Jorge Vera Castillo
Ciertamente, aquel antiguo debate del siglo XX, desarrollado desde 1917 – con la victoriosa Revolución de Octubre -, sobre las vías para alcanzar una situación revolucionaria e iniciar un proceso revolucionario, de transformaciones estructurales y radicales, ya fuere con llamadas revoluciones ‘armadas’ o ‘pacíficas’, no ha desaparecido completamente en este siglo XXI.
Asimismo, los procesos revolucionarios – declarados y definidos ya como Revoluciones que, inician su transcurso histórico, con la victoria inicial proclamada – tienen y han tenido otro rasgo analítico, para investigarlos, desde otra vista y panorámica. En efecto, se trata de la continuidad o discontinuidad de dichos procesos. Este es un factor político e histórico, con alcances estratégicos y geopolíticos que, no se debiera soslayar en toda pesquisa rigurosa.
Particularmente, esto se puede mostrar en dos casos de victorias revolucionarias que, se alcanzaron en el mismo año de 1979: la Revolución Islámica en Irán y la Revolución Popular Sandinista en Nicaragua. La primera, del 11 de febrero de ese año, se puede presentar como una revolución continua o con continuidad. La segunda, del 19 de julio del mismo año, es y ha sido una revolución discontinua, desde el punto de vista de su ejercicio gubernamental.
Ambos procesos revolucionarios alcanzaron sus significativas victorias por la ‘vía armada’. Y sus gobiernos no deben ser juzgados como meros gobiernos de administración neoliberal, lo que, habitualmente, es un ‘error’ – más bien una opción deliberada errónea – que se practica, hasta ahora, reiteradamente, bajo una pretendida uniformidad y universalidad de los enfoques.
Es así que, la Revolución Popular Sandinista, instaurada desde 1979, gobernó Nicaragua, en una primera etapa histórica, hasta 1990. Con posterioridad, hasta el año 2007, se sucedieron tres gobiernos elegidos, de carácter opositor a la revolución – ergo, contrarrevolucionarios, ya que la reacción ‘no duerme’ -, intentando aplicar y/o restaurar un modelo de desarrollo capitalista, denominado neoliberal, en su fase actual, a través de la anulación y/o con casi distorsión completa de las transformaciones iniciadas por la Revolución Popular Sandinista.
En el período iniciado en 1990, gobernaron en Nicaragua la Presidenta Violeta Barrios de Chamorro, representando a la Unión Nacional Opositora (UNO), 25 de abril de 1990 a 10 de enero de 1997; el Presidente Arnaldo Alemán Lacayo, 10 de enero de 1997 a 10 de enero de 2002, y el Presidente Enrique Bolaños Geyer, 10 de enero de 2002 a 10 de enero de 2007, ambos representando al Partido Liberal Constitucionalista (PLC). Ahora, éste presentó a sus candidatos presidencial y vicepresidencial, el 7 de noviembre de 2021, logrando el 14,33 %.
Como es conocido, las fuerzas populares sandinistas recuperaron el ejercicio gubernamental, desde enero de 2007, al haber logrado una victoria electoral legítima, y no cuestionada, por la llamada ‘vía pacífica’, en noviembre de 2006. Así, se trata de un caso de recuperación de la iniciativa revolucionaria, el que se ha prolongado hasta ahora, con unos procesos electorales generales democráticos, posteriores, y el reciente del domingo 7 de noviembre de 2021, con una amplia participación electoral, del 65,26 %, en un contexto legal con voto voluntario.
Además, la referida última elección general se dio en la situación mundial, centroamericana y nicaragüense de carácter pandémica, dimanante de la Covid-19; procesos de vacunación masivos; batallas mediáticas majaderas de desinformación; hostigamientos cotidianos y sanciones periódicas en contra de Nicaragua, sus altas autoridades, sus dirigentes políticos e instituciones civiles y militares, todo junto a las conocidas medidas coercitivas unilaterales.
Anteriormente, se habían abierto procesos a contrarrevolucionarios activos y declarados, por delitos contemplados en la Constitución; en la Ley N° 1055, Ley de Defensa de los Derechos del Pueblo a la Independencia, la Soberanía y Autodeterminación para la Paz (dictada por la Asamblea Nacional, en Managua, el 21 de diciembre de 2020), y, en la especie, en el Código Penal (Artículos 282, 410 y 412, en lo principal), todo con muy amplia información pública.
Sin embargo, aquí se trata de los asuntos internos de Nicaragua, llevados adelante por el Ministerio Público, completamente ajenos al proceso electoral que, se inició formalmente con la declaración y registro de candidaturas presidenciales y parlamentarias, lo que fue publicado en el Diario Oficial, LA GACETA, N° 164, del miércoles 1° de septiembre de 2021.
Por otra parte, bajo un guion ya conocido, en nuestra región latinoamericana y caribeña, cuyo primer gran capítulo ya se tiene titulado, con meses y/o semanas de anticipación a la realización misma de elecciones generales, se fue anticipando que sus resultados serían “un fraude” y que, se trataría de “una farsa”. Incluso, en los propios centros de poder, donde se generan estas estrategias y metodologías, no se escatiman recursos financieros para ir así desarrollando campañas de ‘convencimiento’, al respecto, y apoyando ‘opositores’ locales.
Revoluciones siempre generarán contrarrevoluciones, camufladas de ‘oposición pacífica’.
Es más, algunas de estas tácticas fueron usadas en las elecciones generales yankees de 2020, por parte de Donald J. Trump, varios meses antes, y en semanas posteriores a los resultados. Y, en otro caso emblemático, su ‘discípulo’, en Brasil, Jair Bolsonaro, ya ensaya el mismo libreto para las elecciones generales del 2 de octubre de 2022. Otro caso singular se dio en Perú, este 2021, entre primera y segunda vuelta de la elección presidencial, buscando generar caos e inestabilidad institucional y política.
Acusadores de “fraude”, nunca muestran las pruebas. Solo repiten y se repiten monsergas, después de ver, cómodamente, noticieros de TV, siempre desde lejos. Cualquier contradictor es confrontado, señalándole que, “pero, si es obvio el fraude”, “yo estoy convencido de que hubo un fraude”. Ninguno de los vociferantes argumenta y/o expone con cifras, datos, hechos e informaciones concretas e irrebatibles. No lo estiman necesario: “pero, si es evidente el fraude, ya se sabe”.
Elecciones generales nicaragüenses remarcan la importancia estratégica que, puede significar el voto como defensa de un proceso revolucionario. País pequeño, centroamericano y caribeño es Nicaragua. La legitimidad de sus procesos electorales está dada por amplia y consciente participación de su pueblo, con voto voluntario. Seis binomios de candidaturas a presidente y vicepresidente lo reafirman.
Las y los Acompañantes Electorales fueron 232, de 27 países acreditados, que, verificaron correcta realización, con absoluta normalidad, sin incidentes y con transparencia del proceso electoral del domingo 7 de noviembre de 2021. Recursos de revisión a la Publicación de Resultados Provisionales por el CSE, se pudieron presentar hasta el 18 de noviembre de 2021. Votos Totales en elección de presidente y vicepresidente fueron 2.921.430, siendo Votos Válidos 2.759.743, y, Nulos 161.687.
La autodeterminación, la independencia y la soberanía de Nicaragua han estado siendo atacadas y violentadas, periódicamente, desde abril de 2018, con unos criminales intentos desestabilizadores, fascistoides, insurreccionales y pretendidamente golpistas, siempre con completo fracaso, aunque con desgaste de esfuerzos y recursos, un reguero de destrucción de infraestructura económica y pérdida de vidas humanas, como “únicos logros”, analizados retrospectivamente, lo cual debiera haber sido completamente condenado y esclarecido.
Nicaragua se afirma y define como una sociedad cristiana, pacífica, soberana, socialista y solidaria. En Centroamérica y en el Sistema de la Integración Centro Americana (SICA), es el único país convertido en barrera para el tráfico de drogas, paradójicamente, hacia Estados Unidos de Norteamérica, su gran y peor país enemigo, resentido, para siempre, al haber sido derrotado militarmente, desde 1933, por aquel ejército de “hombres y mujeres libres”, del General Augusto Sandino, y en sus sucesivos intentos de procesos injerencistas, posteriores a 1979, contra los logros, obras, realizaciones y tareas de la Revolución Popular Sandinista.
Otra gran fortaleza de este indomable e insobornable pequeño país, es tener su soberanía alimentaria, lo que, en lo esencial y vital, significa no depender de las importaciones de alimentos para cubrir las necesidades básicas de su Pueblo. Es más, incluso, ejerciendo el internacionalismo revolucionario, pudo ayudar a la República de Cuba, con el envío de carga alimenticia, a través de dos viajes del buque “AC Sandino”, en ejemplar caso de hermandad y solidaridad entre países y pueblos amigos, a inicios de agosto y de septiembre de 2021.
Cifras oficiales de la CEPAL y la FAO demuestran que, aún en medio de la pandemia, el desarrollo agrícola, comercial, económico y social de Nicaragua – también, afectada por las crisis económica y sanitaria, como todos los países latinoamericanos y caribeños -, ha retomado un sólido camino de crecimiento, destacándose claramente en la Subregión, dentro de los indicadores y parámetros estadísticos, común e internacionalmente utilizados.