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Así de contundente tituló la prestigiosa revista «Foreign Policy» un artículo, en el que le pide a Washington reconocer que esta estrategia hostil «está socavando su propio poder económico y diplomático en todo el mundo: Obsesión de Estados Unidos por las sanciones será su ruina».
«Imagínese esto: una cumbre mundial de todos los gobiernos y funcionarios públicos y privados que han sido sancionados por los Estados Unidos. La foto familiar presentaría a un grupo diverso de líderes de toda África, Asia, América Latina y el Medio Oriente, y no se diferenciaría mucho del G7 o cualquier otra reunión en el calendario global.
En el centro estaría China, presentándose orgullosamente como un aliado moral y diplomático, por no mencionar comercial y financiero, del club de gobiernos que han sido señalados y castigados por Estados Unidos».
Así comienza el análisis publicado por Foreign Policy sobre la guerra económica, militar y geopolítica que viene librando EEUU bajo la forma de sanciones, a la que critica en términos categóricos.
La publicación se suma a una extensa lista de gobiernos, especialistas y medios de comunicación que denuncian que, en las últimas dos décadas, las sanciones se han convertido en la herramienta de política exterior más utilizada por Estados Unidos contra los países que considera sus adversarios.
Según una base de datos mantenida por la Universidad de Columbia, consigna Foreign Policy, un total de seis países (Cuba, Irán, Corea del Norte, Rusia, Siria y Venezuela) se encuentran bajo sanciones «integrales» de EEUU, lo que significa que la mayoría de las transacciones comerciales y financieras con entidades e individuos en ellos están actualmente prohibidas por ley estadounidense.
Otros 17 países, incluidos Afganistán, Bielorrusia, República Democrática del Congo, Etiopía, Irak, Líbano, Libia, Malí, Nicaragua, Sudán y Yemen, están sujetos a sanciones específicas, lo que indica que las relaciones financieras y comerciales con empresas específicas, personas y, a menudo, sus gobiernos están prohibidos por la ley estadounidense.
Además, otros siete países, entre los que se encuentran China, Eritrea, Haití y Sri Lanka, están bajo controles de exportación específicos. Esta lista, añaden, no incluye las sanciones dirigidas a individuos y empresas en países como El Salvador, Guatemala o Paraguay, o las impuestas a territorios como Hong Kong, los Balcanes o las regiones de Crimea, Donetsk o Lugansk.
«Para 2021, según el informe del Departamento del Tesoro, EEUU impuso sanciones a más de nueve mil personas, empresas y sectores económicos de ciertos países. En 2021, el primer año en el cargo del presidente estadounidense Joe Biden, su Administración agregó 765 nuevas designaciones de sanciones a nivel mundial, incluidas 173 relacionadas con los derechos humanos», apunta la publicación.
«En total, los países sujetos a algún tipo de sanciones de EEUU representan colectivamente un poco más de una quinta parte del PIB (Producto Interno Bruto) mundial. China representa el 80 por ciento de ese grupo», señala la revista.
Ante estas medidas punitivas, apunta Foreign Policy, una creciente coalición de gobiernos está tratando de reescribir las reglas del sistema financiero global, «en respuesta a la ubicuidad de las sanciones de EEUU».
«El peso desproporcionado de Pekín en la lista de países sancionados por Estados Unidos es un problema. Eso se debe a que el Partido Comunista chino se ha convertido en un aliado económico, diplomático y moral del sur global», estima la publicación en su análisis.
«A diferencia de muchas naciones sancionadas, China tiene el peso económico, la creciente influencia diplomática, la estabilidad monetaria y la liquidez, al menos por ahora, para impulsar la creciente adopción internacional del renminbi (yuan) y los sistemas financieros chinos», indica la nota.
Estos acuerdos paralelos liderados por China en busca de terminar con la hegemonía del dólar, conllevan importantes riesgos sistémicos para Estados Unidos y sus aliados, afirma la revista, validando la amenaza de esta estrategia impulsada también por países del BRICS (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica).
«Al regresar de su viaje de abril a Pekín, el presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, reiteró su apoyo a una moneda comercial entre los países BRICS», apunta la publicación. Al plantear la iniciativa, Lula citó sus preocupaciones sobre una economía global dominada por el dólar, donde Estados Unidos aprovecha el dominio de esta divisa para su política exterior punitiva.
El artículo agrega que un «número creciente de países no sancionados del sur global», se está uniendo a este nuevo sistema económico paralelo en repudio a las sanciones estadounidenses. Las declaraciones de Lula, según Foreign Policy, representan un deseo genuino y creciente entre muchos miembros del sur global de liberarse del dominio del dólar y del sistema financiero de EEUU.
«Dentro del club BRICS, al que al menos media docena de otras economías emergentes están haciendo cola para unirse, solo dos países están bajo algún tipo de sanción: China y Rusia. Los otros tres, en particular la India, son países con los que Estados Unidos tiene asociaciones cada vez mayores y, por lo tanto, es poco probable que sean objeto de sanciones estadounidenses en el corto plazo», señalan.
En ese sentido, la revista especializada admite que Washington está logrando socavar su propio poder económico y diplomático en todo el mundo, en lugar de perjudicar a los países que busca castigar o en donde quiere impulsar cambios de gobiernos, y por eso estima que deben reconsiderar su «amor» por esta estrategia.
Su aplicación es barata (para EEUU) y hace creer a los ciudadanos que se está haciendo algo, afirma la revista. Sin embargo, concluye pidiendo a los formuladores de políticas demócratas y republicanos que consideren que las sanciones «no funcionan y en muchos casos socavan activamente los intereses estadounidenses».