Sahar Dadjoo | Tehran Times
* El primer ministro israelí repite: “No nos oponemos al pueblo de Irán” — ¿Qué piensan los iraníes?
Teherán – Mientras la atención pública en Teherán se centra en el nuevo y enorme mural erigido en la plaza Enghelab, un homenaje del tamaño de una pared a los niños iraníes muertos durante la agresión militar de 12 días de Israel, los recientes comentarios del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, han reavivado un profundo duelo colectivo y una ira feroz dentro de la sociedad iraní.
El 21 de julio, Netanyahu repitió su ya conocida afirmación de distinguir entre el gobierno iraní y su pueblo, declarando: “No hay posibilidad de paz con el régimen actual en Irán, pero con la gente que quiere derrocarlo, sí, tal vez”.
Su declaración coincidió con la dolorosa inauguración de los retratos de los niños, pintados junto a sus propios dibujos infantiles, bajo el conmovedor mensaje:
“Construimos el Irán que soñaste”.
Víctimas civiles
Las estadísticas oficiales recopiladas por el Ministerio de Salud iraní, corroboradas por diversas organizaciones de ayuda humanitaria, estiman en 1.062 el número de muertos iraníes en la ofensiva de 12 días, de los cuales al menos 276 fueron civiles. De estas víctimas, 102 son mujeres y 38 niños, siendo la provincia de Teherán la que reporta el mayor número de bajas. Estimaciones más sombrías sugieren que el total de muertes civiles podría alcanzar las 436, casi la mitad de ellas mujeres y niños. El ataque causó graves daños a la infraestructura civil, incluyendo barrios residenciales, varias escuelas y al menos dos hospitales de la capital.
Numerosos observadores internacionales y monitores independientes han destacado el impacto catastrófico que tiene sobre los niños y las familias, y las imágenes de las víctimas infantiles han dominado los titulares de la prensa nacional e internacional.
Visité la plaza Enghelab en una tarde inusualmente calurosa, ya que las temperaturas de finales de julio han superado con creces los niveles habituales, obligando a muchos a evitar quedarse afuera. La plaza, normalmente animada todo el año debido a su proximidad a la Universidad de Teherán y a los centros culturales, presentaba un panorama radicalmente diferente. El calor había reducido la afluencia habitual, dejando solo algunos puntos de tráfico peatonal intermitente.
Llegué al mediodía y, primero, me acomodé unos minutos en un pequeño rincón a la sombra cerca del mural, observando el entorno y a los transeúntes. La mayoría de la gente iba y venía, deteniéndose solo un instante para usar el cajero automático o echar un vistazo a un pequeño puesto de un anciano vendedor ambulante que ofrecía artesanías en miniatura de varias ciudades iraníes, con su suave voz hilvanando el aire quieto.
El calor sofocante apagó la vitalidad habitual de la plaza, pero no pudo sofocar la tranquila gravedad que rodeaba el mural.
Luto, desafío y voces desde la plaza Enghelab
La primera persona que me atrajo para una entrevista fue una joven, más o menos de mi edad. Su radiante sonrisa, intacta por el calor, me invitó a su casa. Me presenté como reportera y le pregunté qué pensaba sobre el mural y su mensaje. A pesar de que una acompañante la esperaba cerca, compartió sus sentimientos con gusto, revelando un dolor mezclado con una sutil determinación.
Poco después, un hombre que retiraba dinero cerca me preguntó sobre mi interrogatorio. Tras explicármelo, él también ofreció su punto de vista, lo que amplió la opinión pública.
Mientras caminaba bajo la sombra cálida y escasa, observando las expresiones y el ritmo de los transeúntes, pedí amablemente breves momentos para conversar, siempre disculpándome de antemano por pedirle a alguien que se detuviera con un calor tan opresivo.
“Paz con el pueblo, no con el régimen”
En sus últimas declaraciones, Netanyahu insistió en que las operaciones militares de Israel sólo tienen como objetivo el Estado iraní y su infraestructura nuclear, no los ciudadanos, y describió la guerra como:
“No hay posibilidad de paz con el régimen actual en Irán, sino con la gente que quiere derrocarlo”.
Al calificar el acto de agresión como «Operación León Ascendente», enfatizó que el objetivo es neutralizar la capacidad misilística y nuclear de Irán. Describió este acto atroz como esencial para la seguridad de Israel y del mundo. Sugirió además que estas operaciones podrían brindar una oportunidad para que los iraníes se rebelen contra su gobierno.
A lo largo de la escalada, Netanyahu se ha presentado persistentemente como un aliado del “pueblo de Irán”, una estrategia retórica para justificar la acción militar y alentar el disenso interno.
Un coro de rechazo y dolor
En grupos bajo el mural, símbolo de unidad en el dolor, iraníes de distintas edades, orígenes y creencias expresaron su rechazo unánime a las declaraciones de Netanyahu.
La Sra. Khanlou, de 45 años, educadora infantil, expresó un sentimiento ampliamente compartido:
Si esta guerra no es contra los iraníes, ¿por qué mueren niños? ¿Por qué están sus caras en este muro?
Calificó los ataques de “genocidio”, estableciendo paralelismos entre el sufrimiento de las familias iraníes y las madres palestinas, y añadió:
“Con hijab o sin hijab, ahora somos un solo pueblo”.
Para ella, las afirmaciones de Netanyahu eran “absurdas y sin sentido”.
Raha, de 38 años, subrayó la inocencia de los niños víctimas, diciendo: “Estos niños no tuvieron participación en ningún conflicto ni en la política”.
Giti, una madre de 52 años, describió a Netanyahu como la encarnación del demonio contra quien sólo hay que luchar.
También ridiculizó las esperanzas de negociaciones:
“No se habla de paz con alguien que bombardea a niños”.
Sus palabras reflejaron una erosión más amplia de la confianza, no sólo hacia Israel, sino también hacia sus aliados occidentales.
Una madre de unos 40 años describió los ataques como “crímenes contra la humanidad” y admitió:
“Ver imágenes de las jóvenes víctimas, como madre, es más de lo que puedo soportar”.
Otra mujer expresó su rechazo categórico a la violencia, independientemente del instigador:
“La guerra nunca es hermosa, no importa quién la inicie: Irán, Israel o Estados Unidos”.
Un hombre de unos 40 años desmanteló la división de Netanyahu entre Estado y ciudadano, diciendo:
Vemos a nuestros líderes como parte de nosotros mismos. Fingir que hay una diferencia es una mentira.
Insistió en que esa retórica solo servía para justificar un cambio de régimen, no para proteger a nadie. Para muchos iraníes, cada derrota hiere a la nación colectivamente.
Habib, un conductor de mediana edad, concluyó sombríamente:
Siempre es la gente la que más sufre, no los funcionarios. El coste de esta guerra lo pagan los niños y las familias.
Las palabras se encuentran con la realidad
A pesar de la reiteración del mensaje de Netanyahu, que separa al régimen del pueblo, estas palabras resuenan poco en Irán. Las entrevistas reforzaron la percepción generalizada de que dicha retórica simplemente enmascara la escalada militar y sirve de pretexto para un cambio de régimen. La evidencia de bajas civiles, especialmente entre mujeres y niños, contrasta marcadamente con las afirmaciones de que la guerra no afecta a la población iraní.
La familiaridad con una retórica similar del pasado profundiza el disgusto público y fomenta no la división sino una unidad nacional más fuerte.
Dolor colectivo y solidaridad inquebrantable
Las propuestas de Netanyahu al «pueblo de Irán» no han apaciguado la ira ni aliviado el dolor visible en las calles de Teherán. Al contrario, el dolor y la indignación han fortalecido la determinación y una unidad que une generaciones, géneros y clases.
Mientras los iraníes se reúnen bajo el mural que representa a niños perdidos, la brecha entre la retórica política y la realidad nunca ha sido más evidente. El mensaje de Teherán es claro: la solidaridad superará el dolor y la unidad persistirá a pesar de la presión extranjera.
Como lo resumió de manera conmovedora un ciudadano:
“Estamos de luto, pero permanecemos intactos”.