Sadismo e hipocresía, la nueva versión yanqui

 

Stephen Sefton

* ¿Es Donald Trump un pacifista porque busca parar la guerra en Ucrania? Por supuesto que no. Solo quiere “sacar de las brasas” a su país tras ser derrotado -junto a la OTAN-, por Rusia. Su mentalidad criminal como representante del imperio del mal, no ha cambiado un ápice.

La celebración en Johannesburgo, Sudáfrica, la semana pasada de la cumbre de las y los cancilleres del grupo de países G20, marca la primera vez que un país africano ha sido huésped de una reunión de ese grupo desde su evolución en 2008, a ser un mecanismo de encuentro entre jefes de Estado y Gobierno.

La presidencia de Sudáfrica del G20 este año sigue las presidencias anteriores, seguidas de otros tres países importantes del mundo mayoritario, Indonesia, la India, y Brasil, los cuales, junto con Sudáfrica, Rusia y China, participan activamente ahora en el grupo de países BRICS+. Así que esta cumbre del G20 representa un momento significativo en el avance institucional hacia un nuevo orden mundial, en un momento clave del desarrollo de las relaciones internacionales.

El pasado día 21 de febrero, la agencia rusa oficial TASS reportó que el Canciller de la Federación Rusa, el compañero Serguei Lavrov, comentó: “El G20 representa una plataforma para el diálogo entre los antiguos y los nuevos centros de poder…estas presidencias consecutivas de los países BRICS a la cabeza del G20 aportaron un resultado positivo, lo que nos permitió fortalecer la posición del Sur global en nuestro foro… Todo esto, por supuesto, contribuye al establecimiento de un orden mundial más justo basado en la igualdad soberana de los Estados, tal como lo exige la Carta de la ONU”.

La cumbre de las y los cancilleres del G20 tomó lugar inmediatamente después de dos intercambios importantes en este mes, que indican un ajuste importante en la política exterior de los Estados Unidos norteamericanos. Primero, en dos reuniones con representantes de los países europeos, altos funcionarios norteamericanos explicaron a los gobernantes europeos que ya no pueden contar con un apoyo norteamericano ilimitado e indeterminado. Segundo, una delegación norteamericana de alto nivel se reunió en Riyadh, Arabia Saudita, con una delegación rusa de alto nivel y acordaron restablecer relaciones diplomáticas más completas y explorar una posible solución pacífica al conflicto en Ucrania.

Este aparente ajuste en las relaciones norteamericanas con Europa y a la política norteamericana hacia Rusia, ha suscitado optimismo en el mundo mayoritario y una correspondiente consternación y pesimismo en Europa. El optimismo gira alrededor de un posible relajamiento de las políticas agresivas norteamericanas en el mundo, mientras la consternación europea enfoca de manera histérica en su posible abandono por el gobierno norteamericano.

Una apreciación realista de lo ocurrido requiere tomar en cuenta la trayectoria del presidente Donald Trump y sus asesores más cercanos, en el contexto de la política exterior norteamericana desde el fin de la Guerra Fría, además del contexto inmediato de su derrota político-militar en Ucrania.

La historia contemporánea

La historia mundial, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, está repleta de ejemplos de la continuidad del sadismo imperialista de los países occidentales hacia el mundo mayoritario. Se trata de un patrón deliberado desde las terribles guerras como las de Corea, Argelia, Vietnam, Afganistán e Irak, al sistemático genocidio del pueblo palestino, los interminables bloqueos genocidas contra el pueblo cubano y el pueblo de la República Popular Democrática de Corea o de las campañas de terrorismo de los años 80 contra Angola, Mozambique y Nicaragua, entre otros países, hasta la guerra contra Serbia de 1999 y las ofensivas de cambio de régimen contra Libia y Costa Marfil en 2011, luego las campañas genocidas contra Siria, Venezuela y Yemen, hasta la fallida guerra de la OTAN contra Rusia.

Todos estos enormes crímenes se complementaron con los numerosos y persistentes intentos de golpes de estado, desestabilización y guerra económica contra pueblos como los de Bangladesh, Bolivia, Kazajstán, Myanmar y Zimbabwe, hasta Irán y la misma Federación Rusia y República Popular China.

Ha sido extraordinaria la manera en que las élites occidentales han logrado presentar sus crímenes como algo totalmente normal. Lo han logrado por medio de su control e influencia neocolonial en las instituciones internacionales y en los medios de comunicación y plataformas digitales globales.

Este tremendo, prácticamente universal, nivel de control y manipulación exitosa, ha facilitado la odiosa hipocresía descarada de las y los gobernantes norteamericanos y europeos sobre el catálogo de sus crímenes desde 1945. Esta normalización de su criminalidad les ha permitido justificar incesantes violaciones de los derechos humanos y de las normas humanitarias más fundamentales en todo el mundo.

De manera rutinaria, los gobiernos norteamericanos y europeos no cumplen los acuerdos internacionales que firman y ratifican. Actúan como delincuentes comunes al robar dinero, recursos y activos de pueblos enteros, como en los casos de Irán, Venezuela y Rusia.

Aun así, luego acuden a los foros internacionales y argumentan con cara seria que son ejemplares defensores humanitarios de la libertad, la democracia y los derechos humanos en todo el mundo. Sería risible, si no fuera que se trata de la muerte de decenas de millones y el extremo sufrimiento de cientos de millones de personas del mundo mayoritario, como si no pasara nada.

El realismo del mundo mayoritario

Solo se pueden valorar los recientes ajustes en la política exterior norteamericana de manera realista, tomando en cuenta esta historia de su totalmente inhumano sadismo y su absolutamente completa hipocresía. Aun en la historia contemporánea de los últimos diez o quince años, son múltiples los ejemplos de mala fe y criminalidad de las élites norteamericanas y sus vasallos europeos.

Tanto el presidente ruso Vladimir Putin, como el Líder Supremo de la República Islámica de Irán, han detallado los comportamientos falsos y desleales norteamericanos y europeos en relación a acuerdos con sus respectivos países. Lo mismo aplica en los casos de la República Popular Democrática de Corea y especialmente de la República Popular China en relación al traicionero apoyo norteamericano a la provincia china de Taiwán.

Los comentarios de los lideres de estos países, recuerdan también la falsedad de la política norteamericana hacia Cuba. Fue Donald Trump, en su primera presidencia, quien endureció de manera despiadada las ilegales medidas coercitivas unilaterales contra los pueblos de Cuba y Venezuela, y quien inició nuevas medidas coercitivas contra Nicaragua. Fue el presidente Donald Trump que mandó a a asesinar con un dron norteamericano al héroe del Eje de la Resistencia Qasem Soleimani, en enero 2020, cuando el General Soleimani estuvo en una misión de paz en Irak.

Fue el presidente, Donald Trump, quien intensificó el apoyo norteamericano a la agresión genocida que mató a millones de civiles en Yemen. Fueron dirigentes sionistas como Donald Trump, los que aplaudieron los ataques terroristas israelíes contra miles de civiles libaneses por medio de dispositivos buscapersonas cargados de explosivos.

Entonces, es muy poco convincente ahora que se proyecte al presidente Donald Trump como un dirigente que busca la Paz de buena fe. El mismo presidente Trump ha explicado que su prioridad es “Hacer Grande de Nuevo” a su país. Lo que esto quiere decir a nivel doméstico, es la aplicación de recortes al gasto público en perjuicio de las mayorías para beneficiar a las élites empresariales.

A nivel internacional, el gobierno del presidente Trump pretende abandonar a las poblaciones súbditas europeas y así reducir sus pérdidas por motivo de la categórica derrota político-militar en Ucrania. Quiere consolidar su intervencionismo neocolonial en el Hemisferio Occidental, mantener su nefasta influencia imperialista en Asia Oeste, y aumentar su hostigamiento contra la República Popular China.