
William Gómez García | Correo del Alba
* Con la declaración de Putin de que «juntos nos esforzamos por crear un orden mundial más justo», queda claro que tanto Rusia como Venezuela están alineadas contra la intervención externa y en su búsqueda de un futuro próspero.
La reciente conversación entre los presidentes de Rusia y Venezuela, Vladimir Putin y Nicolás Maduro, respectivamente, ha marcado un hito crucial en el panorama energético y político de Venezuela, justo en un momento en que el gobierno estadounidense ha intensificado sus arremetidas contra nuestro país.
La revocación de la licencia que permitía a Chevron operar en Venezuela, pese a las sanciones financieras impuestas por Washington, no solo es un ataque directo a la soberanía venezolana, sino también una clara señal de que la ultraderecha venezolana, liderada por figuras como María Corina Machado y respaldada por operadores políticos en Estados Unidos, como Marco Rubio, no se detendrá ante nada para socavar la economía y la estabilidad del país.
Este acuerdo entre Putin y Maduro no es solo un acto simbólico; es un movimiento estratégico que podría revitalizar la economía venezolana en 2025. Se prevé que, tras este pacto, las relaciones entre Moscú y Caracas se robustezcan, no solo en el ámbito energético, sino en múltiples sectores.
Durante la videoconferencia del viernes 14 de marzo, ambos líderes destacaron la importancia de esta colaboración, con Putin afirmando su deseo de construir un orden mundial más justo, en contraposición a la hegemonía estadounidense que busca castigar a países soberanos por mantener su independencia.
A medida que las sanciones continúan asfixiando la economía venezolana, cada vez se hace más evidente que las soluciones deben buscarse en alianzas estratégicas. La cooperación bilateral acordada entre Rusia y Venezuela incluye un rango de actividades, desde la energía hasta el comercio y la defensa. Este tipo de colaboración permitirá a Venezuela, no solo recuperarse de las restricciones impuestas, sino también posicionarse como un jugador clave en el campo energético global.
Un aspecto notable de esta situación es la representación de la ultraderecha venezolana, que continúa intentando deslegitimar al gobierno de Maduro. María Corina Machado, cuya retórica anti-Maduro ha sido alimentada por los intereses geopolíticos de Estados Unidos, tiene visiones distorsionadas sobre la amenaza que representa Venezuela para la seguridad de la nación norteamericana.
En realidad, su insistencia en aplicar sanciones y en hacer eco de los intereses de Washington solo contribuye a profundizar la crisis sociopolítica en el país caribeño. La respuesta de la ultraderecha venezolana ante este nuevo acuerdo entre Putin y Maduro es previsible. Seguramente, Machado y sus aliados utilizarán el mismo discurso de siempre, tildando a Venezuela de socavar la democracia y de ser un refugio para «terroristas».
Sin embargo, resulta irónico que quienes hablan de seguridad nacional sean, a su vez, cómplices en el deterioro de la calidad de vida de millones de venezolanos a causa de las sanciones que ellos mismos respaldan. Es innegable que Venezuela enfrenta un desafío monumental debido a la presión internacional y las políticas de hostigamiento que han sido orquestadas desde Washington.
A pesar de esto, la reunión de estos dos líderes señala que la nación sudamericana está encontrando formas de resistir y superar las adversidades. El respaldo de Rusia no es casualidad; se trata de una aliada estratégica para Caracas, que puede proporcionarle recursos energéticos y financieros esenciales para su recuperación.
La invitación de Putin a Maduro, para participar en las celebraciones del nueve de mayo, conmemorando la victoria soviética en la Segunda Guerra Mundial, refuerza esta nueva era de cooperación. Tal gesto no solo simboliza el fortalecimiento de las relaciones entre ambos países, sino que también remarca el compromiso de Rusia de apoyar a Venezuela en momentos críticos.
Históricamente, la relación entre ambas naciones se ha cimentado en la camaradería y en la lucha contra el imperialismo, categorías que ahora se encuentran en juego nuevamente a medida que se ven amenazadas por una ultraderecha extremista en Venezuela y una política intervencionista en Estados Unidos.
El encuentro también resuena profundamente con el legado de Hugo Chávez, quien estableció las bases de esta alianza en sus años de presidencia. Chávez tenía una visión de un mundo multipolar donde las naciones pudieran cooperar sin la sobrecarga de la intervención estadounidense. Este principio se ve reafirmado en la actualidad, y Maduro está decidido a continuar ese legado, apoyándose en el sentido de unidad internacional que promueve Rusia.
Putin, por su parte, no escatima elogios hacia Venezuela, destacando al país como un socio fiable en América Latina y el mundo, reconociendo la importancia de construir una relación basada en la igualdad soberana. Esto representa un claro rechazo a las políticas unilaterales de Estados Unidos, que intenta imponer su voluntad en otras naciones.
Con la declaración de Putin de que «juntos nos esforzamos por crear un orden mundial más justo», queda claro que tanto Rusia como Venezuela están alineadas contra la intervención externa y en su búsqueda de un futuro próspero. Ante esta elocuente videoconferencia y el fortalecido vínculo entre dos naciones que se han enfrentado al imperialismo, se espera que la reacción de la ultraderecha venezolana sea inmediata y feroz.
Como cualquier perro rabioso que ve amenazada su hegemonía, es probable que Machado intente chantajear a sus aliados, los lobos de Washington, planteándoles una narrativa de «Venezuela como amenaza» para justificar aún más sanciones y acciones agresivas. Pero la realidad demuestra que la verdadera amenaza para Venezuela proviene de aquellos que quieren ahogar su economía y obstaculizar su desarrollo a través de medidas coercitivas.
En conclusión, el acuerdo alcanzado entre Vladimir Putin y Nicolás Maduro es un paso decisivo hacia la reactivación de la economía venezolana y la consolidación de relaciones internacionales más equilibradas. Ante la voracidad de la ultraderecha y las sanciones estadounidenses, la alianza entre Moscú y Caracas trae consigo una esperanza renovada.
Es un recordatorio de que, incluso en el contexto actual de agresión, la resiliencia y la cooperación entre naciones soberanas pueden forjar un camino hacia la prosperidad y la autodeterminación. Si alguna lección queda clara, es que la lucha por la soberanía no solo es válida, sino necesaria en tiempos de crisis. La historia demuestra que quienes se alinean con la justicia y la emancipación siempre encontrarán formas de luchar y prevalecer.