Super Corina: «Los apellidos» contra el villano Maduro

 

Raúl García Sánchez

* Los medios internacionales, con encuestas armadas por instituciones ligadas a la derecha, divulgan 59,1% para Edmundo frente al 24,6% para Maduro. ¿Preparan el escenario para cantar fraude?

«El resultado es claro, la burguesía es hija de la colonia y viceversa.
La opresión está reunida en masa bajo un solo estandarte.
Y si la lucha por la libertad se dispersa no habrá victoria en el combate.
¡Que si la lucha se dispersa no habrá victoria popular en el combate!»
Alí Primera, Canción bolivariana

Hace un tiempo escribimos un artículo titulado Súper López, villano Maduro y Planeta Canalla, a propósito de una simpática coincidencia con el título de una película basada en el comic de Jan, «una parodia a la española del héroe salvador de capa, traje y superpoderes». Allí tratamos de develar de dónde le venían a Leopoldo López sus poderes para salvar de la debacle ‘castrocomunista’ al planeta Venezuela.

A lo largo de la historia, los héroes han encarnado, en forma mitológica, un universo de valores sociales. Dotado de cualidades especiales, el héroe literario representa los más altos ideales de su cultura, expresados en una vida épica colmada de aventuras y hazañas. Referente y modelo a imitar en sus acciones y conductas, el héroe de la mitología clásica convoca a la guerra y la defensa de la patria, orienta patrones espirituales de vida y divulga la cosmovisión hegemónica. Pero no siempre representa la voluntad de las clases dominantes; en ocasiones alberga, abierta o veladamente, propuestas de emancipación colectiva. Tampoco todos los héroes son de ficción. Existen héroes de carne y hueso. Hay pueblos que cuentan con héroes libertadores convertidos, gracias a la memoria, en mitos populares que expresan lindos ideales de Humanidad. No es ese el tipo de héroes del que hablaremos a continuación.

El papel del héroe en la historia es de tal complejidad que no es propósito de estas líneas abordarlo. Nos interesa aquí el rol cultural del héroe como propuesta salvífica e individualista del mundo contemporáneo. Para dotarle de marca y distinción la maquinaria cultural gringa le colocó al héroe la capa del Súper. Nació así el Superhéroe.

La industria simbólica estadounidense agarró el legado de la mitología griega para componer un burdo popurrí en forma de superhéroes que condensan la defensa de los valores occidentales y el «american way of life». Supermán, el increíble Hulk, Capitán Marvel, Thor, Batman o Spiderman llegaron para salvar y proteger a la galaxia Occidente, con epicentro en EEUU, de su decadencia moral y espiritual. El héroe archiexplotado por Hollywood despoja a la mitología clásica de su riqueza y complejidad. El superhéroe norteamericano es un personaje intelectualmente vacío, simple en sus comportamientos, resolutivo, pragmático, empoderado y, lo más importante, legitimador y reproductor del orden y la cultura dominante. En palabras de Gramsci, la industria del superhéroe construye hegemonía, articula el consenso, crea cultura, sentido común, visión de mundo, ideología.

¿Qué ideología y qué cultura? Capitalista, colonial, imperialista y también patriarcal. Pero la industria de Hollywood, astuta y cada vez de mayor complejidad, lejos ya de la simpleza del superhéroe clásico, cuenta con artimañas de encubrimiento. Para encubrir su defensa de la acumulación capitalista se apoya en protagonistas de las clases populares. Para encubrir la ideología colonial, crea producciones como Pocahontas. Y para encubrir su visión patriarcal del mundo inventa heroínas hipersexualizadas que reproducen las relaciones sociales patriarcales. Sobran los ejemplos.

Ocurre que la ficción se toca con la realidad, y pareciera que, en la creación de superhéroes de papel y mantequilla, de nuevo ésta superara a aquella. Lo vemos los últimos años en lo que EEUU considera su perdido almacén trasero del petróleo en América Latina. Venezuela es ejemplo del intento fallido de EEUU por crear héroes a su imagen y semejanza para derrocar al villano de todos los villanos: el Presidente Nicolás Maduro. Lo intentaron primero con Super Capriles, luego vino Super López, seguidamente Super Guaidó, versiones de superhéroe cada cual más patética que la anterior. Ahora llega, cómo no, la versión femenina de todos ellos: Super Corina.

Super Corina tiene, por enésima vez, el encargo de devolver al extraviado planeta Venezuela, perdido en la órbita del comunismo y el bolivarianismo, a la galaxia burguesa de donde nunca debió haber salido, de donde la arrebató otro eterno villano: Hugo Rafael Chávez Frías.

Hasta ahora, Super Corina no va mal. Ha conseguido desafiar todos los obstáculos, incluso legales y jurídicos, para proponerse como la «candidata no-candidata» a las elecciones del próximo 28 de julio en Venezuela. Esta contrariedad propia del mundo ficción de los superhéroes está ocurriendo en la Venezuela real-mágica de hoy, en un planeta tomado por el villano Maduro y sus secuaces. «Seguimos adelante, superando obstáculo tras obstáculo. Vamos a liberar Venezuela», afirma Super Corina recorriendo heroicamente el país en su campaña hacia la presidencia-no presidencia.

Puede parecer excesivo presentar a María Corina Machado en tales términos, pero no hacemos más que una pequeña caricatura del relato que de unos años a esta parte vienen construyendo las grandes corporaciones de la comunicación en torno a su figura. Por poner un ejemplo, en el Reino de España, con un lenguaje propio del periodismo serio y objetivo del Norte, desde el «progre» El País hasta los medios más virados a la derecha como El Mundo o ABC, presentan a Super Corina y su candidato oficial Edmundo González como la alternativa al desastre encarnado por el ‘régimen’ de Maduro. El caos, «la violencia y el miedo» frente a la «reconciliación» de la «candidatura unitaria». La «represión de Maduro» frente a «la caravana de la libertad». El «colapso del modelo económico y social del chavismo» frente a «transición pacífica, ordenada y sostenible».

Tal y como hicimos con la supercapa de Leopoldo, conviene analizar de dónde le vienen los superpoderes a nuestra querida Super Corina. En aquella ocasión, resultó de gran ayuda fijarnos en los apellidos, que vinculan a aquel con la poderosa familia Mendoza. Cuando en Venezuela se hace referencia a «los apellidos», el sentido común invoca a los ancestros de capa y espada de la oligarquía histórica venezolana, hijos criollos de la colonia española. Tras casi tres siglos de despojo y etnocidio contra los pueblos originarios que habitaban la actual Venezuela, un puñado de familias de la aristocracia, a base de influencias, crímenes, usurpaciones y negocios ilícitos se repartieron el país tras traicionar el proyecto de Bolívar, quien como afirma el historiador popular Ubaldo García renunció a los intereses de su clase social, «y eso es lo más extraño en un personaje como Bolívar, porque las élites se preparaban para defender eso»[1].

Y no dejaron de hacerlo en los dos siglos republicanos posteriores al triunfo independentista. Esa es la genealogía de las clases dominantes venezolanas. Hugo Chávez se refería a esas familias como «Los amos del Valle», en referencia a la novela histórica de Francisco Herrera Luque. Entre las 20 grandes familias de la oligarquía que aparecen en dicha novela, figuran ya apellidos de dinastías familiares que conforman hoy la burguesía nacional. Entre ellos, los Capriles, los Mendoza ¿les suenan de algo? y, ¡oh, sorpresa!, los Machado.

La madre de Super Corina es una extenista vinculada al mundo empresarial, amiga personal de Pedro Carmona -otro de los grandes apellidos de la aristocracia larense-, quien se autoproclamó presidente en el golpe de Estado contra Hugo Chávez en 2002. Pero es por vía paterna que nuestra superheroína hereda sus poderes de cuna de pura cepa. Su padre, Enrique Machado Zuloaga, ejemplifica la alianza entre las grandes dinastías venezolanas y porta en su segundo apellido la ascendencia de otra superfamilia del Valle de Caracas. Sus ancestros comenzaron con el negocio del cacao, se reconvirtieron en comerciantes y en el siglo XX se hicieron con el control de la electricidad y la siderurgia.

La familia Zuloaga, propietaria de la empresa Electricidad de Caracas; los Machado, dueños de SIVENSA, la que fuera la mayor productora de acero de Venezuela. El padre de Super Corina fue dueño de un grupo de empresas del hierro y el acero. Buen ejemplo del rol de las burguesías nacionales latinoamericanas en la división internacional del trabajo. Capitalismo dependiente anclado a las trasnacionales del hierro y a patentes estadounidenses para exportar hierro en bruto y recibir a cambio productos terminados de la industria del Norte.

Familias como Machado, Zuloaga y Mendoza, relacionadas mediante negocios y casamientos, acumularon grandes fortunas con el saqueo de los recursos del país y el trabajo explotado de manos venezolanas. En su recorrido histórico, sus nombres no figuraron en la primera línea política, otros lacayos asumieron ese rol. Eso empezó a cambiar en el ocaso del siglo XX, cuando, ante el miedo al chavismo, comenzaron a preparar a sus nuevas camadas para la modernización política. Para eso se formaron personajes como Super Capriles, Super López y Super Corina.

Alguien podrá argumentar que María Corina no es responsable de sus ancestros. Cierto es, aunque responsabilidad no excluye privilegio. Hagamos pues un breve repaso a su expediente. Super Corina salió a la palestra pública liderando una ONG de participación política y electoral financiada por el aparataje del Departamento de Estado gringo, la asociación civil Súmate. De tanto sumarse, Super Corina se sumó al golpe de Estado de 2002 firmando el Acta de Constitución del Gobierno del golpista Pedro Carmona. ¿Casualidad? Desde entonces, el nombre de María Corina aparece vinculado a la agenda injerencista dirigida desde Washington.

En eso también las burguesías latinoamericanas son dependientes del Norte. Su política es una extensión de sus negocios. No puede ser soberana porque son el brazo local para el despojo imperialista de los bienes nacionales. La burguesía venezolana del siglo XX es particularmente dependiente y parasitaria al pivotar en torno a la disputa por la renta petrolera, entregadas la producción y las concesiones al capital extranjero. Con la llegada de Chávez, Venezuela comenzó a recuperar espacios de soberanía; se nacionalizaron sectores estratégicos como el petróleo, gran golpe para el imperialismo. No terminaron los negocios de las grandes familias de la burguesía porque siguieron controlando importación, distribución de alimentos, bienes y servicios -lo que les permitió en años recientes llevar al país al desabastecimiento- y siguieron beneficiándose de dólares a precios preferenciales, pero perdido el poder político se les acabó parte de la fiesta. ¿Será esa la razón de la furia planetaria del capital?

De esa furia y odio de clase está labrada la vida de superhéroes como Super Corina, que ante el intento frustrado de recuperar el poder político de los gloriosos tiempos de la IV República, no dudaron en pedir más sanciones que atentan contra el pueblo venezolano, solicitar la intervención extranjera o poner en marcha la agenda terrorista. María Corina Machado fue recibida en 2005 por George W. Bush hijo en la Oficina Oval de la Casa Blanca durante casi una hora. ¿De qué carajo hablaron? En 2011 es elegida diputada a la Asamblea Nacional. En 2014 estalla la violencia organizada por la extrema derecha en las calles de Caracas, las famosas guarimbas.

Bajo ese clima interno, Super Corina aparece en la galaxia internacional nada menos que como «embajadora alterna» de Panamá en la sesión del Consejo Permanente de la OEA, solicitando la intervención militar para derrocar al presidente Nicolás Maduro. Motivo legal suficiente por el que fue inhabilitada. Pero hay más. Las guarimbas de 2014 se enmarcan en el plan financiado por EEUU para derrocar el gobierno conocido como La Salida, orquestado localmente por la alianza de tres grandes apellidos venezolanos: López, Ledezma y Machado. Así es. Super López y Super Corina actuando juntos contra las fuerzas del mal.

Esa violencia callejera, que contó con grupos entrenados en acciones de calle y delincuentes de los barrios contratados para generar caos y violencia, dejaron un saldo de 44 muertos, 878 personas lesionadas y más de 10 mil millones de dólares de pérdidas en daños materiales. Llegaron a colocar guayas para degollar motociclistas de los sectores populares y a quemar vivas a personas por parecer chavistas. El libreto guarimbero se repitió en 2017 con similares resultados, hasta que se impuso la paz con la participación masiva del pueblo en la Asamblea Nacional Constituyente convocada por el villanísimo Maduro, en un episodio que escribió una de las páginas más lindas, esta sí, de heroicidad colectiva y popular.

Super Corina apoyó directamente o respaldó esa agenda injerencista de violencia. Como apoyó al autoproclamado «presidente interino» y los robos de empresas venezolanas en el extranjero, como CITGO o Monómeros, la primera entregada a un grupo canadiense, la segunda llevada a la quiebra. Como apoyó el robo y secuestro de 31 toneladas de oro venezolano en el Banco de Inglaterra. Como apoyó el robo de 4 mil millones de dólares venezolanos retenidos en el sistema bancario internacional.

¿No hay motivos legales y legítimos suficientes para la inhabilitación pública de Super Corina? Si fuera ciudadana de EEUU, hace rato estaría entre rejas por traición a la patria. En el régimen del villano Maduro, recorre el país haciendo la campaña que no hace su candidato legal -quien posee la tarjeta electoral, personaje desconocido hasta hace unos meses. Desconocido, que no nuevo en la política. Vinculado al puntofijismo adeco-copeyano de la IV República, el «bonachón» Edmundo González fue embajador de Venezuela en Argentina desde 1998, destituido precisamente por sumarse al golpe contra Chávez en 2002. Si rastreamos más atrás en su carrera diplomática, podemos recaer en un pasado oscuro en El Salvador de la década de los 80, la guerra sucia y los «escuadrones de la muerte», entramado de la contrainsurgencia gringa en Centroamérica que vincula a la CIA con Carlos Andrés Pérez. Estas son solo algunas prendas del escudero legal de nuestra Super Corina para las elecciones del 28J.

La derecha venezolana no llega ni por asomo a la sofisticación de Hollywood. Cuenta sin embargo con galácticos dispositivos de encubrimiento. De la legitimación en el escenario internacional de estos super personajes se encargan los medios corporativos de la comunicación. Algunos de esos medios presentan con cierta claridad al presidente de Argentina Milei, tildándolo de ultraderechista, mientras hacen tremendo lavado de cara democrático a la versión venezolana del engendro libertario. ¿Resulta tan difícil percibir a esta derecha venezolana como extrema y terrorista?

Esos medios internacionales que afilan sus altavoces al unísono, insinúan un posible no reconocimiento de los resultados del actual gobierno si pierde las elecciones. No hablan del Acuerdo de Reconocimiento de Resultados de la Elección Presidencial del 28J, que han suscrito 8 de los 10 candidatos a las elecciones. ¿Adivinan quién está entre los dos candidatos que no han suscrito el acuerdo? Acertaron, el escudero de Super Corina.

Esos medios internacionales, apoyados en encuestas de instituciones privadas ligadas a la derecha, divulgan una intención de voto del 59,1% para Edmundo frente al 24,6% para Maduro. ¿A qué juega la derecha extremista venezolana? ¿Por qué no ha firmado el compromiso para aceptar los resultados en un sistema electoral de voto electrónico totalmente fiable y avalado por organismos internacionales? ¿Preparan acaso el escenario para cantar fraude si el resultado no les favorece?

No es difícil ver que esas encuestas están manipuladas. Producto de múltiples y complejos factores, es cierto que el gobierno ha venido sufriendo un desgaste en la opinión pública. Desde nuestro humilde punto de vista, y asumiendo, cómo no, errores internos en un largo proceso de 25 años, es una trampa sacar de esa ecuación el factor guerra injerencista, neocortical y multidimensional al que ha estado sometido el pueblo venezolano por parte de grandes poderes transnacionales con sede en EEUU y Europa. Pero pese a la despolitización culturalmente programada, el pueblo venezolano es sabio y está consciente. Puede verse estos días en el entusiasmo y las movilizaciones masivas que acompañan al presidente Nicolás por todo el país.

Super Corina también ha logrado despertar simpatías y movilizar gente en sus actos de campaña. Apela en sus discursos a las emociones, adopta un estilo de cercanía al pueblo al que siempre ha despreciado y promete el regreso de las personas que abandonaron el país si el 28 se impone Vente Venezuela, «Partido político de ciudadanos que luchan para recuperar la libertad, dejar atrás el socialismo y construir la República Liberal Democrática».

La supercandidata no-candidata promete que su victoria garantiza la reconciliación nacional, la paz, y la estabilidad de Venezuela. ¿Cómo pretende conseguirlo? Debe ser con sus superpoderes, porque si nos guiamos por lo que ha trascendido de su programa de gobierno, son las mismas políticas que ha tomado otro gran superhéroe del capital: Super Milei, quien con sus superpoderes superlibertarios ha metido en un nuevo superpozo a Argentina. El recetario ultraliberal de Corina son las clásicas medidas neoliberales de paquetazos, recortes de gasto público y privatización de bienes estratégicos como PDVSA. En un reciente artículo, el pensador venezolano Luis Britto García desveló la existencia del documento «»Land of Grace», plan de gobierno opositor en inglés de 85 páginas suscrito por María Corina Machado en «october 2023″» que implica privatización del petróleo y el gas, privatización masiva de empresas y bienes públicos, de la educación y las pensiones, pago prioritario de la deuda pública, desamparo de la fuerza de trabajo, eliminación de los derechos el trabajador, «libre cambio y circulación de las divisas internacionales», entre otras perlas que expone Britto.

En definitiva, entregar de nuevo el país a quienes han estado financiando sus agendas injerencistas las últimas décadas y recuperar el lugar histórico de «los apellidos» y «los amos del Valle»: su papel de burguesía nacional periférica y parasitaria con el control rentista, dependiente del centro capitalista.

Decíamos que el superhéroe tiene la virtud de reproducir la cultura dominante. A esto hay que sumar una función que lo diferencia del héroe colectivo, del mito popular: su carácter desactivador, desmovilizador. El superhéroe resuelve los entuertos -síntomas de males sociales- de forma individual. Una sociedad que interioriza al superhéroe espera que un agente externo, con capa o sin capa, llegue a solucionar los problemas que nos acechan. Una sociedad que interioriza al superhéroe acepta de manera acrítica la delegación política, la llamada democracia representativa. Una sociedad que interioriza al superhéroe jamás entiende la política como construcción colectiva donde el poder se ejerce desde abajo, desde lo comunitario, desde lo comunal.

Justo lo que propone el proyecto histórico bolivariano. La Comuna es el gran aporte del líder colectivo que fue Chávez para transitar hacia el socialismo.

«La Revolución debe, so pena de perecer, de ser capturada, modificar radicalmente la visión del mundo propia del capitalismo, debe emprender acciones que reconstruyan el tejido social, y para esto es principalísimo elevar lo local al nivel universal. Establecer relaciones políticas, sociales, económicas, organizativas y espirituales desde la base hasta el nivel nacional –desde el núcleo, diría yo, desde la célula».

¿Cuál es la célula a la que se refiere el Comandante? La comuna, el poder popular ejercido por el pueblo organizado y consciente, en articulación pero también en disputa dialéctica con los poderes del Estado, ese Estado burgués que toda revolución debe transformar. Estado paradójicamente necesario, que hay que seguir ocupando para cuidar la soberanía nacional, para poner en común bienes estratégicos, para distribuir riqueza, para impulsar políticas públicas nacionales. Para seguir desarrollando la democracia participativa y protagónica. Para transferir poder al pueblo.

Esa fecunda relación dialéctica es la que, de inclinarse hacia lo popular, construye revolución. El mandar obedeciendo construido en la experiencia comunal; el bregar cotidiano de comuneras y comuneros contra el burocratismo y la indolencia con disfraz revolucionario de funcionarios públicos, como denunciaba en estos días frente al Presidente el comunero campesino Ángel Prado, actual ministro de Comunas; la lucha de los movimientos populares; la relación con las estructuras políticas del partido; la sobrevivencia del pueblo -organizado o no- en medio de una guerra económica de dimensiones planetarias; las contradicciones de un proceso que ha sufrido mil y un desgastes internos y más ataques externos. Siempre lo decimos, el proceso bolivariano, como todo proceso revolucionario, es de una complejidad tal que no puede leerse en blancos y negros. ¿Quién dijo que fuera fácil? Es justamente esa fecunda relación dialéctica, que alberga la posibilidad histórica de levantar una alternativa popular al capitalismo, lo que está en juego en las próximas elecciones del 28 de julio en Venezuela.

«Todas, absolutamente todas las unidades agropecuarias, todas las fincas, todas las haciendas incautadas, expropiadas, ocupadas por esta barbarie serán devueltas a sus legítimos propietarios para que Apure y los Llanos sean tierras productivas para beneficio de todo el país», decía en estos días un político de la derecha en Apure, prometiendo la victoria. De nuevo el espíritu de los apellidos y su inclinación terrateniente.

Hoy el mundo de los superhéroes y las superheroínas ha evolucionado, se ha complejizado de tal forma que hay superhéroes y antihéroes para todas las bocas y gustos del mundo consumo. El capitalismo digital y su descomunal diversificación cultural ya no se apoya únicamente en la representación mágica del superhéroe. Entre otras cosas porque quiere convencernos de que todos llevamos un superhéroe dentro. «Tú tienes el secreto de tu salvación, busca tus superpoderes», podría decir cualquier lema de la industria del coaching, la autoayuda y el emprendedurismo. La capa y la espada láser está en tu interior, solo debes encontrarla.

A Supermán le arrebataba sus poderes la criptonita. ¿Qué le quita los poderes a estos super delegados de los pitiyankis? ¿Cuál es el antídoto contra tantos Super Guaidós, Super Corinas, Super burgueses y Super Yos super empoderados? Lo tenemos claro: la comuna. La vía comunal al socialismo. Ahí radican hoy las esperanzas de quienes creemos en la posibilidad de construir un mundo más bonito. La continuidad de ese sueño depende de lo que pase el próximo 28 de julio en Venezuela. Seguiremos acompañando ese proceso, el 28J y más allá.

Gracias a Ángel, Giovanni, Laura, Daniel, Necho, Sthefany, Parra, Cira y otras amigas y amigos, luchadores y antihéroes venezolanos, por sus aportes para armar este texto. Con permiso de los superhéroes, nada se arma en solitario. Las manos -en los mejores casos- son 10 dedos trabajando en colectivo. El pensamiento, miles de manos dialogando y algún dedo jodiendo. Qué hermoso diálogo, pero cuánto ruido.

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[1] Entrevista audiovisual de Vocesenlucha a Ubaldo García, «Ubaldo García. Simón Bolívar»

Vocesenlucha.com