Gustavo A. Maranges | Resumen Latinoamericano
El pasado jueves, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Nicaragua anunció su decisión de rescindir los lazos diplomáticos con la República de China, también conocida como Taiwán. Inmediatamente después, la República Popular China anunció el restablecimiento de relaciones diplomáticas con el gobierno del presidente Daniel Ortega.
El cambio no surgió de la nada, ya que una delegación del país centroamericano ya había viajado a China para entablar negociaciones sobre el acuerdo de representación. La Declaración emitida por el gobierno de Nicaragua, no mencionó ninguna razón, excepto el reconocimiento del Principio de Una China, que sostiene que Taiwán es una provincia de la República Popular China.
La parte taiwanesa dijo estar triste y decepcionada y puso fin a los 27 acuerdos de cooperación bilateral, que comprenden entre 30 y 50 millones de dólares. El Ministerio de Relaciones Exteriores emitió una declaración, anunciando la evacuación del personal diplomático de su misión en Managua y el corte de relaciones diplomáticas para salvaguardar su soberanía y orgullo nacional.
Taiwán era el principal donante de Nicaragua de la región asiática y estaba profundamente involucrado en la construcción de viviendas y el desarrollo agrícola de Nicaragua. El presidente taiwanés visitó Nicaragua en 2017 y poco después el país latinoamericano obtuvo un préstamo de US$ 100 millones, lo que fue una señal de confianza mutua y la solidez de la cooperación bilateral. Sin embargo, la relación bilateral ha tenido altibajos durante mucho tiempo.
Tras ganar las elecciones de 1985, Daniel Ortega puso fin a los vínculos diplomáticos con Taiwán, que fue expulsado de las Naciones Unidas a favor de la República Popular China en 1971. Inmediatamente después de terminar su mandato presidencial en 1990, la entonces presidenta Violeta Chamorro retomó los lazos diplomáticos.
Ella jugó un papel clave en el plan de Estados Unidos para mantener una espina clavada en el lado chino. Estados Unidos rompió con Taiwán en 1978 para normalizar su relación con China, aunque mantuvo la presión sobre sus aliados, especialmente los latinoamericanos, para impedir el aislamiento internacional de Taiwán.
Con este nuevo golpe al reconocimiento internacional de Taiwán, solo 14 países albergan representación diplomática de la isla: San Kits y Nevis, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Palau, Islas Marshall, Tuvalu, Nauru, Swazilandia, Estado del Vaticano, Paraguay y Honduras, que recientemente eligió a la presidenta Xiomara Castro, quien expresó su simpatía por el principio de Una China durante su campaña presidencial. Esta no es una buena señal para Taiwán, que ha perdido siete aliados internacionales (incluida Nicaragua) desde 2017.
Durante su presidencia, Donald Trump promovió el papel internacional de Taiwán como una de sus estrategias para contrarrestar el poder de China en la arena internacional. Esto, junto con la guerra comercial, fue el caballo de batalla de Trump contra China. Esta es precisamente una de las razones de fondo del movimiento del gobierno de Nicaragua.
Durante los últimos cuatro años, Washington ha fortalecido su postura agresiva hacia Nicaragua, utilizando sanciones económicas, intentos de desestabilización en 2018 y una campaña para socavar la legitimidad de la reelección de Daniel Ortega. Nicaragua se ha mantenido firme en su posición antiimperialista y ha hecho todo lo posible para limitar el alcance de las acciones de Estados Unidos contra su soberanía, dejando a la Organización de Estados Americanos recientemente como prueba clara de ello. En esa línea, cambiar su posición hacia Taiwán es una acción de mayor alcance con un doble propósito.
Por un lado, es un duro golpe para la estrategia estadounidense de utilizar el reconocimiento internacional de Taiwán como punta de lanza contra China. Por otro lado, coloca a Nicaragua más cerca del mayor enemigo geoestratégico de Estados Unidos, otorgándole una mayor participación en el panorama financiero y económico regional, lo que en sí mismo aumenta la amenaza para la prominencia de Estados Unidos.
Sin embargo, contrarrestar a Estados Unidos no es el único beneficio que obtiene Nicaragua con este cambio de posición. Nicaragua es el tercer país más pobre de América Latina y el COVID-19 ha debilitado la economía nacional y, en consecuencia, la capacidad del gobierno de Ortega para mejorar las condiciones de vida de su gente.
Además, Estados Unidos, socio económico natural de la región, está haciendo todo lo posible para socavar la estrategia de desarrollo de Nicaragua por razones políticas y geoestratégicas. Lo que está claro es que China, la segunda economía más grande del mundo, tiene una estrategia clara para incrementar su presencia en América Latina.
El acuerdo de restablecimiento fue firmado por el viceministro de Relaciones Exteriores de China, Ma Zhaoxu, y el asesor presidencial de Nicaragua, Laureano Ortega Murillo. El funcionario nicaragüense también es un promotor de inversiones a nivel nacional, lo que arroja algo de luz sobre otras razones detrás de este cambio.
Nicaragua es consciente de las intenciones de China de invertir más de US$ 250 mil millones en la región y esta medida puede ponerla en una mejor posición para acceder a estos fondos. El acercamiento a China siempre ha traído beneficios económicos para los países de la región. En 2017, Panamá hizo el mismo movimiento que acaba de hacer Nicaragua y la inversión china voló hacia el istmo. Panamá también pudo emitir los Bonos Panda para aumentar su cartera financiera, que son bonos de deuda por valor de US$ 500 millones destinados al mercado chino y vendidos en yuanes.
Además, Nicaragua está muy interesada en convertirse en el verdadero canal marítimo interoceánico planeado desde 2013, proyecto otorgado a la empresa china HK Nicaragua Development Investment (HKND). La ruta marítima es un pilar fundamental de la estrategia de desarrollo económico y social del país centroamericano, y el solo hecho de iniciarla traerá beneficios inmediatos al bienestar del pueblo nicaragüense al generar más de 50.000 puestos de trabajo.
Teniendo todo esto en cuenta, el cambio fue un movimiento estratégico que solo podría traer beneficios a Nicaragua. Además de eso, la República Popular China se muestra ahora como un aliado más confiable que Taiwán, ya que es demasiado dócil y subordinado a los deseos y esquemas de Washington, y derribar a Nicaragua es uno de sus objetivos más urgentes.
Dejando a un lado la política, desde un nivel humano, ¿por qué Nicaragua no se alinearía con China? ¿Con quién preferiría tratar, con un país que los trata con respeto y beneficio mutuos o uno que se esfuerza por destruirlo?