La creciente importancia económica de los países en vías de desarrollo y los mercados emergentes, exige un cambio en la arquitectura internacional para que esta «funcione para los pobres también». La hegemonía de un grupo de países liderado por EE.UU. es el principal obstáculo para que esta transformación se haga realidad.
«La hegemonía de EE.UU. es el mayor obstáculo para el desarrollo global». Es la opinión del premio Nobel de economía estadounidense Joseph Stiglitz (2001), que compartió sus preocupaciones por el futuro de la economía con los lectores del periódico ‘The Guardian’.
«Cuando China propuso que el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura ayudara a reutilizar parte de los excesivos ahorros globales donde la financiación es desesperadamente necesaria, EE.UU. procuró torpedear el esfuerzo», recuerda el economista. Stiglitz califica la decisión de la Administración del presidente Barack Obama de no participar como un «hiriente y muy embarazoso fracaso».
EE.UU. también bloqueó el camino hacia la instauración de un ‘imperio de la ley’ internacional en materia de deuda y finanzas. Para que funcionen apropiadamente los mercados de bonos, se debe encontrar «un modo ordenado de solucionar los casos de insolvencia soberana».
Por el momento no hay herramientas para tal solución. «Ucrania, Grecia y Argentina son todos ejemplos del fracaso de las herramientas internacionales existentes. Una gran mayoría de países ha pedido crear un marco para la reestructuración de la deuda soberana. EE.UU. sigue siendo el principal obstáculo».
Stiglitz admite además que la inversión privada tiene mucha importancia para el desarrollo económico en el ámbito global. Pero el modo en que la Administración de Obama busca proteger las inversiones directas destinadas a otros paíse, pone en duda las ventajas que comporta.
En todos los acuerdos comerciales «que está negociando a través de ambos océanos» (se refiere al Transpacífico y el Transatlántico, entre otros) impone un acompañamiento legal que reduce drásticamente la capacidad regulatoria de los Gobiernos nacionales en materia de medioambiente, salud, condiciones laborales y economía.
Para el nobel de economía lo único que debe hacer Washington para permitir el progreso económico es «quitarse de en medio». EE.UU. ya ha demostrado, dice el economista, que está «en el lado equivocado de la historia».