Yuris Luna
* “Si alguien me preguntará porque Nicaragua no tiene barrios y comunidades completas que se quedan vacías –como sucedió en Guatemala, El Salvador y Honduras- cuando la gente se sumó a la caravana de inmigrantes. Yo diría sin pensarlo mucho, es que en Nicaragua hay esperanza, aquella que nació con el parto histórico que fue el 19 de julio de 1979”.
Mirar imágenes de la caravana con hermanos inmigrantes centroamericanos en la frontera sur de México no solo estremece el corazón, sino que ahonda las heridas en las venas abiertas de Centroamérica. Pero también nos hace reflexionar y valorar más el momento histórico de nuestra Nicaragua y defenderlo desde la trinchera de los hechos, las ideas y la palabra escrita.
Esa caravana va llena de personas valientes que entre el calor, el polvo, el cansancio y el miedo va avanzando por los poblados de Chiapas. Esa caravana humana, a la que los periodistas mexicanos han denominado “marcha de la niñez”, va llena de historias de vida, historias de personas que han pasado tanto en la vida que ya perdieron la esperanza de un mañana mejor en sus países.
Personas, familias que según ellos mismos sólo buscan “dignidad y paz”, porque van huyendo de la violencia, del hambre y la miseria. De revoluciones sociales truncadas y décadas de gobiernos corruptos y lacayos del imperialismo estadounidense.
Si alguien me preguntará porque Nicaragua no tiene barrios y comunidades completas que se quedan vacías –como sucedió en Guatemala, El Salvador y Honduras- cuando la gente se sumó a la caravana de inmigrantes. Yo diría sin pensarlo mucho, es que en Nicaragua hay esperanza, aquella que nació con el parto histórico que fue el 19 de julio de 1979.
La bendita y profunda paz, que no es ausencia de guerra sino la búsqueda de justicia social y oportunidades para todos, de vivir y sentirnos como seres humanos, capaces, valiosos y con derechos. Seres humanos con techo, tierra, trabajo, pan y dignidad. Nicaragua, un país asediado y difamado, es un bastión de verdadera paz en la región. Por ejemplo, ahorita en las calles todo el mundo habla de la vacunación, ¿te dio algo? Es la pregunta típica con la que comienzan la mayoría de las conversaciones y pláticas.
Las filas comienzan desde antes de las 6 am, las personas salen de las comunidades y barrios desde muy temprano, caminan con tranquilidad y llegan a los centros de salud más cercanos. En las colas podés encontrar a todos, sin diferencias, desde el vendedor de pan con su canasto, las marchantas del mercado, el trabajador formal, el dueño de pequeño negocio, el obrero agrícola, el campesino y hasta los que parquean sus carros o camionetas en las cercanías de los centros hospitalarios. La clase trabajadora, aquella que reconoce el valor de la paz y de la realidad cotidiana en Nicaragua.
Bueno, sigo contándoles, ayer, mientras esperábamos el turno de la vacuna contra la Covid 19 – en el centro de salud comunitario-, una doctora vestida de payaso, animaba a los niños y niñas a vacunarse sin miedo con la vacuna cubana soberana. Ella, antes de entrar al área del pinchazo, les pintaba la cara con un sol alegre, los niños y niñas recibían salud y amor, a varios los vi salir orgullosos, tiernos y animados.
El centro de salud estaba alborotado y agitado, ya que como el nica todo deja a última hora, las familias no solo aprovechaban para vacunarse sino para que les chequearan uno que otro malestar, así aprovechaban para pasar por el pediatra, el control prenatal, sacar una cita en especialidades, retirar medicamentos, etc. Una doctora pas{o cerca de mí y le dijo a una embarazada: “¿Ya te vacunaste, amor?” Y ella respondió “sí, ya me vacunaron en la casa materna y llevo todas las vitaminas”.
En las afuera del centro de salud, un señor vendiendo enchiladas y refrescos naturales también contaba sobre su experiencia con la segunda dosis de vacunación. Este también les ofrecía café y pan a las jóvenes doctoras que lucían cansadas, pero contentas. Esa es la Nicaragua cotidiana que se viste de luchas, ternura y de cuidados, esa Nicaragua que va creando nuevas formas para una vida con dignidad, amor y esperanza en medio de una Centroamérica que grita de rabia y dolor.