Alain Valdés Sierra | Prensa Latina
A poco más de medio año del intento de golpe de Estado en Nicaragua y otras acciones desestabilizadoras y violentas, las verdades salen a luz con pruebas contundentes en lo que bien podría catalogarse de crimen contra la humanidad.
La retórica de la oposición y sus medios de comunicación, y de instituciones como la Organización de Estados Americanos (OEA), aún intenta disfrazar la intentona golpista de “revolución cívica”.
No importa que carezcan de elementos para sostener la campaña, los niveles de manipulación son tan grandes y bien coordinados, que al gobierno sandinista lo tildan de dictatorial y violador de los derechos humanos y muchos se lo creen.
Para colmo, la OEA intenta, amparada en un discurso alejado de la verdad, aplicar el artículo 20 de la Carta Democrática Interamericana, y así dar paso a acciones de carácter interventor.
Lo cierto es que los sucesos del 18 de abril y los que le siguieron hasta entrado el mes de julio, arrojaron como saldo una situación que la inmensa mayoría de los nicaragüenses no quiere volver a vivir: 199 fallecidos, más de mil 200 heridos y pérdidas que superan los mil millones de dólares.
Si fue una “revolución cívica”, ¿por qué los cientos de armas de diferente tipo, fabricación y procedencia en manos de los ‘revolucionarios’?; ¿por qué los tranques de la muerte, los asesinatos selectivos, la destrucción de infraestructura para generar caos y malestar ciudadano?
Cientos de documentos, audios y videos demuestran lo bien coordinadas que estaban las diferentes facciones “revolucionarias” que llamaron al caos, a avituallarse para al menos dos meses de acciones violentas y la búsqueda de armas por los medios que fueran (fabricación artesanal y robo a las fuerzas del orden), incluso al asesinato del presidente Ortega, familia, gabinete y colaboradores cercanos.
Si la revolución era “cívica”, ¿por qué una preparación tan concienzuda y una campaña de desinformación tan grande? El dinero y otros recursos para financiar a los golpistas fue considerable, la injerencia de las organizaciones no gubernamentales y la manera en que se tergiversa la verdad, indigna.
Por ejemplo, de los casi 200 fallecidos reconocidos en los datos oficiales, una veintena son agentes de la Policía Nacional asesinados en los tranques y otras acciones violentas, sin embargo, la oposición asegura que se quitaron la vida para no reprimir a sus compatriotas.
No obstante, esa misma oposición manipuladora asegura que es el sandinismo quien impide el ejercicio del derecho a la libre información y a la libertad de expresión.
El fracaso del intento de golpe de Estado no significa que la oposición y poderes extranjeros dejen a un lado sus intenciones contra el gobierno de Daniel Ortega, sin importar fallecidos, heridos ni las pérdidas millonarias a la economía e infraestructura del país, solo que ahora cambian el libreto.
Por el momento, cerrar el cerco para tratar de asfixiar al país en lo financiero y aislarlo en la arena diplomática, buscando así alterar el statu quo y tener vía expedita para aplicar otros mecanismos de presión, incluso una intervención militar.
En diciembre el Congreso de Estados Unidos votó a favor de la Nicaraguan Investment Conditionality Act (Nica Act), ley que permite a Washington vetar las solicitudes de préstamo hechas por el gobierno sandinista a organismos financieros internacionales.
Mientras, también en la capital estadounidense el secretario general de OEA, Luis Almagro, y representantes de varios países abogan por aplicar a Nicaragua el artículo 20 de la Carta Democrática Interamericana escudados en una supuesta “alteración del orden constitucional que afecte gravemente su orden democrático”.
La campaña ha sido denunciada en más de una ocasión y recientemente desarticulada por el canciller nicaragüense, Denis Moncada, en una carta dirigida a sus homólogos del continente, donde evidencia la improcedencia de la acción en lo jurídico, y en contravención del propio documento, además de la violación de las prerrogativas de Almagro como secretario general de la organización.
El 2019 es un año definitorio para Nicaragua y la Revolución Sandinista, unida para seguir en la defensa de la soberanía y el derecho a la autodeterminación.