Los expertos del museo francés no han facilitado todavía la atribución con la que tratarán el cuestionado cuadro en la gran exposición del próximo otoño
La historia del arte avanza a golpe de intuiciones y retrocede a base de arbitrariedades. En un nuevo capítulo de una ciencia que trabaja con más hipótesis que pruebas, el Museo del Louvre de París se enfrenta a la incorporación de Salvator Mundi en la nueva exposición que la institución francesa prepara sobre Leonardo da Vinci para el próximo otoño: será un homenaje al quinto centenario de la muerte del pintor en el castillo del rey Francisco I, en Amboise, en el Loira. “Es una oportunidad única para que el Louvre reúna la mayor cantidad posible de las 17 pinturas ahora atribuidas a Leonardo», según especialistas, para unirse a las cinco grandes obras del museo de París”, anuncian desde la institución. Lo que figure en la cartela de Salvator Mundi –incluido en la muestra– será decisivo para el futuro del cuadro más caro de la historia del mercado del arte (382 millones de euros) y del centro con más prestigio en la investigación del maestro renacentista.
Si dan por buena la atribución que reventó los precios en noviembre de 2017, las finanzas del príncipe saudí Badr ben Abdallah –que lo adquirió para que fuera el icono estrella de la sede del Louvre en Abu Dabi– no se verán resentidas. Si confirman que es obra de taller, la comunidad científica dormirá tranquila. En 2011 la National Gallery atribuyó a Leonardo el cuadro cuando lo incorporó a una exposición temporal sobre el pintor. El interés del Louvre en Abu Dabi pone en jaque el rigor científico del museo francés, porque los expertos no han facilitado todavía la atribución con la que tratarán la polémica obra y anuncian que hasta octubre no darán a conocer su decisión. De hecho, el propio Louvre de Abu Dhabi canceló la presentación del cuadro el pasado septiembre y todavía no lo han colgado de sus paredes.
Desde que se vendiera en noviembre de 2017, en Christie’s Nueva York, esta pintura sin historia ha pasado a convertirse en una pintura sin partidarios. La última voz crítica en sumarse contra la autoría que disparó la venta es la de Jacques Frank, asesor del Louvre en proyectos de restauración de la obra de Leonardo, que aseguró al diario The Telegraph que en el Louvre “saben que la obra no es un Leonardo”. El experto declara haber escrito a Emmanuel Macron, el presidente francés, para advertirle de que no inaugure la muestra con el Salvator Mundi señalado como obra de Leonardo. “Sería un escándalo”, dice Franck, que explica al diario que Francia no puede permitirse la “humillación” del Louvre al exhibir una obra pintada por uno de sus ayudantes en el taller.
Obra cara sin pedigrí
Entre los negacionistas de Salvator Mundi se encuentra el historiador Frank Zöllner, el perito con la llave del catálogo de Leonardo, que estima en su última revisión un total de 31 pinturas, con obras del taller incluidas, como la Mona Lisadel Museo del Prado. Para Zöllner el cuadro más caro de la historia es “un producto de alta calidad del taller de Leonardo” o incluso de un seguidor posterior. Matthew Landrus, historiador de la universidad de Oxford y experto en el genio renacentista, sostiene que la pintura es obra de Bernardino Luini, asistente de Leonardo en su taller. El investigador italiano Alessandro Vezzosi (director del Museo Ideale da Vinci) publicará en breve un estudio sobre todas las obras al detalle y en el que asegura que Salvator Mundi está demasiado restaurada como para atribuirlo por completo al maestro: “Tiene la cara plana, de aspecto borroso y una mirada inexpresiva”.
El taller de Leonardo es en todas sus dimensiones un misterio. Sobre todo en sus últimos 20 años de producción. La primera generación de ayudantes tenía una personalidad muy fuerte y la siguiente camada tuvo vínculos estéticos más fuertes con el maestro, como es el caso de Sarai y Melzi. Es muy difícil distinguir la personalidad plástica de cada uno y se ignora por completo su producción. Esto complica aún más las atribuciones de ayudantes y maestro.
Todas las críticas apuntan a que estemos ante una pintura sin pedigrí, pero muy cara. No ha sido hasta que ha salido a la luz cuando se ha investigado a fondo. Antes se pensaba que había sido realizada para el rey Luis XII de Francia y su consorte, quien se la encargó (en 1500) poco después de la conquista francesa de Milán. Posteriormente, el cuadro aparece en Inglaterra, en el siglo XVII, en manos de Carlos I y de su esposa Henrietta María, quien se lo llevó consigo hasta la ejecución del rey, en 1649. Sin embargo, una investigación reciente de Jeremy Wood indica que la pintura de Leonardo estuvo en la residencia del primer duque de Hamilton, en Chelsea, entre 1638 y 1641, tal y como indica su inventario. Lo que es imposible determinar es si el Salvator Mundi de Hamilton —identificado como “obra de Leonardo”— es el de Abu Dabi… porque al menos hay 20 copias del Salvator circulando por el mundo. De hecho, algunos expertos indican que la pintura que está ahora atribuida a Giampietrino en el Museo Pushkin de Moscúpodría ser la que figura en el inventario de Carlos I y Hamilton, no la de Abu Dabi.
Mágico Leonardo
Leonardo es uno de los personajes de la historia del arte con menos pruebas que limiten su pasado y, por tanto, uno de los que mayores posibilidades ofrecen para la hipótesis. Estos días se ha celebrado un intenso debate en el seno de la Biblioteca Nacional sobre las elucubraciones que han convertido a Leonardo en la mayor reconstrucción literaria e histórica del último siglo y medio. Los historiadores del arte no suelen contar con muchas pruebas, pero a su favor tienen sobresalientes habilidades literarias para hacer creíble su certidumbre a la hora de atribuir, montar y desmontar los acontecimientos sobre un cuadro.
El propio Vincent Delieuvin, conservador jefe de la pintura del siglo XVI del Louvre, declaraba a este periodista hace años que la diferencia entre La Gioconda del Louvre y la Mona Lisa del Prado era “el pincel mágico de Leonardo”. Y aclaraba que para distinguir entre el autor de la tabla del museo madrileño —sea de quien sea— y de la tabla del museo francés hay que acudir a la lírica: “Los dos usan los mismos materiales, pero la obra de Leonardo es poesía”. El conservador francés comprobó que en todas las copias coetáneas que se hicieron de las obras de Leonardo, “los rostros son muy pesados, mientras que los suyos son verdaderamente divinos”.