Unidos.
La solución es la misma que han dicho Allende, Fidel, Chávez y muchos de los nuestros: Poder Popular. La democracia reside en ello y no en la visión fascista del norte y mediocres como Almagro o los gobiernos de Brasil o Argentina y sus similares. No se puede retroceder ni ser de medias tintas. Esto es lucha de clases y la profundidad de nuestra resistencia no amerita concesiones.
*Militante del FSLN.