* En la posguerra, las esclavas sexuales surcoreanas eran maltratadas por los militares de EE.UU., sufrían múltiples abortos y eran obligadas a realizarse violentos tratamientos por enfermedades de transmisión sexual.
El eufemismo de ‘mujeres de consuelo’ en Corea del Sur generalmente describe a las mujeres coreanas y asiáticas que fueron obligadas a ser esclavas sexuales de los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Pero mucho después de que terminara el dominio colonial de Japón en 1945, el propio Gobierno surcoreano facilitó la explotación sexual de otro grupo de mujeres, que fueron obligadas a trabajar como esclavas sexuales en el marco de un «brutal comercio sexual», dirigido a satisfacer a los soldados estadounidenses, informa el periódico The New York Times.
Durante la guerra de Corea y en los años de la posguerra, Seúl hacía lo posible para que las tropas de la ONU, dirigidas por EE.UU., se quedaran en su territorio más tiempo. Y a pesar de que la prostitución era y es ilegal en Corea del Sur, el Gobierno organizó ‘estaciones de solaz’ o llamados ‘pueblos campamento’, construidos directamente alrededor de las bases militares estadounidenses.
Vendidas y secuestradas
Muchas de las trabajadoras sexuales que se vieron obligadas a trabajar allí fueron secuestradas siendo aún menores de edad y obligadas a «brindar consuelo a las tropas de la ONU o levantar su moral», frecuentemente bajo efectos de las drogas que les hacían consumir sus proxenetas para combatir la vergüenza que sentían. A otras mujeres funcionarios surcoreanos las estimulaban a vender su cuerpo a los soldados de EE.UU., prometiéndoles apartamentos gratis en la vejez, pero todo resultó ser un fraude.
Con frecuencia estas esclavas sexuales eran maltratadas por los militares estadounidenses, sufrían múltiples abortos y fueron obligadas a tratamientos violentos por enfermedades de transmisión sexual. A las que daban positivo, las recluían en instalaciones con las ventanas enrejadas y les proveían de fuertes dosis de penicilina, hasta que algunas morían del ‘shock’. Los funcionarios surcoreanos les hacían creer que eran patriotas y hacían el bien a su país.
«Los funcionarios que nos llamaron patriotas se burlaron a nuestras espaldas, llamándonos ‘máquinas de ganar dólares'», recuerda Park Geun-ae, que fue vendida cuando tenía 16 años a un proxeneta, en 1975, y dijo que había soportado fuertes palizas y otros abusos por parte de los soldados. Muchas veces, la sociedad surcoreana tachaba a estas mujeres de ‘yanggalbo’ (‘prostitutas para Occidente’), por lo que —a diferencia de las víctimas del Ejército japonés, honradas como símbolos del sufrimiento de Corea bajo el dominio colonial— estas exesclavas sexuales han tenido que soportar la vergüenza y vivir en silencio.
Fallo histórico
En septiembre pasado, 100 de estas mujeres en busca de justicia se dirigieron a la Corte Suprema de Corea del Sur y obtuvieron una victoria y una compensación —bastante modesta, de entre 2.270 y 5.300 dólares a cada una— por el trauma sexual que sufrieron. La Corte encontró al Gobierno surcoreano culpable de «justificar y alentar» la prostitución en los campamentos para ayudar al país a mantener su alianza militar con EE.UU., ganar dólares estadounidenses y culpó al Gobierno por la forma «sistemática y violenta» en que detuvo a las mujeres, obligándolas a recibir tratamiento por enfermedades de transmisión sexual.
En una entrevista con The New York Times, seis mujeres que habían sido esclavas sexuales de Corea del Sur, alentadas por el fallo judicial, declararon que ahora pretendían llevar el caso a EE.UU. «Los estadounidenses necesitan saber qué nos hicieron algunos de sus soldados», sostiene Park Geun-ae.