* Intervención del embajador Luis Alvarado en la Segunda Reunión de Altas Autoridades del Grupo de Trabajo Conjunto de Cumbres (GRIC), sobre el impacto del Covid-19 en las Américas, en la ciudad de Washington, D.C. el 29 de abril de 2020.
Muchas Gracias Señor Presidente:
El Gobierno de Nicaragua, agradece la convocatoria de la Segunda Reunión de Altas Autoridades del Grupo de Trabajo Conjunto de Cumbres (GRIC), sobre el Impacto del COVID-19 en las Américas, al tiempo de saludar al Excelentísimo Señor Gustavo Meza-Cuadra, Ministro de Relaciones Exteriores del Perú, a la distinguida Doctora Carissa F Etienne, Directora de la OPS y Altas Autoridades participantes y tomamos debida nota de sus presentaciones.
Queremos hacer llegar a nombre del Pueblo y Gobierno de Nicaragua, nuestras Condolencias para con todos los Hermanos fallecidos y nuestra Solidaridad con las víctimas, familiares y amigos de las personas que están sufriendo este flagelo.
Frente a la emergencia de esta crisis generada por el Coronavirus, a la que se suman las secuelas provenientes del injusto orden económico internacional, no nos queda otro camino que hacer un vehemente y respetuoso llamado a la Solidaridad y la Unidad de los Pueblos y Naciones del Mundo, como el único camino para salir juntos de esta crisis que nos agobia y cuyos efectos a corto, mediano y largo plazo están aún por verse, en el campo de la salud, la economía, la educación y la forma de relacionarnos como Seres Humanos, lo que hace necesario generar las condiciones necesarias para sostener y luego estimular la oferta y la demanda de bienes y servicios.
Como Naciones del Mundo nuestro anhelo y objetivo debe ser la defensa y la promoción de la Paz y la Seguridad Internacionales, anhelo ferviente expresado por los Pueblos del Mundo que integraron las Naciones Unidas, luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial, en cuya Carta Constitutiva estaban resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas.
Esta fue una época en la que emergieron con fuerza los Estados Nacionales para proteger a su población de las secuelas de esta guerra mundial.
De ahí radica la importancia de retomar este hermoso legado de 1945, que permita poner fin a las guerras, intervenciones y desestabilizaciones en contra de los pueblos y naciones soberanas sometidas actualmente a sanciones y bloqueos, todo ello acciones inamistosas y ofensivas reñidas con los propósitos y principios de las Naciones Unidas que amenazan la Paz y la Seguridad Internacionales.
Lo anterior refleja cuanto nos hemos apartado del camino de la paz, de la hermandad, de la empatía, de la solidaridad, cuanto nos hemos apartado del camino de Dios.
Este tiempo de prueba debe de servirnos para fomentar la convergencia de políticas públicas destinadas a tomar las medidas preventivas necesarias para frenar la propagación del COVID-19 y hacerle frente de manera conjunta a las consecuencias que se deriven de la misma.
No es el momento para la contención, ni la imposición de doctrinas, sino que es el momento para la cooperación, entre los Estados, el respeto a su soberanía y su derecho a la autodeterminación.
Es tiempo de regirse por los principios establecidos por el Derecho Internacional y la Carta de las Naciones Unidas, en el contexto de un nuevo orden internacional multipolar con la existencia de diversos centros políticos mundiales.
Esta pandemia es una buena oportunidad para romper de una vez por todas con el ciclo de desconfianza, y achaque de culpabilidades entre los Estados, con el fin de poder concentrar los esfuerzos en la búsqueda de una vacuna que logre poner freno a la expansión del Coronavirus. Es el momento en que los países hermanos con mayores recursos puedan ayudar a paliar la pobreza, la desesperanza y la hambruna en las naciones pobres del planeta.
A como dijera el Papa Francisco el 17 de abril del año en curso, “si algo hemos podido aprender en todo este tiempo, es que nadie se salva solo. Las fronteras caen, los muros se derrumban y todos los discursos integristas se disuelven ante una presencia casi imperceptible que manifiesta la fragilidad de la que estamos hechos”.
Nicaragua continuará haciéndole frente a esta Pandemia con sus modestos recursos, con la cooperación de organismos y países hermanos teniendo en la primera línea a los abnegados y heroicos Trabajadores de la Salud y la colaboración y participación de la Ciudadanía, del Ejército y la Policía, todo en función de la Salud, la Seguridad y el Bienestar de la población nicaragüense.
Muchas Gracias Señor Presidente.