Dice el dicho popular que el dinero no lo es todo. Pero, cuando se trata de política, sin duda resulta un buen indicador de por dónde vienen los tiros. Si nos guiamos por esa máxima, el presupuesto que presentó esta semana el presidente Donald Trump para el año fiscal 2019 se podría resumir en «más guerra y menos diplomacia».
La propuesta de la Casa Blanca incluye un tijeretazo de casi 18 mil millones de dólares al presupuesto del Departamento de Estado, que equivale más o menos a desaparecer tres de cada diez dólares empleados en la diplomacia en el año fiscal precedente.
Los recortes son selectivos y entre las áreas más perjudicadas estarán las partidas para los organismos internacionales, que pasan de tres mil 266 millones de dólares a dos mil 191 millones de dólares, cerca de un 33 por ciento de afectación.
Las Naciones Unidas, una de las instituciones denostadas por la administración Trump, a pesar de ser la única donde están representados todos los países del mundo, recibirían cerca de 600 millones de dólares menos.
Ya en meses anteriores el mandatario norteamericano había amenazado con congelar los fondos que destina su país a la ONU si esta seguía aprobando resoluciones contrarias a los intereses de Washington, como fue la votación contra el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel.
Entre los organismos globales que también sufrirán el impacto de los recortes que harán los EEUU están la Organización Mundial para la Salud (OMS) y la agencia para la migración y refugiados.
Quienes están de fiesta, por el contrario, son los militares norteamericanos y el complejo militar industrial, que recibe en el nuevo presupuesto un aumento considerable de los fondos a pesar de la promesa de campaña de Trump de sacar a su país de las guerras fracasadas en Oriente Medio.
El incremento de fondos destinados al Departamento de Defensa ya recibió un visto bueno preliminar, el del Senado, que contempla una partida de 716 mil millones de dólares para el 2019. En total, el Pentágono dispondría entre este año fiscal y el próximo, de 1,4 billones de dólares para la modernización de sus fuerzas y el despliegue en nuevos conflictos bélicos.
Las líneas de seguridad nacional y defensa trazadas recientemente en documentos rectores de la Casa Blanca evidencian un giro hacia China y Rusia como enemigos geoestratégicos. El presupuesto de la actual administración busca simplemente poner los dólares necesarios para materializar su visión, que ya ha saltado las alarmas en Moscú y Beijing.
Pero no todos son aviones y tanques, el presidente Trump dejó espacio en el presupuesto para las actividades subversivas contra los países cuyos sistemas políticos y sociales no son del agrado de Washington.
Según los documentos oficiales, se dedican diez millones de dólares a los programas de «promoción de la democracia» en Cuba, que no son otra cosa que iniciativas ilegales para lograr el llamado cambio de régimen ansiado por una docena de administraciones desde el triunfo de la Revolución en 1959.
Iniciativas recientes como la Fuerza Operativa o Fuerza de Tareas en internet contra Cuba, convocada por el Departamento de Estado, indican la persistencia de Estados Unidos con políticas fracasadas de injerencia en los asuntos internos de la Mayor de las Antillas.
Venezuela, la otra obsesión de la Casa Blanca en América Latina, recibe por primera vez una partida de nueve millones de dólares dedicada a remover del poder al presidente constitucional Nicolás Maduro.
La ruta del dinero está trazada y ahora solo necesita la aprobación del Congreso EU para llevarla a cabo.