Nubia Piquera Grosso | Prensa Latina
“Sentí que hubo dos explosiones y vimos un avión en llamas en el aire”, fue el testimonio recogido por René Hernández, el primer reportero en llegar a la escena donde murió el general Omar Torrijos.
A casi 40 años este viernes de la muerte en circunstancias sospechosas de El Viejo, como solían llamarlo sus hijos y amigos íntimos, su hermana Bertha aún tiene fresca en la memoria todo lo que hizo por transformar la educación en Panamá.
En diálogo ameno con Prensa Latina, esta veterana maestra, hija de dos educadores rurales de la central Veraguas, recordó la época en que Omar, Auria y ella estudiaban en la Escuela Normal para la formación de docentes en su natal provincia.
Sin embargo, la vida del general cambió de rumbo; pero no su vocación de enseñar y ayudar a los más necesitados, pues él era un hombre muy creyente de la educación.
Tal vez por eso, durante el proceso revolucionario que lideró, mandó al extranjero a los mejores estudiantes del país, la mayoría de escasos recursos, a cursar carreras que no existían en Panamá a través de un crédito educativo o una beca de estudio, sistema que aún persiste.
Entre las especialidades, precisó Bertha, sobresalió la ingeniería eléctrica, cuyos graduados fueron los responsables de ejecutar el proceso de electrificación que desarrolló Torrijos en el territorio nacional.
Recordó la ocasión en que durante una de sus habituales visitas a Coclesito, un intrincado paraje montañoso de la actual provincia de Colón, conoció a Rosita, “una muchachita que no dejaba dar clases y no ponía atención”, motivo por el cual los maestros le pidieron ayuda para resolver ese problema.
Haciendo gala de su gran sensibilidad, sobre todo con los niños, me mandó a Rosita para la capital y después de varios estudios detectamos que ella no tenía ningún problema de salud, sino de conducta, lo que llevó a Torrijos a poner una maestra en la escuela para que la atendiera a ella y a otros estudiantes con esa misma dificultad, relató Bertha.
“Él era muy alegre, siempre se reía mucho de los chistes, en la calle la gente lo conocía porque cuando nosotros empezamos a trabajar, él manejaba una patrulla. En realidad la gente lo quería”, rememoró la hermana sobre el hombre por el que todavía llora su amigo Ricardo de La Espriella.
En alguna ocasión, el octogenario expresidente (1982-1984) reiteró su rechazo a la hipótesis del accidente y aseveró: “a Omar nos lo quitaron… ¿Quiénes exactamente fueron? Es todavía una incógnita”.
El hecho causó ”mucha alegría en sus enemigos y mucho dolor a quienes lo queríamos”, contó su secretaria personal Celia Gasnell, quien afirmó a Prensa Latina que llegó a una casa por aquellos días (31 de julio de 1981), donde estaban ‘celebrando y brindando algunos personajes que aún andan por ahí’.
No pocos tienen la aprehensión de que fue un atentado, sospecha incrementada tras la desaparición del expediente después de la invasión de Estados Unidos a Panamá en 1989, especulaciones que la genialidad de Gabriel García Márquez resumió:
“Siempre tuve la impresión de que Torrijos corría muchos más riesgos de los que podía permitirse un hombre acechado con tantas amenazas”.