Jhonny Peralta Espinoza
La llamaron la “Marcha por la Patria”, y entre las constantes de la acción de masas en Bolivia, una de ellas son las marchas que tienen la capacidad de aglutinar, de movilizar, y de seguir reinventando otros lenguajes y otras tácticas.
Y más allá de sus insuficiencias o limitaciones, esta aglomeración tumultuosa de indios, mujeres de pollera, hombres de guardatojo, juventud militante, mostró una tenacidad estratégica, la de confrontarse, tarde o temprano, contra la amenaza golpista coordinada por la embajada yanqui.
Hubo muchas especulaciones en torno a la marcha, los más reaccionarios fueron de la derecha que prejuzgaba que era una marcha por garantizar puestos de trabajo, que estaba financiada con dineros del narcotráfico, que era para hacer juergas por las noches; pero lo que primó ante esos juicios de valor fue hacer caso omiso.
La marcha fue revitalizadora porque a lo largo de los cientos de kilómetros que iban caminando los marchistas, nuevamente se estaba construyendo cohesión política, identidad plurinacional, resistencia social, que al final se tradujo en un apoyo sin discusiones e incondicional al proceso de cambio y su presidente.
Así, diversos estratos sociales que por lo general se hallan separados, durante la marcha accionaron los vínculos políticos y el reforzamiento de la subjetividad, más allá de las divisiones alimentadas por la derecha antinacional.
Y otra de las victorias de la marcha por la patria, es que de la extensión por imitación para que la marcha sea numerosa, se pasó a la extensión cualitativa, lo que quiere decir que, en esas carreteras del altiplano paceño, se fue unificando progresivamente los componentes del sujeto político dispuesto a defender, no solo la democracia y el gobierno, sino defender y luchar por acciones políticas de confrontación contra el gran capital.
Solo así se puede entender la propuesta del ejecutivo de la Central Obrera Boliviana, que planteó la nacionalización de las grandes empresas cruceñas benefactoras de subsidios y subvenciones durante más de 190 años de republicanismo; sabiendo que el futuro que depara a las grandes mayorías trabajadoras del continente es la lucha por la gestión de lo común, y entre ellas está la alimentación y salud.
También hay otra victoria porque la acción política ha sido clarificada lo suficiente como para que de manera explícita la correlación de fuerzas se haya masificado y disciplinado, es cierto que hubo malos entendidos sobre la marcha y quiénes la convocaban, lo mismo que obstáculos, pero la figura de la emancipación social y política se ha abierto, se ha abierto otro tiempo histórico, por lo menos para los que no aceptan venderse a la dominación, se ha aclarado y definido, porque de ahora en adelante nada será igual en el proceso de cambio que requería de este ajayu para retomar el camino de la rebelión.
El bloque indígena popular esboza poco a poco la unidad de ese mosaico plurinacional que representa al pueblo, las quejas para no movilizarse y otros que argüían que era un acto de provocación, han sido reemplazados por la afirmación de una demanda común y que le da sentido a esta marcha, es la palabra “victoria”.
Es cierto que con la marcha por la patria no hemos encontrado todas las claves para derrotar a la rosca cruceña, ni se ha prefigurado en lo más mínimos qué acciones de sedición se inventarán la embajada yanqui y su derecha antinacional, eso sí, los movimientos indígena populares han recuperado su dimensión histórica, porque hubo opiniones que decían lo contrario.
Estas prácticas de lucha democrática develan el futuro que nos espera, ahora se debe nuevamente extender esas acciones, esas prácticas, esas creencias a todo el Estado Plurinacional, porque es una democracia de indios e indias, de mujeres, de jóvenes, de mineros que despierta convicción y mística.
Esta es una tarea de todas y todos, que esa democracia de revuelta y rebeldía se confunda con las decisiones estatales, que deben ser lo más democráticas posible, y eso se consigue con poder indígena popular.
En conclusión, más allá del número de marchistas, su fuerza reside en la intensificación de la energía subjetiva, la gente sabe que la polarización se agudizará y cómo afrontarla, y que las calles, las plazas, los caminos son los espacios inexpugnables y donde está la victoria. Nuevamente se ha estremecido el pueblo boliviano y se ha vuelto compacto, porque está seguro que su gobierno representa a las mayorías sociales, algo que nadie puede negar públicamente, ni siquiera el imperialismo yanqui.