Moscú ha advertido que contestará «duramente» al cierre de su consulado en San Francisco y de dos oficinas en Nueva York y Washington.
La guerra diplomática en la que están enzarzados Estados Unidos y Rusia continuará, según se desprende de los primeros comentarios de políticos y observadores en Moscú después de que el Departamento de Estado de EE UU ordenara a la delegación diplomática rusa en el país el cierre, ordenado para el sábado 2 de diciembre, de su consulado en San Francisco y de dos oficinas adjuntas de los Consulados de Nueva York y Washington. El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, ha asegurado que Moscú contestará «duramente» a las medidas estadounidenses.
Lavrov lamentó, en una conferencia a estudiantes que se ha celebrado este viernes, que Washington solo concediera 48 horas para cumplir con los requerimientos, e insinuó que Rusia podría ordenar nuevas reducciones en la Embajada de Estados Unidos en el país, informa Reuters. Cuando el secretario de Estado, Rex Tillerson, comunicó el jueves por teléfono a su homólogo ruso las nuevas medidas que había tomado su Gobierno, Lavrov señaló que las estudiarían detenidamente antes de tomar contramedidas.
A los rusos les dieron dos días para cumplir con los requerimientos estadounidenses, que contemplan el cierre del Consulado y una residencia oficial en San Francisco y dos anexos en Washington y en Nueva York. Según fuentes diplomáticas, se trataría de las oficinas comerciales que funcionan en esas ciudades. Con esto, según Washington, se obtiene la paridad que Moscú quería, interpretación con la que el Kremlin no está de acuerdo.
Moscú critica que las medidas estadounidenses golpean a los ciudadanos de a pie y promete que sus medidas de respuesta no traerán nuevos problemas a la gente común y corriente. Yuri Roguliov —director del Fondo de Estudios de EE UU Franklin Roosevelt adjunto a la Universidad Lomonósov— advierte de que, de continuar con esta espiral, el personal diplomático en ambos países puede verse reducido al mínimo, lo que sería contraproducente tanto para unos como para otros.
Andrés Klímov, quien encabeza la comisión senatorial de Defensa de la Soberanía Nacional, opina que, aunque es necesario contestar, no se debe hacerlo con el mismo tipo de medidas, sino de otra forma «digna». «Es lamentable que Estados Unidos haya decidido conmemorar el aniversario del comienzo de la primera Guerra Mundial de manera tan extraña», señaló Klímov. «Desgraciadamente, no se trata solo de una guerra diplomática», agregó. El primer ministro, Dmitri Medvédev, había calificado las sanciones aprobadas a fines de julio por el Congreso estadounidense de «guerra comercial».
Fue a fines de diciembre pasado, en los últimos meses de la Administración de Barack Obama, cuando comenzó la espiral de represalias; entonces, Estados Unidos expulsó a 35 diplomáticos y bloqueó el acceso a unas propiedades que los representantes rusos usaban para descansar los fines de semana, como castigo por la supuesta injerencia rusa en las elecciones presidenciales que dieron la victoria a Donald Trump.
Rusia decidió no responder, confiando que con el nuevo presidente las relaciones mejorarían. Pero no fue así: Donald Trump no desbloqueó esas casas de veraneo y el Congreso aprobó nuevas sanciones económicas contra Moscú.
Acto seguido vino la respuesta de Rusia, que exigió que el personal ruso en Estados Unidos y norteamericano en Rusia debía ser el mismo, es decir, 455 personas. Esto significaba que Washington debía reducir su personal en más de 700 personas. Como resultado, un centenar de estadounidenses tuvo que volver a su país y más de 600 rusos que trabajaban en las diversas representaciones norteamericanas se vieron sin trabajo.
Según RBK, un periódico crítico con el actual Gobierno de Putin, el recorte de personal es enorme. Cada uno de los 18 departamentos de la Embajada de EE UU ha tenido que disminuir su plantilla por los menos en dos tercios. Uno de los afectados explicó al periódico que se les entrega un certificado, firmado por el embajador John Tefft, en el que se dice que los empleados de la misión diplomática han tenido que ser echados debido a la nota de Exteriores ruso que exige disminuir el número del personal a 455 personas.
Tefft ha reconocido que los rusos son los que se han visto en la situación más penosa, cosa que lamenta porque han estado con la Embajada «en los tiempos buenos y en los malos». Por ello, según RBK, se les prometió una «generosa» compensación, y quienes hayan trabajado en la Embajada por más de 15 años podrán pedir el permiso de residencia en EE UU. De las 1.279 personas que trabajaban en la misión diplomática estadounidense (en Moscú, San Petersburgo, Yekaterimburgo y Vladivostok), 934 eran empleados contratados en Rusia —es decir, mayoritariamente ciudadanos rusos—, según datos de RBK.
Para cumplir ahora los nuevos requerimientos de la Casa Blanca, Rusia tiene dos posibilidades, señaló Konstantín Kosachov, jefe del comité de Asuntos Exteriores del Senado: o traer de vuelta a los diplomáticos del Consulado de San Francisco y exigir que los estadounidenses reduzcan su personal en el mismo número, o distribuirlos entre las otras representaciones diplomáticas rusas en EE UU. En cualquier caso, Kosachov considera que es necesario responder a «las duras sanciones» aprobadas recientemente por el Congreso estadounidense y que esta respuesta «puede no ser simétrica, pero sí que la sientan».