Todos los gobiernos progresistas y revolucionarios de América Latina han sido y son víctimas de una estrategia de Washington conocida como “golpe de Estado suave”, la cual se ejecuta a través de acciones desestabilizadoras orquestadas desde el extranjero y enfocadas en aspectos como el boicot económico, la manipulación informativa, la movilización y la infiltración de gente violenta en manifestaciones, entre otros hechos políticos.
El llamado “golpe blando” o “golpe suave” es una estrategia de “acción no violenta” ideada por el politólogo y escritor estadounidense Gene Sharp, a finales del siglo pasado, y ampliamente utilizado en el mundo durante la última década.
Nicaragua no ha sido la excepción. Aquí existen los medios y muchísimas voluntades políticas dispuestas a ejecutar el llamado “golpe suave” y lo han intentado pero han fallado; han fallado porque les faltan muchas cosas fundamentales y valiosas, les falta liderazgo, les falta arrastre, les falta creatividad, pero sobre todo les falta honradez y credibilidad.
Vale recordar que en una ocasión, Sharp señaló que «la naturaleza de la guerra en el siglo XXI ha cambiado (…) Nosotros combatimos con armas psicológicas, sociales, económicas y políticas», pero en esos campos, la derecha nicaragüense se ha estrellado en sus propias contradicciones y ambiciones y ha sido incapaz de generar confianza entre sus mismos líderes que no ocultan las ambiciones de poder y no logran ponerse de acuerdo ni siquiera para poder almorzar juntos en paz.
En ese sentido, Sharp expone que “en los Gobiernos, si el sujeto no obedece los líderes no tienen poder. Estas son las armas que en la actualidad se usan para derrocar Gobiernos sin tener que recurrir a las armas convencionales”. Curiosamente en Nicaragua sucede lo contrario: la población no obedece a ningún líder de la derecha. “¡Qué chasco!”, exclamarán en Washington.
La tesis de Sharp reconoce que para el norteamericano, actualmente la guerra “cuerpo a cuerpo” no es eficaz y, además, implica enormes costos económicos y de movilización. Ejemplo de ello son las costosas operaciones militares de Estados Unidos en países como Irak y Afganistán que se han extendido por más de una década.
Por ello, Sharp apuesta por una serie de medidas que van desde el debilitamiento gubernamental hasta la fractura institucional, como es el caso de lo que está ocurriendo en Venezuela, de lo que sucedió en Brasil y en Argentina, sólo para citar los ejemplos más cercanos.
Los cinco pasos
El autor del polémico ensayo titulado “De la dictadura a la democracia”, que describe 198 métodos para derrocar Gobiernos mediante “golpes suaves”, considera que la estrategia se puede ejecutar en cinco pasos recopilados por la agencia Russia Today (RT):
La primera etapa es promover acciones no violentas para generar y promocionar un clima de malestar en la sociedad, destacando entre ellas denuncias de corrupción, promoción de intrigas o divulgación de falsos rumores. En Nicaragua lo han hecho de manera abundante, pero sin repercusión alguna.
La segunda etapa consiste en desarrollar intensas campañas en “defensa de la libertad de prensa y de los derechos humanos”, acompañadas de acusaciones de totalitarismo contra el Gobierno en el poder. Eso se escucha y se lee todos los días en los medios de la derecha, medios que como La Prensa y Confidencial, han entrado en una crisis severa de credibilidad.
La tercera etapa se centra en la lucha activa por reivindicaciones políticas y sociales y en la manipulación del colectivo para que emprenda manifestaciones y protestas violentas, amenazando las instituciones. En Managua las vivimos todos los miércoles, con una nula participación popular.
La cuarta etapa pasa por ejecutar operaciones de guerra psicológica y desestabilización del Gobierno, creando un clima de «ingobernabilidad», etapa, a los que los dirigentes de la derecha nicaraguense jamás podrán llegar, porque para lograr ese objetivo necesitarían el respaldo masivo de la población, el cual, obviamente, no lo tienen.
La quinta y última etapa tiene por objeto forzar la renuncia del Presidente de turno, mediante revueltas callejeras para controlar las instituciones, mientras se mantiene la presión en la calle. Paralelamente, se prepara el terreno para una intervención militar, mientras se desarrolla una guerra civil prolongada y se logra el aislamiento internacional del país. Eso en Nicaragua, ni siquiera es un sueño.