Jesús Farías* | Internacionalista 360°
El papel del mercado ha sido debatido durante mucho tiempo a lo largo del desarrollo económico de la sociedad humana. En términos simples, el mercado puede definirse como el espacio donde se encuentran oferentes y demandantes de un producto.
A partir de esos dos elementos (y considerando las características de la oferta y la demanda) se establece el precio del producto y, además, un mecanismo para la asignación de recursos en la economía y entre los actores económicos.
En el capitalismo, el mercado está determinado en su dinámica y naturaleza por la maximización del beneficio empresarial. Todo está subordinado al fin supremo de optimizar las condiciones de acumulación del capital. Esto define la lógica del mercado capitalista, actuando cada vez más según los postulados del neoliberalismo.
De ahí las gravísimas consecuencias que se generan en términos de aumento de la pobreza y las desigualdades sociales, dominación política de una élite, guerras para aumentar la fortuna de las corporaciones, la severa crisis ambiental….
Sin embargo, cabe señalar que el mercado es mucho más antiguo que el capitalismo, es decir, no es exclusivo de él. Existió antes y existirá también después del sistema capitalista. En este sentido, es interesante destacar la experiencia muy exitosa del uso del mercado en las condiciones de la transición al socialismo en China y Vietnam. Lo han llamado mercado socialista y tiene un conjunto de características que lo hacen único.
Por un lado, tenemos el estado revolucionario, dirigido por una fuerza socialista, que lo dirige de acuerdo a los principios y objetivos que definen al socialismo. Asimismo, el mercado se convierte en un instrumento para la generación de riqueza que se traduce en bienestar popular.
Otro elemento relevante es el desarrollo de las fuerzas productivas impulsadas por el mercado, que luego constituirán la base material de la sociedad socialista. También podríamos mencionar la creciente participación del pueblo en el proceso económico, es decir, que no es excluido por los factores oligárquicos que tradicionalmente dominan el capitalismo.
De tal manera que no es ni libre mercado ni capitalismo de Estado, es un sistema de una calidad diferente y muy superior al capitalismo. Aun así, habrá quien diga que este modelo de desarrollo no está exento de problemas.
En realidad, ningún modelo lo es, pero éste tiene la virtud de aprovechar todos los recursos disponibles para el pleno desarrollo de la sociedad en todas sus dimensiones: económica, social, política, ambiental, cultural y espiritual. Es una forma de desarrollo muy superior al capitalismo.
Tampoco faltarán las observaciones de que los fundadores del socialismo científico predijeron un sistema económico basado en la planificación centralizada. Sin embargo, la repetición dogmática de la doctrina de Marx y Engels omite que preveían un triunfo simultáneo del socialismo en todo el mundo o, al menos, en las naciones más desarrolladas y en condiciones de estrecha interrelación económica.
Además, establecieron como condición para el socialismo, más allá de la victoria política de las fuerzas revolucionarias, altos niveles de desarrollo de las fuerzas productivas. Finalmente, se suponía que todos los medios de producción estarían en manos de la sociedad a través del estado revolucionario. Nada de esto sucedió en ninguna de las coyunturas revolucionarias del siglo XX o XXI.
Sin abandonar el principio fundamental de la planificación del desarrollo y apegados a las realidades, que en última instancia definen el diseño de toda política revolucionaria, el mecanismo del mercado sirve también para orientar el avance de la nación hacia el socialismo.
En el caso venezolano tenemos un sistema económico capitalista, rentista y dependiente, donde coexisten grandes y muy importantes empresas públicas, el sector privado nacional y extranjero, así como pequeñas empresas de propiedad socialista en sus diversas formas.
Aquí se conjugan los mecanismos de panadería y de mercado en la conducción de la economía, aunque hay que reconocer que de manera imperfecta y aun con deficiencias.
Es por ello que una de las tareas más importantes de la revolución bolivariana -y así lo insistió en el pasado el comandante Chávez y en la actualidad el presidente Nicolás Maduro- es aumentar sustancialmente la eficiencia del desarrollo económico bajo el control del Estado, aprovechando de todos los recursos y mecanismos compatibles con nuestros principios socialistas.
En ese contexto, recientemente, el presidente Nicolás Maduro anunció la venta del 5 al 10% de las acciones de las empresas públicas en la bolsa de valores, lo que tiene su apoyo en al menos dos propuestas del Comandante Chávez.
Por un lado, fundar una bolsa de valores pública y, por otro lado, crear empresas mixtas entre el Estado y el capital extranjero para el desarrollo de la industria petrolera nacional, sector medular de nuestra economía.
La actual iniciativa es muy relevante porque, a raíz del bloqueo yanqui, se ha desplomado el ingreso nacional y, con él, la posibilidad de realizar inversiones imprescindibles para el mantenimiento y modernización de nuestras empresas básicas (acero, aluminio, telecomunicaciones, petroquímica, etc.)
Sin estas inversiones será imposible sostener el proceso de crecimiento económico que viene como resultado del esfuerzo extraordinario y de las victorias históricas de nuestro pueblo, ni podremos mejorar sustancialmente las condiciones de vida de la población.
De tal manera que esta política no sólo se inscribe dentro de los planes centrales del comandante Chávez, sino que es necesaria e ineludible. En condiciones de bloqueo económico, no hay otra opción para el financiamiento de estas empresas. Además, se busca el acceso a nuevas tecnologías y, en algunos casos, a mercados extranjeros para la exportación.
Desde la derecha, como desde la ultraizquierda (no debe sorprendernos esta coincidencia), se ha dicho que se trata de un proceso de privatización, de abandono de las políticas socialistas. Pero tales tonterías no tienen base alguna.
Veamos lo siguiente:
i) Partidos comunistas muy poderosos en el poder vienen realizando estas políticas desde hace bastante tiempo y con avances muy importantes en la dirección de los propósitos esenciales del socialismo.
ii) Se está colocando una pequeña porción de las acciones, manteniendo la propiedad y administración de estas empresas en manos del Estado.
iii) Tendremos la posibilidad de evadir el durísimo bloqueo yanqui para seguir impulsando el desarrollo de nuestro proyecto revolucionario.
iv) Estamos aprovechando todas las condiciones y factores existentes en nuestro entorno para solucionar el principal problema del país, el económico, sin abandonar nuestro objetivo supremo, el socialismo, para lo cual aprendemos de la audacia y firmeza de Lenin en la NEP de la Rusia soviética.
Esta política la impone el sentido común y las condiciones reales de nuestra revolución. Recordemos que el marxismo, según Lenin, es “el análisis concreto de la realidad concreta” y es sobre esta base que se diseña la estrategia revolucionaria.
* Jesús Faría. Economista y político venezolano. Exministro de Comercio Exterior y la Inversión Internacional, actualmente es miembro de la Asamblea Nacional y dirigente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).