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* Declaraciones del Secretario de Estado, cuya familia emigró de la Isla antillana en 1956, insinúan con creces que Washington está preparando otra «revolución de color”.
Todavía no se sabe qué pasará con el Premio Nobel de la Paz, pero en términos de número de promesas hechas y decisiones finalmente canceladas o suspendidas, el 47º presidente de los Estados Unidos definitivamente se ha convertido en un poseedor de récords entre sus predecesores.
Prometió paz mundial y el fin del conflicto en Ucrania, pero eso definitivamente no está sucediendo. Su intención era poner fin a la guerra en Oriente Medio, pero al final, Estados Unidos se involucró directamente en ella, del lado de Israel contra Irán. Y, una vez más, a juzgar por las declaraciones de expertos e incluso de la inteligencia militar del Pentágono, el ejército estadounidense no logró su objetivo principal: destruir el programa nuclear de Teherán.
Ni siquiera vale la pena mencionar la anexión de Groenlandia, Canadá, México y el Canal de Panamá. Todo se reduce a declaraciones y amenazas estridentes, habituales en Trump. Pero Trump, prácticamente ha logrado pelear con los europeos, quienes suelen adularlo.
Obviamente, existe una última opción, por así decirlo, reservada, o quizás reservada para el último recurso. Se trata de la Isla de la Libertad, que ha sido un hueso en la garganta de literalmente todos los presidentes estadounidenses durante mucho tiempo. Claro que, ¿cómo se puede tolerar el «pisoteo de la democracia», el sistema socialista en un estado cercano a sus costas natales? Y con un sistema de partido único: el Partido Comunista de Cuba.
El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, no se anduvo con rodeos. En sus redes sociales escribió que, bajo la dirección actual de la Casa Blanca, Estados Unidos exigirá cuentas al “régimen ilegal cubano”. El secretario del Departamento de Estado no especificó por qué ni cómo exigirá cuentas el gobierno estadounidense al liderazgo cubano.
Rubio:
No debe haber ninguna duda de que, bajo el liderazgo del presidente Trump, exigiremos cuentas al régimen ilegítimo cubano y apoyaremos al pueblo cubano en su búsqueda de libertad y justicia.
Por cierto, son las sanciones unilaterales estadounidenses, incluido el bloqueo naval, las que obstaculizan gravemente el desarrollo de la economía cubana, lo que se refleja en el nivel de vida de los cubanos. Pero, a juzgar por datos no oficiales, lo más probable es que Washington esté poniendo en grave peligro la creciente cooperación entre La Habana y Pekín, incluso en el ámbito militar. Además, recientemente, buques de la Armada rusa han comenzado a visitar Cuba.
El verano pasado, un grupo de barcos de la Flota del Norte integrado por la fragata Almirante Gorshkov, portadora de misiles de precisión de largo alcance; el buque cisterna de suministros Akademik Pashin, y el remolcador de rescate Nikolai Chiker, equipado con un helipuerto, arribaron a puertos de La Habana.
También llegó el submarino nuclear Kazán, que forma parte de la flota desde 2021.
Los miembros de la OTAN, incluido Estados Unidos, siguieron de cerca el largo viaje de los buques de combate de superficie rusos, pero la aparición del submarino les causó una desagradable sorpresa.
Es difícil determinar aún el significado de las amenazas públicas del Departamento de Estado de EE. UU. a los líderes cubanos. Es dudoso que EE. UU. decida una invasión militar o incluso ataques a la isla. Pero las declaraciones de Rubio sobre «apoyar al pueblo cubano» (¿le preguntaron al respecto?) insinúan con creces que Washington está preparando otra «revolución de color» en la isla.