Carlos Alberto Escorcia Polanco
* Todos consideran ser “el escogido de Washington”, como dijera Bosco Matamoros a la Dora Téllez. Ortega jamás huyó a Cuba, como decían, ni regresó hecho cadáver una misteriosa noche cuando “apagaron las luces del aeropuerto”, ni se apareció ninguna gigantesca multitud para sacar al “dictador” de El Carmen. Poco a poco se quedan “colgados de la brocha”.
¿Qué hay detrás de la tan propagandizada unidad opositora? Una supuesta unidad que abarca, según ellos, a toda la sociedad nicaragüense. En su frondosa y fantasiosa imaginación suponen que el 95% de los nicaragüenses estamos con ellos y que el “dictador” solo cuenta con el 5% de apoyo popular.
Detrás de la cacareada unidad opositora no hay nada, solo las bajas pasiones y enormes ambiciones. Todos los golpistas tienen las mismas características de personalidad. Todos están ebrios de poder, todos quieren ser presidente, todos tienen un ego inflado desproporcionadamente, todos se creen pavos reales, pero no llegan ni a chompipes.
Todos consideran ser “el escogido de Washington”, como le dijera Bosco Matamoros a la comandanta Dora Téllez, “yo vengo autorizado por Mike Pompeo”, el ex-director de la CIA en Washington y actual Secretario de Estado.
Washington está exigiendo resultados para soltar más lana y ellos no han podido “deliver” o sea no han podido cumplir. Se comprometieron a marchar sobre El Carmen, multitudinaria y triunfalmente en menos de 15 días a partir del día que se insurreccionaron en la Upoli, cuando el primer muerto fue un policía, producto de las “pacificas” manifestaciones.
Han sido despojados de los tranques, en la OEA descubrieron que las resoluciones de la OEA solo sirven de servilletas para secarse las manos, porque carecen totalmente de poder vinculante y no son por tanto de obligatorio cumplimiento.
Bajo el patrocinio de sus amos, el gobierno de Estados Unidos, llevaron su fracasado berrinche ante el Consejo de Seguridad de la ONU. Allí también fracasaron y su caso ni siquiera fue sometido a votación, devolviendo su frustrante calvario a la OEA, en donde no han logrado hacer nada.
Ellos mismos quedaron expuestos desde antes que los propios senadores yanquis les preguntaran: ¿dónde estaban los muertos que provocó Ortega? ¿Dónde? Por eso tenían que producir ellos mismos los muertos. Por eso es que ellos tienen que responder por los 199 muertos, no el gobierno. A los únicos que les convenía tener una montaña de cadáveres era a los golpistas.
Habiendo fracasado en los tranques, habiendo fracasado en la OEA, habiendo fracasado en el Consejo de Seguridad de la ONU, la derrotada oposición golpista cifra sus esperanzas en el Congreso estadounidense para que les haga el “volado” que ellos mismos no han sido capaces de hacer por su cuenta.
Pero los congresistas y senadores yanquis están a 30 días de las elecciones de término medio en el parlamento estadounidense, y Nicaragua no es su prioridad en momentos que el propio presidente Trump está en mayor riesgo de perder su puesto que el presidente Ortega.
Sólo el violento e incendiario grupito congressional de la mafia cubano-batistiana integrado por los senadores Marco Rubio, Ted Cruz, Robert Menéndez y la congresista Ileana Ross Lethinen, quien ya va de salida, han cerrado filas con los golpistas nicaragüenses.
Durante las audiencias del Consejo Permanente de la OEA en Washington, una delegación golpista visitó la capital estadounidense, pero no fue recibida por ningún senador ni congresista yanqui, excepto la ya mencionada mafia cubana de Miami.
Así las cosas, el Departamento de Estado y la CIA, quieren asegurarse que sus recursos no correrán igual suerte que en abril. Ortega jamás huyó a Cuba, como decían, ni regresó hecho cadáver una misteriosa noche cuando “apagaron las luces del aeropuerto”, ni se apareció ninguna gigantesca multitud para sacar al “dictador” de El Carmen.
Por lo tanto, la primera premisa de la actual coyuntura, como exigencia SINE QUANON de los yanquis, es la unidad de “todo el pueblo”, entiéndase, de todos los títeres de la misma potencia extranjera que desde 1855 ha sembrado de luto, dolor y muerte la nación nicaragüense, que asesinó a los generales Benjamín Zeledón en 1912, a Augusto Cesar Sandino en 1934 y que nos impuso “manu militari” la sangrienta tiranía somocista.
Los opresores, los explotadores, los traidores, los que viven a expensas de la clase obrera, todos poseen las mismas características en sus personalidades. Todos se creen sangre azul, por muy indígenas que sus físicos representen (Miguel Mora es el mejor ejemplo), todos quieren ser caciques, nadie quiere ser indio, todos se creen pavos reales, pero ninguno llega ni a chompipe navideño.
La unidad, la unidad, la cacareada unidad opositora golpista, se va a desmoronar como castillo de naipes y va a saltar en mil pedazos, como sucedió con la difunta Unión Nacional Opositora, UNO, durante la elección que ganó doña Violeta en 1990.
Y no se va a desmoronar porque el FSLN “nos dividió” como irresponsablemente ya han dicho. No se van a derrumbar por decreto del gobierno de Ortega, se van a derrumbar porque ni ellos mismos se aguantan tanta bravuconería, tanto engallotamiento, tanto fanatismo y tanta prepotencia, todas características típicas de la oposición.
La cacareada unidad de la oposición golpista no es otra cosa que más de lo mismo, son EXACTAMENTE los mismos pillos, no hay un solo rostro nuevo, como dijera el propio pingüino demagogo, “es una sopa de letras”. Nada nuevo pasará, solo quieren quedar bien con los yanquis para que les desembolsen más dinero.
Mientras tanto, nosotros los Sandinistas continuamos construyendo la patria nueva que parió la Revolución aquel luminoso 19 de Julio de 1979, cuando mediante el más poderoso movimiento revolucionario de toda nuestra historia, al grito de Patria Libre o Morir, entró triunfante a la plaza de la Revolución para quedarse.
El gobierno del presidente Ortega sigue construyendo carreteras modernas, sigue ampliando el tendido eléctrico hasta los puntos más alejados de nuestra patria, continúa inaugurando escuelas, sigue construyendo hospitales y reconstruyendo lo que los títeres de los yanquis, a sueldo de una potencia extranjera habían destruido. Después del primer paso, no pararemos de andar jamás.