Raúl Antonio Capote | Granma
*Cuando se conoció sobre el recorte de los multimillonarios fondos de «ayuda exterior», sobre todo de la USAID, el pánico cundió entre el gusanero y los parásitos.
Cuando se conocieron los detalles de la política que seguiría el presidente Donald Trump, de recorte de los multimillonarios fondos de «ayuda exterior», sobre todo de la USAID, el pánico cundió entre el gusanero y los parásitos.
Pero una vez que el recorte de fondos se hizo efectivo, con el cierre de la veterana organización, de otras agencias y ONG, dedicadas a desestabilizar a las naciones consideradas enemigas de EEUU, el pánico se convirtió en histeria. ¿De qué vivirían de ahora en adelante?
Para que se tenga una idea del golpe recibido por los centros de subversión político-ideológica, entre ellos los proyectos de prensa y demás grupos dirigidos al trabajo contra Cuba, basta con observar algunas cifras.
Antes del congelamiento de los caudales, la Fundación Panamericana para el Desarrollo (FUPAD) recibió dos millones de dólares del Gobierno, de los que desembolsó más de 637,757 para programas de «democracia» en Cuba, destinados a los llamados medios independientes y al flujo «libre» de información.
En tanto, la Fundación para los Derechos Humanos en Cuba fue beneficiada con la cantidad de dos millones de dólares. Hasta la fecha, la organización ha empleado 723,631, desde su sede en el estado de Florida.
Desde 2020, ADN Cuba ha recibido un total de 3,072,123 de dólares de la USAID, de los cuales, según se sabe, solo gastó menos de la mitad. ¿Y el resto dónde está? Se desconoce el destino final de esos recursos.
Siguiendo esta línea de conducta, en diciembre de 2022, la USAID concedió un presupuesto de 1,5 millones de dólares al Grupo de Apoyo a la Democracia (GAD), del cual se emplearon hasta la fecha 869,994, en ayuda económica a la contrarrevolución y en donaciones.
El Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH) recibió un fondo de 1,5 millones, vigente hasta el 30 de septiembre de 2025, para el programa de «asistencia humanitaria a individuos perseguidos en Cuba», certificado en el marco del «programa de Asistencia Exterior».
Por su parte, Outreach Aid to The Americas (OAA)de un presupuesto de 1,5 millones a fin de «mejorar la seguridad alimentaria dispuso y las condiciones de salud de los presos políticos en Cuba».
No faltó dinero para Freedom House, ni mucho menos para el «renombrado» Instituto Republicano Internacional (IRI), ambos con una larga historia en la guerra sucia contra la Mayor de las Antillas. El primero recibió un millón y el IRI 1,5 millones de dólares.
Como si fuera poco, el Buró de Democracia Derechos Humanos y Trabajo (DRL), del Departamento de Estado, entregó una jugosa financiación a la National Endowment for Democracy (NED): 6,172,839 dólares para «promover la democracia, el pluralismo, los medios independientes y el activismo político en la Isla».
Desde septiembre de 2024, el Departamento de Estado ha financiado varias partidas de El Toque, por medio de las empresas Mas Voces Foundation y Media Plus Experience, que ascienden a 292,369 dólares. Además, el medio contrarrevolucionario recibió una cifra similar de la Agencia de Medios Globales (USAGM) y la USAID.
La USAGM adjudicó un contrato al Poynter Institute for Media Studies inc, administrado y gestionado por la Oficina de Transmisiones a Cuba (OCB).
Se trata, en el caso de la Isla, de un programa para capacitar y apoyar a «artistas, activistas, periodistas y escritores independientes».
Tampoco estuvo «desamparada» Cubanet, desde el año 2020 hasta la fecha, el medio digital recibió de la USAID unos 2,572,493 millones de dólares, y otro tanto de la NED.
A esto se suma el peculio proveniente de Open Society, fundada por George Soros, con sede en Washington, que mantiene un alto nivel de protagonismo en el sostenimiento de entidades con antecedentes subversivos contra la Mayor de las Antillas.
Renunciar a ese peculio no resulta fácil. Como se puede apreciar, es mucho el dinero de los contribuyentes estadounidenses que se malgasta en una guerra sin sentido ni logros palpables, aunque, bueno, sí tiene un propósito: mantener a los tarifados que sirven a un Gobierno extranjero contra su propio país.
Entonces resulta inevitable hacerse la pregunta: ¿cuánto le costaría a un ciudadano estadounidense cometer semejante delito?