Raúl Antonio Capote | Granma
Como quien disfruta de cierta inmunidad para hacer el ridículo, el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, atacó a la Organización Panamericana de la Salud (OPS) por su papel de facilitador en la colaboración médica que Cuba prestó a Brasil, mediante el conocido programa Más Médicos.
Tomado por la arrogancia típica de la cúpula que representa, considera un derecho suyo andar pidiendo cuentas a cualquiera que no se alinee a sus intereses y, en consecuencia, refiere Prensa Latina que el funcionario exigió al organismo explicar el rol que desempeñó en el envío a tierras brasileñas de los doctores cubanos, a quienes llama «mano de obra esclava».
Tan convencido está de sus «facultades» para enjuiciar y sancionar a libre antojo, que es muy probable que crea que nadie advierte los propósitos desesperados que subyacen en la obsesiva fabricación de mentiras que lanzan, tanto él como su compadre Presidente: tienen la necesidad urgente de encontrar los chivos expiatorios que distraigan la atención de un mundo que observa, a la vez, la pésima gestión ante la pandemia y las colosales protestas antirracistas que reventaron en sus propias calles.
Antes, Trump había ensayado una matriz de descrédito parecida hacia la OMS, usando absurdas críticas por su relación con China; una línea dramática que ahora Pompeo repite en la jurisdicción de la OPS, echando mano al «siempre útil» enjuiciamiento de Cuba.
Aunque lo hecho por la Mayor de las Antillas últimamente, en materia de solidaridad, basta para convencer a buena parte del mundo de los fines reales de su colaboración médica; en el caso de Brasil hay algunos numeritos que ayudarían a desenmascarar el cinismo ridículo de Pompeo: la presencia cubana en Más Médicos, que inició en agosto de 2013 a través de la OPS, llevó a Brasil a cerca de 20,000 profesionales que, en cinco años, atendieron a más de 113 millones de pacientes en unos 3,600 municipios, hasta que el acólito de Trump, Jair Bolsonaro, creó las condiciones para cerrar la cooperación.
Hay otros números globalmente conocidos: 2,500 profesionales de la Salud incorporados a 26 naciones para ayudar contra la covid-19, además de los 28 000 que ya estaban en 59 países; en Cuba se salva el 80 por ciento de los pacientes en estado crítico y grave, la misma proporción que en el mundo, sin embargo, muere; en la Isla 84 fallecidos, mientras solo en Miami Dade 784, por no hablar de un Estados Unidos que carga en sus espaldas la espeluznante cifra de 112,000 cadáveres.
¿Médicos esclavos? Vaya, don Pompeo, a averiguar en Perú, Italia o Andorra, bajo qué látigos trabajaron allí los cubanos, y compare, después, cómo les ha ido sin ellos a los amigos suyos de Ecuador, Bolivia y Brasil. Vaya a preguntar usted, que destila humanidad en sus palabras, como aquellas que dijo cuando rememoraba la etapa más benéfica y dadivosa de su vida: «Yo era el director de la CIA. Mentimos, engañamos y robamos».