Riqueza y solidaridad

Frei Betto

*Miles de millones de personas no tienen riqueza monetaria ninguna y la distribución de la riqueza personal mundial refleja un mundo en el que algunos gigantes, como Gulliver, cuando miran hacia abajo contemplan una inmensa masa de liliputienses.

En el mundo, miles de millones de familias no tienen recursos para comprar comida, la cual ha dejado de tener valor de uso y, con el capitalismo, ha pasado a tener valor de cambio. Tal mercantilización del bien más esencial para nuestra supervivencia biológica es un crimen hediondo. Los agricultores ya no pueden llevar sus productos al mercado y venderlos. Tienen que entregarlos al intermediario, el cual los revende al sistema que los procesa, transporta, embala y distribuye a los puntos de venta al por menor.

Hoy día son los bancos, las multinacionales y los fondos de pensiones los que dominan el mercado de alimentos y promueven especulaciones por medio de derivados de mercancías. Cuando se da una interrupción en esa cadena, los agricultores se ven obligados a quemar o enterrar sus productos. Un crimen de lesa humanidad practicado en homenaje al dios Capital.

La pandemia favorece a los más ricos. Entre 2016 y 2020 la economía global creció un 10,7 % y el número de multimillonarios un 52,2 %. Según el índice Bloomberg, el patrimonio de los dueños de las 500 mayores fortunas del planeta aumentó casi en dos billones de dólares en 2020. La lista está liderada por ejecutivos de empresas de tecnología y artículos de lujo.

El economista Michael Roberts afirma que un número muy reducido de personas (menos de un 0,1 %) posee un 25 % de la riqueza mundial. Apenas un 1 % de las familias tiene un 43 % de la riqueza global, el 10 % siguiente, el 81 %, y en cuanto al 50 % del resto, solamente el 1 %. El 1 % de la parte alta está compuesto por 52 millones de multimillonarios en riqueza líquida (descontadas las deudas).

Dentro de ese 1 % hay 175 000 personas súper ricas, porque cada una se queda con más de 50 000 millones de dólares en riqueza líquida. A finales de 2019 la Unión Europea y Europa –que tiene apenas el 17 % de la población adulta mundial– concentraba el 55 % de la riqueza global total.

En la caída de la riqueza total, la región más afectada ha sido América Latina, donde las desvalorizaciones monetarias han reforzado las reducciones del PIB en dólares, con el resultado de una pérdida del 12,8 % de la riqueza total en dólares.

La pandemia también ha detenido el esperado crecimiento de la Unión Europea y ha provocado pérdidas en todas las demás regiones, excepto en China y la India. Entre las principales economías mundiales el Reino Unido ha sufrido la mayor erosión relativa de la riqueza.

En resumen, miles de millones de personas no tienen riqueza monetaria ninguna y la distribución de la riqueza personal mundial refleja un mundo en el que algunos gigantes, como Gulliver, cuando miran hacia abajo contemplan una inmensa masa de liliputienses…

Según el economista Thomas Piketty, un impuesto mundial del 2 % sobre las fortunas por encima de los diez millones de euros rendiría diez veces más: un billón de euros anual, o sea el 1 % del PIB global, que podría distribuirse a cada país en proporción a su población.

Una medida urgente sería implantar la renta básica universal. Si dividimos el PIB mundial (calculado en 84 billones de dólares) entre los 7 200 millones de seres humanos, llegaríamos al valor anual de 11 667 dólares usa per cápita, o sea, que cada persona dispondría de 972.25 dólares usa al mes.

La radiografía inversa es la que muestra que la humanidad saldría mejor de esta pandemia. Cuando el Titanic empezó a hundirse los más ricos no se preocuparon del prójimo. Corrieron a los botes de salvamento sin importarles los que no tenían el mismo privilegio.

Es, por tanto, un desafío urgente trabajar en pro de la cultura del cuidado y de la solidaridad. Necesitamos urgentemente conquistas básicas como alimentación, educación, salud, acceso informático para todos, energía limpia y uso sostenible de la Tierra.

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