Elson Concepción Pérez | Granma
Creían los gobiernos de Estados Unidos y de la Unión Europea que Rusia no iba a responder a la provocación del presiente Joe Biden de autorizar a Ucrania a lanzar misiles estadounidenses, del tipo ATACMS, contra el interior del territorio ruso.
En política se trata de una continuidad militar a un conflicto como el actual entre Kiev y Moscú.
De estrategia militar ni hablar, pues ha quedado demostrado el poco conocimiento que tienen los gobiernos y las fuerzas armadas occidentales sobre el porqué de esta guerra y cuáles son los elementos históricos que la sustentan.
Desconoce Occidente que se trata de provocar a una Rusia potencia, con armas de las más modernas y con una economía que ha sustentado los enormes gastos militares y las sanciones occidentales, y sin embargo crece.
Biden, de retirada penosa y con poco o nada bueno de que hablar sobre su actuación en la arena internacional, quiso buscar un golpe de efecto que le permitiera mostrarse como dueño del mundo.
Primero autorizó que los misiles que envía a Ucrania fuesen utilizados, desde ya, contra del Estado ruso, y la entrega a Kiev de bombas antipersonales y otras de peligrosa presencia ante un diferendo que solo puede tener solución mediante las negociaciones, sin interferencias foráneas.
El propio Biden reconoce que sabía de la respuesta rusa, advertida meses antes por Vladímir Putin, sobre lo que pasaría una vez lanzado el primer misil estadounidense desde Ucrania hacia Rusia.
Estas descabelladas decisiones del mandatario estadounidense, y el apoyo que han tenido de algunos gobiernos que conforman la Unión Europea, van desbrozando el camino hacia una confrontación mayor, lo más parecido posible a una Tercera Guerra Mundial, incluso con el uso de armamento nuclear.
La respuesta rusa no se hizo esperar, y lanzó contra objetivos militares ucranianos un novedoso misil balístico de alcance intermedio, con ojivas convencionales y velocidad hipersónica –es decir, a tres kilómetros por segundo–, cuyo nombre es Oréshnik.
El propio mandatario ruso, Vladímir Putin, precisó que muy pronto se pondrá en marcha la producción en serie de estos novedosos misiles, luego de haber mostrado su capacidad de éxito.
Respecto a esta respuesta militar rusa, el vicepresidente del Consejo de Seguridad de ese país, Dmitri Medvédev, ha advertido a los entusiastas aliados de Estados Unidos en Europa que, por la rapidez del nuevo misil, es imposible interceptarlo antes de que pueda alcanzar una ciudad europea. «Por lo tanto, lo mejor es dejar de apoyar la guerra», advirtió.
Por su parte, la vocera de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, dijo que Washington estaba al tanto de dicho lanzamiento por parte de Rusia. «Consultamos a Ucrania y a nuestros aliados y socios cercanos en los últimos días para ayudarles a prepararse».
Finalmente, aseguró que el lanzamiento del misil ruso Oréshnik no tendrá efecto disuasorio sobre la política de Washington hacia Ucrania.
En este contexto, pareciera necesario recordarle a Joe Biden que el presidente Putin ha advertido que, según pide encontrar formas viables para que el conflicto termine y reine la paz, también prepara a sus fuerzas militares con los más novedosos medios de guerra, para enfrentar a la OTAN en su intento de cercar a Rusia como parte de una escalada contra la nación eslava.
En estos 35 días que le quedan a Biden en la Casa Blanca, muchas cosas pueden pasar, y lo menos prudente y más irresponsable sería que esa provocación y los ataques contra Rusia puedan encender la chispa de una Tercera Guerra Mundial.