Venezuela, Cuba, Ucrania, Yugoslavia, Iraq, Siria, Libia… todos los países donde se ha plantado cara a los designios de los Estados Unidos y el resto de potencias Imperialistas en el pasado reciente, han sido tildados de “dictaduras sanguinarias y genocidas”.
El cuento se repite. Para atacar a estos países no han dudado en arrogarse todo tipo de banderas, desde el “anarquismo”, hasta los derechos LGTB. Hoy pretenden aplicar el mismo guion contra Nicaragua y su gobierno legítimo, esta vez con la bandera del “feminismo”.
De nuevo aparecen los “activistas” y las “ong” dispuestas a servir bien de cómplices, bien de tontos útiles, tergiversando la realidad, promoviendo pura propaganda de guerra.
Nicaragua es un país en el que abundan las dificultades y las carencias. Nicaragua es un país pequeño rodeado de Estados fallidos como Honduras y El Salvador, de los que “sorpresivamente” nunca se habla en televisión y parecen no preocupar a nuestros “antifascistas” de salón.
Países donde dominan las maras y los cárteles de la droga y donde la vida vale menos que un centavo. Esta solidaridad selectiva ya debiera ponernos en guardia.
Nicaragua fue bañada en sangre durante los años 80 en una guerra criminal promovida desde los Estados Unidos. El sandinismo, que liberó al país de la dictadura criminal de Anastasio Somoza, fue derrotado en las urnas en los años 90 en un clima de asfixia económica y guerra mediática brutal. Derrota de la que el sandinismo gracias al liderazgo del exguerrillero Daniel Ortega, se recuperaría en el 2006.
Eso sí, ya sin la capacidad de movilización y transformación profunda que tuviera en el siglo pasado. En esas elecciones, libres y pluripartidistas, conseguiría desbancar a ultracatólicos y neoliberales. Grupos sociales que hoy encabezan las protestas contra Daniel Ortega.
El pasado año, con la excusa de una subida de impuestos a los empresarios para preservar la seguridad social, estos grupos salieron a la calle junto con bandas criminales locales. Cientos de personas fueron asesinadas o cayeron enfrentándose militarmente contra la fuerza pública del país.
Los “activistas” de la contra fueron detenidos y juzgados, para después ser amnistiados por el gobierno Sandinista en el contexto de los diálogos de Paz que Ortega promovió para solucionar el conflicto desatado por la oposición.
Vaya una “dictadura”, que se sienta a dialogar y libera hasta a opositores condenados por haber llegado a quemar vivos a militantes sandinistas.
El gobierno de Ortega es querido y respetado por la inmensa mayoría de los nicaragüenses, especialmente por los sectores más humildes. En Nicaragua puede decirse que hay dificultades, no que sea una dictadura, eso es ponerse del lado del Imperialismo.
Los colectivos que operan en nuestra ciudad y promueven el “derrocamiento” de Ortega desatienden esta realidad, simplemente mienten, desean que caiga uno de los pocos países soberanos de la región, por ello no pueden tener cabida en ningún espacio de izquierdas.
Nicaragüenses por la paz en Zaragoza, España