Luis Gonzalo Segura
* La mayoría tiene cedida la defensa a un país de mayor envergadura, como Costa Rica con Estados Unidos, que no se caracteriza por su condición de valedor de los derechos humanos y el derecho internacional, sino más bien por generar estados fallidos para expoliarlos y tumbar regímenes socialistas.
En los sectores más progresistas de la sociedad se sostiene de forma casi impertérrita la máxima de ‘sin ejércitos no hay guerras’, cuestión que podría dar lugar a un interminable y acalorado debate. Pero el objetivo de esta cuestión no es resolver tal debate, ni tan siquiera desequilibrarlo, sino añadir de forma un tanto malévola unos cuantos ingredientes más a la disputa mediante el análisis de aquellos países que a día de hoy no poseen ejército —31 en total—: porque sí, efectivamente, los progresistas tienen gran razón al aseverar que sin ejércitos no hay guerras… hay paraísos fiscales.
El análisis de estos países revela ciertas coincidencias:
1- Casi todos cuentan con una particularidad en común: son pequeños.
Sin duda, de todos los países sin ejército, el que posee mayor tamaño e importancia es Costa Rica —4,9 millones de habitantes—. Tras este país centroamericano, la mayoría de estados sin ejército no alcanzan el millón de habitantes —solo Costa Rica, Panamá y Mauricio superan esta barrera— y solo la mitad de estos estados superan los 100.000 habitantes —junto a los tres anteriores: Aruba, Curasao, Polinesia Francesa, Granada, Islandia, Kirbati, Micronesia, Santa Lucía, San Vicente y Granadinas, Samoa, Islas Salomón y Vanuatu—.
2- Por lo general, se dividen en islas o enclaves territoriales particulares.
Como hemos comprobado, salvo en el caso de Costa Rica y Panamá, países con una cierta entidad, el resto de estados se caracterizan por ser islas o enclaves territoriales con una historia particular que les permitió mantener no ya una soberanía plena, pero al menos una independencia formal. Destaca Groenlandia e Islandia, las cuales, aun siendo islas, se encuentran en mitad del territorio OTAN y por tanto resultan extremadamente apetitosas para Occidente. Recuerden la última proposición indecente de Donald Trump sobre Groenlandia —comprarla—, la cual fue tildada como absurda por la primera ministra danesa, Mette Frederiksen.
3- Han cedido su defensa a un país de mayor tamaño.
Si analizamos la situación defensiva de los países sin ejército podemos comprobar que la mayoría de ellos tienen cedida la defensa a un país de mayor envergadura. Un ejemplo de ello es Costa Rica, la ‘Suiza centroamericana’ —denominada así por su declarada neutralidad—, país que siempre es referido como un ejemplo de un mundo mejor en el que los ejércitos no son necesarios. Sin embargo, este país tiene cedida su defensa a Estados Unidos, país que no se caracteriza precisamente por su condición de valedor de los derechos humanos y el derecho internacional, sino más bien por lo contrario: por generar estados fallidos para expoliarlos y tumbar regímenes socialistas. ¿Contribuye Costa Rica a un mundo mejor? Ahí dejo la cuestión.
Estos paraísos fiscales guardan una estrecha relación con la venta, tanto legal como ilegal, de armas y, por tanto, deben ser considerados como motores fundamentales de la industria armamentista mundial, de la que Estados Unidos es la mayor potencia
Otros países que adoptan la defensa de estados sin ejército son España, Francia, Holanda, Nueva Zelanda, Reino Unido, Dinamarca, Austria, Suiza, Australia e incluso la OTAN. Un somero análisis del listado, a excepción de los casos de Australia y Nueva Zelanda, aceptables por su propia esencia geográfica, desprende un cierto aroma a añejo colonialismo. Una especie de síndrome de Estocolomo histórico-geográfico. ¿No debería ser la ONU en lugar de los países colonizadores los responsables de la defensa de estos estados tan particulares?
4- Y, lo más importante: son en su mayoría paraísos fiscales.
Sin embargo, con todo, la cuestión más alarmante, para pacifistas y no pacifistas, supone con mucho que la mayoría de estos países son paraísos fiscales. Espacios en los que se extraen los capitales del resto del mundo para ser ocultados a la ciudadanía. Una especie de fortalezas de oro en las que se guarda el dinero que el capitalismo salvaje, tan liberal él, nos sustrae. Unos estados en los que confluyen abogados, empresarios, multimillonarios, políticos, deportistas, banqueros, monarcas, traficantes de armas y todo tipo de delincuentes y mafiosos. Todos juntos y en ocasiones revueltos, obteniendo beneficios en los mismos mercados.
De hecho, del extenso listado, tanto la ONG Oxfam como la Unión Europea consideran paraísos fiscales a todos los países salvo a Mónaco, Liechtenstein y Andorra. Y eso que estos últimos no se rigen precisamente por un comportamiento ejemplar en la cuestión.
Son precisamente estos paraísos fiscales los que guardan una estrecha relación con la venta, tanto legal como ilegal, de armas y, por tanto, deben ser considerados como motores fundamentales de la industria armamentista mundial, de la que Estados Unidos es la mayor potencia.
Suiza, el caramelo envenenado para los pacifistas
En el paraíso centroeuropeo suizo casi la mitad de los habitantes poseen un arma —46 de cada 100— y todos los varones están obligados al cumplimiento del servicio militar —las mujeres pueden acudir de forma voluntaria—. Datos a los que si añadimos que en el país existe un arma privada por cada cuatro habitantes —2 millones de armas privadas para 8,3 millones habitantes— demostrará a las claras que Suiza, siendo muy pacifista, es un país militarizado. Además, también es un paraíso fiscal y un país que obtuvo un gran lucro durante los conflictos armados que devastaron el mundo.
Los ejércitos no son el problema ni el motor de las guerras, sino los poderosos —gobernantes, empresarios, banqueros, multimillonarios— que se lucran con la muerte. Son los poderosos los que se interponen entre la paz y los ciudadanos, no los ejércitos ni las armas
Un pacifismo de aquella manera que permite desmontar dos mitos de una sola tirada: ni las armas ni los ejércitos son el problema, el problema son aquellos que controlan a ambos. Ello no quiere decir que este sea un alegato a favor de la libre circulación de armas, un problema que está completamente descontrolado en Estados Unidos y que necesita urgentemente de una prohibición, sino que lo que subyace en los atentados no son las armas —Suiza solo ha sufrido una masacre en los últimos veinte años—, sino los bajos niveles educativos, económicos y sociales y la marginalidad, pobreza y desigualdad que ello genera. En Estados Unidos no deberían restringir la circulación de armas por el peligro en sí mismas de estas, sino porque el máximo exponente del capitalismo es un fracaso de tamaña magnitud que sus ciudadanos no pueden ser armados ante el riesgo de liberar sus frustración mediante el uso de estas.
Por la misma razón, los ejércitos no son el problema ni el motor de las guerras, sino los poderosos —gobernantes, empresarios, banqueros, multimillonarios— que se lucran con la muerte. Son los poderosos los que se interponen entre la paz y los ciudadanos, no los ejércitos ni las armas. Y son los poderosos los que usan desde hace décadas los países sin ejército como La Tapadera —The Firm; 1993; Tom Cruise, Gene Hackman, Holly Hunter y Ed Harris— de sus negocios sucios, guerras incluidas. Hasta Hollywood lo sabe.
Fuente: RT.